Nunca esperé que llegara esta noche. Han pasado años desde que te encontré y te salvé; desde aquella noche en donde liberé tus cadenas del mundo mortal y te uniste a mi como mi fiel guarda. Aquel hombre que me guarda durante las mañanas, cuando el rey egoísta domina al cielo y nos dejaba a nosotros, los seguidores de la reina sumisa, desamparados de cualquier daño que nos quieran hacer. Dime... ¿Cómo iba a esperar que viniera este día? ¿No crees que ya te he dado suficiente? ¡Te di la vida salvándote de aquel hueco inmundo donde vivías! ¡Te di comida, una cama donde dormir, incluso te di educación y, aun así, tu corazón codicioso, pides más de lo que puedes controlar!
Aún recuerdo ese día mi querido compañero. Me encontraba sediento y hambriento. Me sentía débil, llevaba varios días sin comer. Afuera nevaba, así que la chimenea estaba prendida. Yo no sentía frio, pero no era por mí. Tu sabías que yo odiaba el fuego, pero aun así me veías prenderla para que te sintieras cómodo. E incluso tú, sabiendo todo esto, ¡me pediste que hiciera algo impensable!
—Mi señor, aquí está su comida. —Tu voz esa noche era diferente a lo usual. Estaba llena de confianza, de sed de poder. Entraste con un tipo de fuego en los ojos. ¿Cómo iba a saber que tenías eso en mente?
Y allí estabas, mi fiel sirviente. Traías a esas putas baratas a mi sala, cada una encadenada y sedada. Sí, sé que para ti ya no es divertido tener que cazarlas. Entiendo que es más fácil comprar sus servicios y traerlas a mi cena; pero... ¿Eso no era lo que te motivaba a estar vivo? Dime, dime, dime, ¿cómo querías que cumpliera lo que tu corazón añora si no lograbas verme comer?
—Si me disculpa, mi señor, me retiro para dejarlo comer —dijiste mientras abrías la puerta. Pero no mi fiel amigo, esta vez no te iba a dejar ir.
—Quédate —murmuré—. Esta vez no las mataré, y necesitaré que las limpies y las devuelvas.
—Pero señor... —Trataste de refutar, de huir. Desde mi sillón podía ver como sudabas. Notaba como tus latidos cardiacos se aceleraban y tu respiración se volvía un caos errático.
—Es una orden.
Silencio. El crepitar de las llamas y de la madera era algo que realmente me tranquilizaba. ¿O no lo recuerdas? No, creo que no lo haces. Ese día me levanté, caminé hacia las señoritas. Abrí la boca, y todos mis dientes crecieron a su forma real. Aquella que te daba asco, esa que temías. Estos crecieron como navajas y perforaron el cuello de cada chica. Me alimenté lo justo. No mucha, ni poca sangre. No recuerdo porqué, pero... Ese día me contuve para que vieras lo que ibas a convertirte.
¿Sabes? Mientras yo comía, pude notar como tu cuerpo, latidos, respiración e incluso, tus ganas de hacer aquellas necesidades que te atan a ser humano, casi explotan. Todo estaba en caos... ¿Pensaste que serías mi presa? Mi fiel sirviente, ¿en serio creíste eso? Eso me duele. Cuando terminé las dejé caer al suelo, caminé hasta el sillón nuevamente y me senté. Vi como controlabas tus manos. Temblaban como las manos de un viejo. ¿Tanto miedo tenías?
—Mi querido chico, ¿en serio quieres abandonar tu humanidad para volverte este horrendo ser?
Te acercaste a las chicas, las limpiaste y les curaste las heridas con desagrado. Las levantaste, y llamaste a uno de los otros sirvientes de la mansión para que se las llevaran y las devolvieran al pueblo. Pero dime, ¿por qué tuviste esa cara de asco al limpiar las heridas?
Durante todo ese tiempo, no te volví a preguntar. Estuve paciente, esperando ver cuáles eran tus reacciones. Aquel cuerpo mortal te estaba delatando, tenías miedo y mucho. Pero tu mente, esa que tanto amo, estaba deseando más. Era incontrolable y tenía algo en mente. ¿Qué era? ¿Solo era aquel beso?
—Sí, mi señor. Deseo la eternidad —murmuraste luego de mucho tiempo. Incluso, te arrodillaste a frente mío y miraste mis ojos—. Deseo poder adherirme a la oscuridad, a aquella que tanto le atormenta, mi amo. Quiero poder agarrarla, para poder entender que es lo que le molesta tanto.
Me levanté y caminé alrededor tuyo. Pasaba mi dedo índice, con la uña larga, por tu delicada piel. Recuerdo que lo hice con recelo, temí por un momento cortarte. Tú lo sabes, hasta esa fatídica noche era incapaz de hacerte daño... ¡Me obligaste! ¡Fue toda tu culpa! ¿Por qué? ¡¿Dime por qué debías pedir eso?! Me agaché y te besé la frente. Te miré a los ojos. La imagen de tu rostro entendiendo lo que había tras mis ojos sigue presente en mi memoria. Ese miedo a lo inentendible, pero, junto a eso, creció la codicia.
—Mi amo, deseo que me convierta en un ser como usted...
Mi vi obligado a actuar. Tus palabras me golpearon. Ya yo había perdido mi humanidad muchos siglos antes, y recuperé un poco en el momento de conocerte. ¡Eras lo único que tenía que me impedía salir a matar humanos como un demonio! Pero no, ¡debiste codiciar algo que no es más que una maldición! ¡Una eternidad sin poder morir! Así que lo hice... Te mordí el cuello con solo dos de mis dientes reales. Dejé que mi saliva entrara por tu torrente sanguíneo, me alejé de tu cuello. Me corté un poco la muñeca izquierda con mi uña y la puse directamente en tu boca. Comenzaste a chupar de aquel liquido, hasta que te alejaste.
Tu cuerpo comenzó a convulsionar. Tu piel comenzó a perder vida. Tus ojos, tus latidos, todo se fue apagando hasta que vi que dejaste de estar vivo. Te cargué y salí contigo al patio. Ninguno del personal de la mansión dijo algo. Se fueron corriendo al ver que salía. Agarré una pala. Te dejé caer y comencé a cavar. Al haber hecho un hueco profundo te dejé caer y te tapé con la arena... Cada gramo que caía sobre tu cuerpo, era parte de lo que me quedaba de humanidad.
Van ya varios días después de ese acto. Solo espero que no hayas muerto. Espero que en la noche de hoy te levantes, pero créeme mi querido niño. Cuando te despiertes todo habrá cambiado. Todo ya no será como antes. Solo espero que entiendas que no quise hacerlo porque no quería perderte, quería que crecieras y que tu familia me fuera tan leal como lo eres tú. Pero creo que no será así, creo que me tocará matarte... ¡Todo porque fuiste un idiota, uno sin remedio!
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Deseo inesperado
VampireNunca esperé este día. Tú, mi pequeño y adorado sirviente, ¿por qué me pides hacer esto? ¿¡Por qué ansías algo que no puedo darte!? Dime... Necesito saberlo mi querido esclavo. ¿Por qué deseas tanto esta maldición? Historia escrita para el reto "dec...