Entrada permitida a prefectos y a James Potter

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Lily Evans caminaba en dirección al baño de los prefectos con una gran sonrisa en su rostro. La pelirroja no podía dejar de pensar en James. Su James. Llevaban saliendo poco más de un mes y ya lo amaba con locura. Aunque, muy en el fondo, siempre había sido así. Lily siempre había sentido un deseo oculto por James Potter, que se había desatado desde que estaban saliendo. Y aún así, James nunca había intentando nada más que unos cuantos besos con Lily, por mucho que lo ansiaba. Pero últimamente Lily se había sentido mucho más que preparada, y se frustraba cada vez que James se apartaba cuando veía que la cosa se "calentaba". A la vez, eso a Lily también la enternecía, pues James le mostraba día a día lo mucho que la quería y que la respetaba. Tal vez era hora de hacer algo por ella misma y no depender de los demás.

Pensó que un buen baño de agua caliente no le iría nada mal para aclarar sus ideas y poder pensar en alguna forma de abordar ese tema con James.

Al llegar allí dejó la toalla y las cosas para el baño en un rincón. Se empezó a quitar los zapatos y los calcetines, y luego se quitó la goma del pelo dejando caer su larga melena pelirroja por sus hombros.

Lily empezó a desnudarse lentamente. Lo que no sabía es que había otra persona dentro del baño de prefectos. James Potter estaba allí sin entender lo que estaba pasando.

Él se había colado en el baño de prefectos con la contraseña que le había quitado a Sirius, que este le había quitado a Remus y prestada sin permiso. Se había metido dentro de la bañera y había estado allí tranquilamente sin hacer daño a nadie hasta ahora.

Al principio el azabache sólo distinguió una melena pelirroja, y pensó que sus fantasías con Lily le estaban jugando una mala pasada. Al ponerse las gafas, comprobó que no estaba soñando. Lily Evans, su actual novia - ¡por fin! - se estaba quitando la falda delante de él, dejando sus bonitas piernas al total descubierto.

James se había quedado sin habla. Se debatía interiormente entre quedarse observando a esa fantasía hecha realidad o bien tener un poco de decencia - por una vez en su vida - y avisarla de que estaba allí.

- Ejem - carraspeó él finalmente, cuando vio que se empezaba a desabrochar la camisa.

Lily dio un bote e hizo un grito ahogado mientras se giraba y contemplaba al culpable del ruido mientras se tapaba con gesto instintivo.

- ¡James! - exclamó ella sobresaltada - ¡¿Se puede saber qué diablos haces aquí?!

- Mmm... Me daba un baño - respondió en un hilo de voz - Yo... eh... No quería mirar, te lo juro. Bueno, a ver, sí quería... ¡Es decir...! ¡Es que te desvistes muy rápido, no me ha dado tiempo de avisarte!

Lily lo miró arqueando una ceja y James esbozó una sonrisilla traviesa de niño pequeño que derritió a la pelirroja.

- Y... y... ¿cómo has entrado? - exigió Lily, con voz más dulce.

- Pues verás, es una historia bastante graciosa... Resulta que Canuto se pasó una semana entera pidiéndole a Lunático la contraseña, pero este no se la dejaba. Canuto aseguraba que nosotros también teníamos derecho a bañarnos con tantos lujos y además quería llevarse a las chicas allí... Pero Lunático seguía sin hacerle caso, entonces empezó a hacerle preguntas sobre cosas y a molestarle hasta que al final se la dijo, Canuto la apuntó en un papel para no olvidarla y yo me lo encontré el otro día. Iba a devolvérselo, pero de camino pensé que se lo devolvería cuando la hubiera usado yo. He entrado, me estaba bañando y... Has aparecido tú...

- Pero sólo pueden entrar prefectos... - susurró ella extrañada.

- No, no, no. Creo que por una vez te equivocas, pelirroja - dijo en tono de sabiondillo - En el cartel de la puerta pone que está permitida mi entrada.

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