Las mariposas beben sangre

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La especie calyptra thalictri recibe el nombre común de polilla vampiro, al igual que otras especies del mismo género, por la costumbre que tienen de beber sangre de vertebrados, incluidos los humanos a través de la piel.

Mi primera sensación al despertar en medio del bosque es la música haciendo eco a través de la noche. No puedo detenerme entonces. Siento un deseo incontrolable de ir tras ella. A pesar de estar tan lejos, escucho su corazón latir tan fuerte como si lo sostuviera entre mis manos. Su aroma es inconfundible y las mariposas nocturnas la siguen con su olfato. Yo tampoco puedo esperar.

Ella no me escucha. No sabe aún que voy a visitarla. Me pregunto si me reconocerá. Después de todo, ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro. Al estar tan cerca, las polillas que me acompañan agitan sus alas impacientes. De repente, el enjambre se dispersa en todas direcciones. Al mismo tiempo, resuena un aullido lejano proveniente de los lobos dorados del Serengueti. Los hijos de la noche saben lo que sucederá si entro allí una vez más. Pero es hora de hacer lo que jamás he intentado, de tener lo que nunca antes he tenido. Es la única cura que existe para la muerte eterna.

Más tarde soy yo mismo el que intenta clavar una duda en mi corazón. Me detengo frente a las puertas titubeante con la esperanza de encontrar alguna razón antigua y olvidada que pueda detenerme en esta noche. Pero es demasiado tarde. Tras esperar en sueño largos siglos, la transformación finalmente está completa. El guardián de la puerta me invita a entrar con un gesto que parece decir "apresúrate, ella te está esperando".

Atravieso el vestíbulo y un amplio salón donde enjambres de personas revolotean bajo candelabros lujosos. Otros toman una copa de vino en los extremos donde se yerguen las columnas imponentes. Y otros más aun, que piensan que nadie los ve, que nadie los huele, consultan su destino tras cortinas gruesas de escarlata. La mezcla del almizcle, las rosas y el sándalo confunden mis sentidos. Pero algo es seguro. Ella no está aquí. Quizás en el jardín, donde ha empezado a caer el rocío de la niebla.

Navego entre la escorrentía de multitudes que fluyen hacia el salón para escapar de la lluvia. No es fácil ir contracorriente. Uno que otro caballero se indigna ante mi osadía y lanza una vituperación, otros empujan con sus bastones o se detienen a emprender una escaramuza. Aunque fueran cien o más. No hay nada que puedan hacer para detenerme.

Finalmente te encuentro orando al Creador, de rodillas frente a la estatua de un ángel que llora lágrimas benditas bajo la lluvia. 

Abrazo a mi amada Calyptra y el enjambre entero de mariposas nocturnas que me ha seguido hasta aquí nos envuelve como un sedoso manto blanco que lame nuestra sangre y nuestras lágrimas benditas bajo la lluvia hasta convertirnos en cadáveres eternos sedientos de sangre.

Las mariposas beben sangreWhere stories live. Discover now