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La noche fue cayendo lentamente, el cielo nocturno fue haciéndose presente en el lugar, pero la niebla permanecía por muchas zonas.

La nieve comenzó a caer suavemente, cosa que pudieron apreciar los tres desde la cabaña de Urokodaki.

— ¿Te parece si salimos luego, Kanroji?— Preguntó Tomioka sin despegar su mirada de la ventana, apreciando cada copo que caía. La chica lo observó y meditó unos instantes.

— ¡Sí! ¿A dónde iremos?— Preguntó emocionada mientras comenzaba a tomar, por fin, de su comida.

— A mi refugio secreto.— Comentó. Desde la muerte de Makomo y Sabito, aquel se había vuelto, oficialmente, el refugio secreto de Tomioka, aunque Urokodaki también lo conociese.

La de cabello bicolor sonrió suavemente y asintió emocionada; cosa que Giyuu vio pues tuvo que volver su vista al frente para poder comer.

Sabito cosía lentamente el haori de Tomioka mientras este aguardaba en silencio en el otro lado de la habitación, con sus labios y puños apretados

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Sabito cosía lentamente el haori de Tomioka mientras este aguardaba en silencio en el otro lado de la habitación, con sus labios y puños apretados.

— ¿Cómo es que rompiste tu haori, Tomioka?— Inquirió Sabito curioso mientras daba por finalizada su labor. Tras eso, acomodó todo y se levantó para devolverle el haori a Tomioka; no obstante, una vez que estuvo frente a él se puso de rodillas y lo encaró, abrazando el haori para evitar que se le fuera arrebatado.

Tomioka lo observó con ojos tristes, y, aunque a Sabito se le hacía imposible resistirse a esa mirada, aquella vez se opuso, molesto. Le preocupaba Giyuu y no le iba a permitir salirse con la suya en un momento así, ya que todo aquello le había llevado a deducir que le había sucedido algo malo.

Giyuu.— Dijo firmemente mientras lo observaba de manera seria. El contrario levantó la cabeza y lo observó de forma suplicante.— ¿Por qué no me lo dices y ya? No te va a pasar nada.— Comentó, esta vez de una forma más suave. El contrario se quedó en silencio.

— ¿Y por qué insistes en que lo diga? No va a pasar nada.— Sabito lo observó molesto, pero Giyuu no retiró lo dicho, al fin y al cabo, era la verdad.

— ¿Podrías simplemente decírmelo?— Pidió lo más tranquilo que pudo. Tomioka le sacó la lengua.

— No quiero.— Dijo infantilmente. Sabito pareció molestarse más; así que sin pensarlo lo tomó de los hombros con ambas manos.

— ¿Me lo dirás por las buenas?— Inquirió.— Solo quiero saber cómo acabó roto. No es nada del otro mundo.

Giyuu desvió la mirada en silencio y con su dedo índice acarició suavemente la palma de la mano del contrario.

— Suéltame.— Pidió. El pelirrojo no hizo caso y mantuvo sus manos en el lugar, a lo que Tomioka se molestó. Puso sus manos en las muñecas del contrario y forcejeó para poder zafarse del persistente agarre en sus hombros, pero aunque consiguiera deshacerse de las manos del contrario estas volvían a sus hombros antes de darse cuenta.

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