La desesperación me llevó a buscar ayuda en el lugar equivocado.
Con Renato llevábamos nueve años de casado, de los cuales los últimos dos se habían vuelto una tortura. Entre la rutina y los problemas económicos nos llevaban a tener constantes discusiones, las que nos alejaba cada vez más.
Ya no soportaba su voz, su olor ni su presencia, a diario fantaseaba con la idea de separarme de él y ser una mujer libre como lo eran mis amigas solteras.
No sólo envidiaba la vida de mis amigas solteras sino también las casadas, ellas se veían felices junto a sus esposos. Pensaba en silencio < Que suerte tuvieron ellas al escoger un marido que les dan una buena vida; en cambio yo me dejé llevar por el amor uniéndome a un simple obrero de una construcción>.
Cada mañana me despertaba reclamándole por la falta de dinero, si no era por eso era porque no me había dado los buenos días, otras veces por no comerse todo lo que le servía en el plato, también le reclamaba por llegar tarde del trabajo y no darme atención... En fin, a diario buscaba motivos para discutir con él.
En un principio él me contestaba en mis reclamos, después ya con cara de cansancio solo miraba al suelo y se quedaba silencio para no seguir con la discusión. Esto me molestaba aún más, lo sentía como una burla, una provocación su indiferencia y más me alteraba. Ya no lo soportaba.
Pensé en muchas ocasiones pedirle que nos separáramos, pero por mi hijo no lo hice, sentía que había perdido el amor por él, hasta que mi vida dio un giro rotundo.
Cierta tarde recibí una llamada.
-¿Buenas tardes, hablo con la señora Ana Palacios? -
-Si, con ella-
-Lamento informarle que su esposo acaba de tener un accidente. Del cuarto piso del edificio en construcción, le cayó una viga, lo trasladamos de urgencia al hospital central, pero el pronóstico no es bueno, quedó muy dañado-
En ese momento se me cayó el teléfono de las manos y un gran dolor tocó mi corazón. Dejé a mi hijo con mi madre que vivía cerca y corrí al hospital.
Al llegar no pude verlo, le estaban haciendo una cirugía de emergencia, nadie me daba noticias de su estado hasta que al terminar pude hablar con el médico.
-Su esposo esta muy grave señora, si pasa esta noche sería un milagro... Ya no queda mucho por hacer si tiene fe y es creyente pida porque se salve-
No podía creer lo que escuchaba, en la mañana mi marido estaba bien, de hecho habíamos discutido como siempre y salió de casa molesto conmigo. No quería pensar en que nuestra última conversación sería una discusión por cosas cotidianas, sentía mucha culpa de mi actuar.
Pensaba en como iba a salir adelante sin él, tendría que trabajar para mantener a mi hijo y él tendrían que quedar sólo durante el día, puesto que mi madre tampoco me podría ayudar ya que igual trabajaba. Pensaba en las deudas que teníamos y en como poder pagarlas, en fin pensaba sólo en cosas materiales, hasta el momento en que pude entrar a la sala a verlo.
Lleno de vendas y conectado a una máquina lo vi tan frágil y vulnerable, que hizo que mi corazón y mis pensamientos cambiaran rotundamente, no era sólo el aporte económico lo que me haría falta, me di cuenta que lo amaba y que no quería perderlo, recordé todos nuestros buenos momentos y en todo el amor que me entregaba, recordé la seguridad que me otorgaba al dormir cada noche a mi lado, y el apoyo que recibí cuando falleció mi padre, él siempre había estado a mi lado cuidándome, algo que la rutina me había hecho olvidar. No vi que el cada mañana despertaba a las cinco de la madrugada para viajar tres horas hasta su trabajo, para que nada nos faltase, no era un hombre de demostrar su amor con palabras, pero con sus actos lo dejaba más que en claro.
No, no podía permitir que me faltase, aún quedaba amor entre nosotros.
Llorando con sus manos entre las mías le supliqué que luchara por su vida, que no se diera por vencido que lo amaba y que no podría vivir sin él.
En ese momento ingresó una enfermera y me pidió que me retira para no alterar al paciente. Mi marido sedado no había escuchado nada de lo que le decía pero al darle un beso en su frente sentí que me había entendido.
Al salir de la habitación, había una mujer en la sala de espera que me preguntó porque lloraba y le conté sobre mi esposo y su gravedad a lo que me dijo:
-Yo también sufrí mucho por la enfermedad de mi hijo, pero alguien me hizo el milagro de salvarlo-
-Por favor, dígame que hizo, yo haría lo que fuera por salvar a mi marido-
-No se si ha escuchado de un angelito que murió trágicamente en un incendio, se dice que su espíritu es milagroso y si le pides algo con fe frente a su tumba, él concede el favor, pero a cambio debes dejarle un juguete en su tumba, debe ser un juguete nuevo-
En ese momento no tenía dinero para comprar un juguete nuevo, por lo que fui a casa y le llevé un camioncito de mi hijo Gonzalito.
Al llegar a su tumba, le pedí con mucha fe por la salvación de mi marido, en ese momento llorando sentí una enorme paz como si alguien me consolara, me levanté de su tumba en donde estaba de rodillas y regresé al hospital.
Al llegar mi esposo aún estaba sedado sin reaccionar, por lo que me quedé toda la noche en la sala en espera de noticias.
A la mañana siguiente logré hablar con el médico quien me tenía buenas noticias.
-Esto parece un milagro, su esposo pasó bien la noche y ha despertado, puede pasar a verlo-
En ese momento mi corazón salto de alegría, mi amor había sobrevivido y ahora las cosas serían diferentes al darme cuenta de cuanto lo amaba.
Ingresé a su habitación y con lágrimas en los ojos le dije que lo amaba y que haría todo lo posible por recuperar nuestra relación. El sonrió y me dijo:
-Mi esposa hermosa, yo nunca he dudado en nuestro amor... También haré lo posible por reconquistarte y dedicarte más tiempo... Te amo-
Cuando regresó a casa sentí que todos mis problemas estaban resueltos y con mi amor renovado pensé en que ya nada me podría afectar, me sentí fuerte y segura nuevamente, no pensé en que los problemas estaban recién comenzado.
En aquellos días en que mi esposo estaba hospitalizado me enfoqué totalmente a él, sin darme cuenta de los cambios que estaba sufriendo Gonzalito.
Andaba triste, cansado y con falta de apetito por lo que había bajado considerablemente de peso. Cada noche lloraba para que no lo mandara a la cama, era como si tuviera miedo de dormir. Fue por ese motivo que cambié su cama a nuestra habitación para que se sintiera protegido por sus padres.
Cada madrugada entre sueño sollosaba diciendo palabras que en un principio no entendía, pero al pasar las noches pude darme cuenta que me pedía ayuda.
-Mamá no dejes que me lleve... Mamá aleja al niño con cara fea... Mamá yo no quiero jugar con él-
El corazón se me congelaba al escuchar sus palabras, por lo que lo despertaba y lo tomaba entre mis brazos diciéndole que mamá jamás permitiría que se lo llevarán. Él al despertar en mis brazos no entendía lo que le decía ya que no recordaba lo que hablaba entre sueños, sólo sentía miedo pero me decía que no sabía porque.
Cada noche era igual a la anterior, mi hijo se veía pálido y ojeroso, era como si algo le estuviera arrebatando la vida. Cada noche al escucharlo lo tomaba en mis brazos y lo despertaba, hasta esa fatídica noche en que ya no despertó.
Con gritos lo llamaba mientras besaba su frente, y le rogaba que no me dejara, con el corazón hecho trizas ante la posibilidad de perder a mi bebé que tanto amaba.
Mi esposo en ese instante me sacó de mi estado y tomando a mi hijo entre sus brazos me dijo:
-Calma Ana llama a una ambulancia que Gonzalito no se ha ido-
Al llegar la ambulancia trataron de revivirlo pero no despertaba, estaba en un estado de coma profundo, por lo que lo llevaron al hospital.
Nos fuimos con él en la ambulancia, mientras tomaba su mano y oraba para que no se muriera.
Pasaban los días y Gonzalito no despertaba de su estado de coma, a pesar de que los médicos decían que sus órganos funcionaban bien, a parte de su estado de debilidad y notable desnutrición.
Yo me quedaba a su lado día y noche y cuando mi esposo salía del trabajo me acompañaba en la vigilia.
Fue en una de esas noches que al despertar en la madrugada vi como un niño espectral con cara desfigurada se acercaba a mi hijo tomando su aliento.
Entre el miedo y el pánico que me producía tal escena comencé a rezar y a leer un salmo de protección que me leía mi madre cuando era pequeña. Pidiendo que tal entidad se alejara de mi hijo, después de unos minutos aquel niño espantoso me miró con cara de odio y emitió un fuerte chillido que heló mi piel e hizo que mis pelos se erizaran, jamás había sentido tanto miedo en mi vida, después de ésto se alejó de mi hijo y desapareció dejando un fuerte olor a carne quemada y descompuesta.
Estaba más que aterrada con la posibilidad de perder a mi hijo en manos de un espíritu demoníaco, pero no me daría por vencida y seguiría luchando por protegerlo.
A la mañana siguiente salí de la habitación por un café y me encontré con aquella mujer que me había hablado del niño supuestamente milagroso. La encaré y le reclamé que me había llevado a una maldición al sugerirme pedirle ayuda.
La mujer sólo me miraba consternada y esperó a que me calmara:
-¿Hiciste lo que te dije? ¿Le llevaste un juguete nuevo?-
-No... Bueno yo no tenía dinero en ese momento para comprarle un juguete nuevo, por lo que le llevé uno de mi hijo-
-Ahí estuvo tu error, la entidad no tomó el juguete, sino la esencia de ese juguete, el vio aquel regalo como un símbolo de que le estabas entregando a quien le pertenecía dicho objeto, osea el tomó el alma de tu hijo a cambio del favor-
Me estremecí al escuchar las palabras de aquella mujer, como había sido tan tonta de no tomar en cuenta que un objeto de mi hijo estaría en un cementerio, con las consecuencias que eso podría acarrear.
-¿Que puedo hacer para remediar esto? No puedo perder a mi hijo, no lo soportaría-
Ella Entregándome una tarjeta me dijo
-Ve a visitar a este hombre, él te puede ayudar-
Fui a la dirección señalada en la tarjeta y me encontré con un curandero, al contarle mi historia me dijo:
-Es grave lo que hiciste, el alma a la que le pediste el favor no es de un niño, es un demonio que toma la apariencia de un niño, para alimentarse de la energía de quienes le pidan favores, ahora debes recuperar ese juguete y traérmelo para curarlo y dejarle un nuevo juguete para que no tome represalias por no haber cumplir con tu palabra, ya que si no lo haces volverá por la vida de tu esposo-
Hice lo que me dijo aquel hombre y luego volví a verlo. El hombre curó el juguete y luego lo quemó, después de ésto me pidió que lo llevara a ver a mi hijo.
Al llegar le hizo un ritual de protección para que sea invisible a cualquier entidad. Después fue a mi casa en la cual también dejó una protección.
A los días Gonzalito despertó de su estado de coma, sin recordar nada de lo sucedido, recuperó su apetito y su alegría, y de la entidad no volvimos a saber nada más.
Ahora con todo lo vivido nos cuidamos y nos protegemos mucho más, valoramos nuestra familia y el esfuerzo de cada quien.
Es fácil que la rutina nos haga olvidar del amor, generalmente nos enfocamos en lo malo y no agradecemos lo bueno que podemos tener, pero basta que sintamos que perdemos a alguien para hacernos dar cuenta de nuestros sentimientos y de lo que realmente importa... No hay que dejar que una desgracia nos haga reaccionar, hay que valorar día a día a las personas que tenemos a nuestro lado y agradecer por la fortuna que de sentir amor y de que nos amen.