Cuando Tenía 14 Años Trabajaba en una Tienda en el Barrio de San Miguel, en León Guanajuato.Recuerdo que los sábados, solo lo hacia por medio día. Aprovechando la hora, a mi regreso acudía algunas veces al panteón san Nicolás, a visitar algunas tumbas y pasar un momento de meditación y tranquilidad.
Fue en uno de esos paseos, que miré una tumba muy antigua y pequeña. Pertenecía a un niño de 2 años que había fallecido como 70 años atrás, estaba muy deteriorada y en un completo abandono, la sacudí, le puse unas flores de otra tumba, yresé un padre nuestro por el pequeño.
Así pasaron unos días, todo parecía normal hasta que... Comenzaron a pasarme cosas extrañas, cuando caminaba por la calle, sentía que algo iba a pasar junto de mi a la altura de mis pies; casi podía ver la silueta como si un perro o algo así fuera a rebasarme, pero volteaba y nada.
Eso en la calle, pero también en mi casa comenzaron a darse hechos raros, a mi mamá le tiraban sus mesetas, echándole siempre la culpa a mis sobrinos, cuando en realidad a veces ni estaban. Entre otras cosas raras una de ellas fue que siempre que pasaba junto a un puesto de periódicos, el señor que los vendía comenzó a decirme: -Ya ves por andar de noviero ya te colgaron un milagrito-.
No hice caso, pues no entendía el por que de sus palabras hasta que un día le dije: -Oiga don, -¿Por que me dice eso?-
-No te hagas, pues por el niño que te llevas casi todos los días a chambear-.
-¿Cual niño don, no se de que me habla?-
Y seguí mi camino pero ya con una gran duda.Fue entonces que me cayó el veinte, como decimos, espere el sábado; compre una veladora, un cochecito y una bolsa de canicas y fui a su tumba. Deposité los juguetes, rece por su alma, traté de explicarle que él ya no era parte del mundo de los vivos, que buscará a sus padres; encendí la veladora en señal de luz y regrese a mi casa. Esperando que ese niño pudiera trascender y poder descansar en paz.
Me quede dormido, esa noche dormí plácidamente, soñando con una pareja que llevaban un pequeño de la mano, pero de pronto, se soltaba y volteaba a verme, diciéndome adiós con su manita; pero sobre todo, con una dulce sonrisa dibujada en su infantil y tierno rostro.
A partir de ese día, dejaron de suceder esas manifestaciones, entendí que al fin ese pequeño, encontró la paz que necesitaba.