Tomaría un curso de una semana para aprender algunas cosas, mejorar ciertos conocimientos y unos asuntos de orientación vocacional. Para esos outsiders o frikis que sus padres quieren remediar. Al principio, la idea me parecía aburrida, pero cuando llegó al aula y lo vi, sólo anhelaba regresar a dicho salón de clases.
Eran las siete a.m. y yo ya estaba en camino hacia aquel lugar.
El edificio era demasiado lujoso para ser verdad, y debido al precio elevado que habían pagado mis padres, me esperaba que un elevador me transportara al salón. Miré mi reloj. Aún quedaban quince minutos antes de que la clase comenzara, así que fui a la cafetería -que quedaba en el segundo piso- y compré un café. Subí al elevador de nuevo y me encaminé al cuarto piso, en donde se ubicaba el aula.
Caminé con mi mochila colgada de un lado, examiné el lugar.
Había unas doce butacas dobles, un proyector y un escritorio hasta el frente de todo. Unos pósters sujetados con tachuelas en las paredes y algunos anuncios de actividades extracurriculares del lugar. En total, habían unas doce personas ya dentro. Algunos hablaban, otros revisaban el celular y una chica leía. Divisé un lugar en la sexta butaca del lado derecho del salón de clases y me senté ahí. Estiré un poco mis piernas, acomodé mis cosas en el asiento vacío y saqué mis audífonos. Revisé la hora y me percaté de que faltaban cinco minutos para que el profesor llegara. Miré impaciente a la puerta, quería terminar lo más rápido posible esa tortura y regresar a mis actividades de verano normales (dormir y pasar tiempo en la PC), cuando miré a un chico entrar. Era de estatura baja, su cabello era negro y lo llevaba un poco corto, aunque no tanto. Tenía delineador en ambos ojos e iba vestido de negro. Su piel era blanca y llevaba un piercing en el labio inferior. Lo miré de pies a cabeza. Era guapo, demasiado. Llevaba una mochila con unos pins y parches de nombres de bandas; una playera de los Misfits, unas Converse negras y el pantalón rasgado de las rodillas. Sonreí tímidamente y esperé que no me estuviera viendo, porque seguro para esa entonces ya me habría sonrojado prominentemente. Bajé la mirada y pretendí estar en el móvil. Luego de unos segundos, volví a verlo y noté que seguía parado ahí, viéndome y sonriendo al mismo tiempo. Le sonreí de vuelta, apenado, y el se sonrojó un poco. El chico, un tanto avergonzado, agachó la cabeza y se sentó en una butaca libre del frente, se recostó sobre la paleta de la butaca doble y escondió su cara entre sus brazos.
El lugar que estaba al lado de él quedó vacío. Una campana sonó exactamente a las ocho a.m. y el profesor entró al aula. Dentro de todo ese coqueteo -si se le podía llamar así- no me había dado cuenta de que yo era el único retraído en la butaca de atrás. En la clase, sólo había quince personas, de las cuales catorce estaban hasta delante.
El profesor, que llevaba lentes, un traje demasiado formal y un portafolios negro me vio con una expresión de desapruebo.
-Joven Way, intégrese con sus compañeros. Siéntese aquí, junto al joven Iero.- Dijo y señaló el lugar de aquel chico -¿Iero lo había llamado?- asentí apenado y me levanté. Caminé y le solté unas expresiones de por-qué-hizo-eso al profesor, él no hizo nada más que menear la cabeza y esperar a que me sentara.
Al momento en el que posé mi cuerpo sobre la butaca, mi rodilla rozó la de aquel chico, haciendo que se sobresaltara y me mirara avergonzado y sonrojado. Sus mejillas blanquecinas ahora eran rojo carmesí y sus ojos, cubiertos por el delineador negro, brillaban un poco. Sonrió y luego se incorporó para mirar al profesor.
-Permítanme presentarme, soy el profesor Stevens. Gusto en conocerlos, aquí aprenderán a adaptarse y a forjar metas para el futuro...- Dejé de escuchar su absurda presentación y empecé a babosear la mochila del chico, que era algo interesante de ver. Comenzó a pasar lista, y pude saber el nombre de aquel chico. Se llamaba Frank, Frank Iero.
Stevens ya estaba anotando unas cosas en el pizarrón.
-Para éste ejercicio, quiero que trabajen con su compañero de banca. Responderán ésta hoja.- Nos extendió una hoja que tenía una pregunta, la cual decía:
¿Qué piensas sobre tu compañero?
En ese momento, deseé con todas mis fuerzas que yo hubiera sido el alumno que siempre queda fuera y realiza los trabajos con el profesor. Pero no. Estaba ahí, intentando formular una respuesta a esa complicada pregunta.
Yo era demasiado tímido. Miré hacia la hoja que Frank tenía, y pude notar que estaba jugando con el lapicero mientras provocaba sonidos. Mordía el lapicero inquietantemente. En su hoja, estaban escritas cuatro palabras:
"El es tan... ¿guapo?"
Esas cuatro palabras lograron que mi corazón diera vuelcos precipitados. Que mi mente se hiciera un revoltijo. Y que mi rostro enrojeciera de manera irremediable. Frank me miró de reojo y, al ver que miraba detenidamente y con el rostro enrojecido su hoja, comenzó a tachar lo que había escrito. Lo cambió por algo demasiado simplón:
"Parece buen chico"
Yo aún no sabía qué carajos escribir, así que, ante tal declaración, sólo pude escribir: Su mochila me gustó.
El resto de las actividades fueron contestar algunos tests y cosas por el estilo. De no ser porque Frank estaba ahí, todo hubiera sido demasiado tedioso y aburrido. Al menos, podía ver discretamente cómo jugaba con su piercing y apreciar sus ojos; sus ojos eran demasiado perfectos, el delineador resaltaba el color avellana y los tonos de verde que sobresalían.
Cuando Frank me miraba de reojo, yo posaba mi mirada en las hojas aburridas, y, al pasar unos segundos, volvía a verlo, para encontrarme con esos bellos ojos resplandecientes. Ambos sonreíamos sonrojados, pero ninguno de los dos se atrevía a pronunciar alguna palabra.Era demasiado miserable.
Todo era demasiado miserable.
Sonó una campana a las diez, en la cual Stevens nos dijo que teníamos un pequeño descanso de veinte minutos, y que podíamos hacer lo que quisiéramos. Cuando Stevens terminó de dar la indicación, Frank se levantó tan rápido como fue posible y se dirigió con la chica que previamente estaba leyendo. Rascó un poco su cabello y dejó su mano apoyada en su nuca, mientras hablaba con aquella chica. Ambos sonreían. Frank tenía una media sonrisa, y se notaba un poco abrumado. La chica, quien era de tez blanca, ojos negros y cabello corto, sonreía a la par y lo miraba detenidamente.
La chica parecía haber dicho algo que Frank había olvidado, y él, en gesto de recordarlo, comenzó a escudriñar en su mochila. Sacó un CD y se lo tendió a la chica, quien sonrió ampliamente y lo guardó en su mochila.
Yo no tenía nada que hacer en los veinte minutos de descanso, así que saqué el móvil y me puse a jugar un rato.
Cuando la campana volvió a sonar, Frank se acercó con aquella chica al lugar en donde estábamos sentados.
La chica me sonreía y Frank fingía -o eso parecía- mirar a otro lado impacientemente, mientras jugueteaba nervioso con sus manos.
-Espero no molestarte, ¿Gerard, verdad?- Asentí -Pero me gustaría sentarme junto a Frank, ¿querrías cambiar de lugar? La chica que está junto a mí es un tanto agradable- Me guiñó el ojo y esperó a que diera mi respuesta.No quería cambiarle el lugar.
Quería apreciar a Frank el resto del curso.
Pensé que la chica era su novia, así que mis ilusiones se fueron hacia abajo; entonces, no me quedó otro remedio.
Entonces acepté.
-Eh... Sí, no hay problema.- Miré a Frank de reojo, parecía incómodo con la situación. Comencé a guardar mis cosas y a levantarme.
-Muchas gracias.- Comentó la chica felizmente, mientras le tomaba la mano a Frank y le susurraba "Vamos".
Caminé hacia el lugar donde la chica estaba sentada, y me acomodé para tomar los otros ciento veinte minutos que restaban del curso mediocre.
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El chico del curso || Frerard One Shot
FanfictionY ahí estaba yo, preguntándome si hablarle sería lo correcto.