Capitulo 8: Paisaje irreal

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– "¡AMELIA! ¡¿QUÉ ESTAS HACIENDO?!"-

Me levanté de golpe y sudorosa. Miré a mi alrededor intentando entender lo que sucedía. Estaba a oscuras, un rayo de luz se filtraba por entre las persianas de la habitación y se reflejaba en el rostro de la chica que yacía a un lado mío. Había sido solo un sueño, pero ya había pasado mucho tiempo desde que pensaba en eso. Dios... ¿Qué hora era? La cabeza me seguía martillando como si de una migraña se tratara. Quería volver a dormir. No había razón para preocuparse por aquello que se había quedado atrás, la más grande prueba de ello era la manera en que mi corazón latía al mirarla durmiendo plácidamente a un lado mío. Me senté en la cama intentando que mi frecuencia cardiaca se apaciguara de una vez por todas. ¿Porqué mi subconsciente me había jugado una broma tan pesada como esa? No importaba, debía sacarlo de mí a toda costa.

– Amélie? Que fais tu éveillé? Es muy temprano aún. – Una voz interrumpió mis pensamientos, la había despertado.

– Rien amour, désolé, j'ai eu un cauchemar. No quería molestarte, regresemos a dormir. – Ella se dio la vuelta y yo la abracé desde la espalda. Pasamos unos cuantos minutos de esta forma, aunque no logré conciliar el sueño. Mi mente estaba despejada al contrario de mi cuerpo que se sentía muy alerta, dormir no parecía una opción. Maldecí en silencio. Solo quería descansar.

Adeline se volteó hacia mí y quedamos frente a frente, pasó sus brazos por mi cuello y me abrazó acomodando su cabeza en mi pecho. Podía percibir su delicioso aroma aún más de cerca, me traía calma, aunque todo dentro de mí demostraba lo contrario. Mi corazón no se había logrado tranquilizar y sentía pequeños temblores manifestándose.

– Ça va? Parece que tu pesadilla no te ha dejado. – musitó mientras se separaba de mí poco a poco.

– Ça va. Es solo que... Creo que ya no puedo dormir.

– ¿Qué te dio tanto miedo?

– No fue nada – "Ojalá fuera cierto", pensé

– Bueno, tus clases empiezan todavía en un par de horas y ya estamos despiertas. ¿Te parece si te muestro algo mientras tanto?

Acepté feliz, sentía curiosidad de saber qué era lo que quería mostrarme. Nos levantamos de la cama aún con la ropa del día pasado. Adeline no traía nada más que vestir. Cuando vino, no esperaba que las cosas terminaran de una forma tan positiva y mucho menos que se quedaría durante la noche. Afortunadamente ella era solo un poco más alta que yo, por lo que mi ropa le quedaba bien, le presté una sudadera y unos jeans al azar. No le hizo mucha gracia pues, aunque solía verse desaliñada, sus conjuntos siempre parecían seleccionados con detenimiento. El pensar en cuán distintas éramos me hizo reír en silencio mientras ella seguía mirándose al espejo buscando acomodar cada prenda de una mejor manera. Yo simplemente abrí un cajón y saqué una playera. Me volteó a ver extrañada.

– Dos cosas. Uno, ¿no utilizarás un suéter?, está helando afuera. Dos, ¿te quedarás con los mismos jeans?

– Uno, no, estoy bien así. El frío no me molesta, pero si de repente empieza a salir el Sol y me da calor me pondré de mal humor. Dos, sí, los pantalones se pueden usar más de una vez. – Adeline me siguió lanzando esa mirada repleta de curiosidad y extrañeza.

– Si tú lo dices. – Se encogió de hombros y me jaló de la mano llevándome hacia la puerta.

Finalmente salimos de la casa y caminamos por la acera. El Sol apenas empezaba a salir y todo estaba bastante tranquilo, tenía sentido, aún era temprano. Intenté tomar a Adeline de la mano, pero inmediatamente la escondió dentro del bolsillo de la sudadera que llevaba puesta. No le di importancia, y seguimos al frente. Al viajar así por un rato pude percatarme de que Adeline tenía un andar bastante peculiar, parecía que quería llegar rápido a su destino. Me costó trabajo adecuarme a su ritmo pues, usualmente, mi caminar es lento. Me gusta disfrutar de mi traslado entre lugares, pero en ese instante me sentía como una pequeña intentando alcanzar a su padre. Al fin, logré mantener resonancia entre sus pasos y los míos. El tiempo pasaba, estabamos en silencio, aunque no se sentía incómodo, en realidad era bastante agradable el simple hecho de poder pasar un rato juntas sin ningún tipo de complicación. Se sentía bien. Me hacía sentir segura, completa, como si nada pudiera hacerme daño. Quería seguir reviviendo esa sensación toda mi vida, me habría encantado que fuese eterno. Doblamos en una calle que no logré reconocer.

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