DIA 17: ÁNGELES/DEMONIOS

544 62 8
                                    

Listo.

Por fin lo habían hecho. Había logrado que le echarán del infierno.

¿Que tan mal demonio debió ser que fue lanzado a la tierra cual basura?

Pues simplemente ser el. Furihata Kouki.

Pero es que no entendía. A Kouki le gustaba la sensación del sol en su rostro; usualmente los demonios lo odiaban. A Kouki le gustaba el aroma de las flores por las mañanas; a los demas demonios les provocaban náuseas. Kouki no había desarrollado y al parecer no lo haría; el par de cuernos naturales que los de su especie portaban con orgullo en la frente, al menos tenía cola y alas, que gracias a Dios... O al Diablo; ya no sabía a quien rezarle, si tenía.

Entonces Kouki con temor, sin entender, sin manejar bien la naturaleza humana, vivió entre ellos.

Entonces Kouki con temor, sin entender, sin manejar bien la naturaleza humana, vivió entre ellos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Akashi Seijuuro era el Ángel, entre los ángeles. No había querubín que no se postrarse a sus pies, los cupidos huían en su presencia, casi era adorado como a Dios... Y fue esa la razón de su destierro.

"Tu alma es buena, de buen corazón. Pero una parte de ti se ha corrompido. No sabes lo que es la gentileza ni el amor. Irás a la tierra y aprenderás de aquel a quien desprecias"

Es una orden— murmuró molesto el pelirrojo mientras caminaba con aires de grandeza. —¿Quien se cree que es? Cierto... Es Dios—

Vestido en un traje blanco que casi lastimaba los ojos de quien lo observaba, con una hoja que parecía de oro donde se suponia estaba la dirección de quién aprendería a amar.

Patrañas, Akashi Seijuuro era un dador de amor naturalmente, nadie le enseñaba como debían amarle. El era perfecto, sin fallas.

Lamentablemente Dios no lo veía de esa manera.

Así que ahí estaba, frente a i edificio de departamentos que podría pasar a mejor vida con una bendición y una bola de demolición, de preferencia la bola de demolición.

De pronto su vista se nublo y; antes de caer vio un par de alas negras de demonio.

¡¿Cómo no pudo haberlo previsto?! ¿Cómo es que no lo sintió?

Cuando despertó que vio casi le hace querer pensar que estaba equivocado, pero eso era imposible ya que Seijuuro nunca se equivocaba.

—¿Qué haces aquí demonio del infierno?—

—Emmm... A-Aqui... Vi-Vivo, ya sabes... Esta es mi casa—

Kouki quería ahogarse en su propia sangre, saliva o líquido necesario para morir. Si pudiera claro.

Encontrarse con un ángel del calibre del pelirrojo en su sala era casi la muerte.

Pero algo en su corazón, o en la mirada de soledad que le noto le impidió abandonarlo a su suerte.

Seijuuro por el contrario no cabía en el asombro del demonio castaño frente a él.
Naturalmente los humanos no podían ver sus alas, cuernos o aureloas, pero si podían sentir sus presencias.

Kouki no tenía una. No una demoníaca al menos. Tampoco una angelical y mucho menos una normal humana. Era raro. Diferente. Era... Único.

Kouki no entendía como un ángel que parecía y afirmaba sin preguntarlo era uno fuerte,
quizá un arcángel o muy cercano a Dios, no se sabía los rangos ni le interesaban; estaba en la tierra, solo. Y con su dirección en mano.

—¿Vienes a matarme? N-No he echo nado malo, no he dañado a nadie, no es justo que me maten. Llevo años viviendo entre los humanos y no he causado un alboroto, ¿Porque ahora?—

Seijuuro quizá llenarse de cólera. Pero no pudo ¿Cómo hacerlo? Si el chico frente a él destilaba un aroma a sol y a rosas. A bondad y amor.

Casi; y no iba a hacer comparaciones engreídas, casi; se se tía cómo Dios.

La bondad y el amor que brillaba a su alrededor no eran compatibles con los demonios.

Entonces olió el azufre. La maldad que se acercaba. Huestes del infierno dispuestas a matar y comer almas.

Kouki salto de su lugar y atrapó algo en el aire y casi Seijuuro quiso darse un tiro por semejante... Estupidez.

—¡Berry! Te he dicho miles de veces que no asustes a los invitados—

La dichosa... Hueste, no era más saque un gato... Uno demoníaco al parecer.

—No pude abandonarlo a su suerte. Los demás lo m-matarian, era mi única amiga así que... Solo no pude dejarlo ¡Pero te prometo que solo come ratones y a veces asusta al vecino del piso 8, ese hombre si de-debería ir al infierno—

Kouki no lo comprendió, y si no fuera porque Berry le metía las garras en la piel abría jurado que lo que veía era una alucinación por culpa de la comida que le diera la novia de su Senpai de la Editorial en la que trabajaba. Aída era un as en su trabajo, pero  a la hora de cocinar... Dejaba mucho que desear.

Su corazón latió con fuerza, sintió que el pelirrojo no era tan malo como aparentaba, es decir era un ángel pero sí que parecía demonio.

Bueno ya no tanto, pues este había reído con una ligereza envidiable que le hicieron ver extremadamente guapo.

Seijuuro por su parte lo entendió todo. Dios le había mostrado el amor en la persona menos esperada y estaba seguro que ya no podría dejarle.

Seijuuro no quería volver al cielo si significaba filas y filas de ángeles cortados por la misma tijera.

La suya claro.

El punto era que Kouki era un enigma, uno de sonrisa y aura bella a la que pensaba explorar hasta el final de sus días.

31 DIAS DE AKAFURIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora