Tercer día: Eres la envidia de las flores.

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— ¿Cómo vas con tus treinta días?

—Todo está yendo a la perfección.

—Eunbi, deberías parar.

— ¿Qué? —Eunbi volteó a ver a Sojung, esta estaba lavando los platos del fregadero.

—No quiero que termines peor de lo que estabas.

—No será así, ella me ama.

—Eunbi-

—Un momento. —Sojung no pudo terminar de hablar ya qué el celular de Eunbi sonó. —Dime. Sí. Listo. Enserio te lo agradezco, Umji. Adiós.

— ¿Quién es?

—Una amiga, me está ayudando con algo. Me tengo que ir, adiós Sojung.

No esperó alguna respuesta de Sojung, solo salió de la casa y se direccionó a su auto para ir a la Universidad de Yerin.

El caminó hacía la Universidad se mantuvo en silencio, la radio transmitía la canción que en algún momento Yerin le dedicó.

«Lick me, drown me, crush me. Take me down, eat me, smoke me»

Sinb tarareaba las letras con todo el corazón. Era una canción que expresaba todo lo que ambas sentían en algún momento, una canción que ella amaba tanto. La cual también la hizo llorar de tanto escucharla en su antiguo departamento.

Llegó a la Universidad diez minutos antes de la salida de Yerin. Vio a su querida amiga, Umji, a unos metros de ella.

Se acercó con una sonrisa.

—Eres increíble, Sinb.

—Lo sé, lo soy.

—Estamos mano a mano. —Yewon se refería a los miles de favores que pidió a Sinb. Cosa que fue pagando poco a poco.

—Sí, bueno...

—Oh vamos, esto es lo último.

—Está bien, está bien. Este es el último favor.

Yewon con una sonrisa en sus labios ayudó a pasar todo el cargamento al auto de Sinb. Algunas personas que pasaban miraban a ambas chicas, lo que hacían no era algo que pudieras ver todos los días.

Un minuto antes de la salida de Yerin ya estaba listo todo. Yewon se despidió de su fiel y gran amiga y se marchó. Ahora era el turno de Sinb, estaba jugando con fuego. Lo sabía. Pero por Yerin sería capaz de todo, hasta de hacer locuras inimaginables.

— ¡Yerin! —La llamó en cuanto la vio salir de la Universidad.

Yerin como consecuencia dirigió su vista a donde el viento arrastró la voz. —Sinb...

—Hoy es el tercer día, linda.

—Te dije que detuvieras todo esto. —Yerin se refería al gran ramo de rosas azules que tenía en frente, ni que hablar del auto, estaba decorado con algunas otras rosas.

—No puedo hasta acabar lo prometido.

—Sinb, por favo- —Yerin se calló al sentir la mano de Eunbi tomar la suya.

—Todas estas rosas son para ti, linda. Te mereces todo esto y mucho más.

—Sinb...

Sinb se iba acercando a Yerin, la idea de besarla paso fugazmente por su cabeza y tenía tantas ganas de volver a hacerlo. Estaban a tan solo pocos centímetros. Sinb se iba acercando, Yerin se iba acercando.

El mundo a su al rededor era nulo, era como si nadie más que ellas estuvieran ahí. Ni habían notado el gran círculo de personas que se habían acercado para ver la escena.

Sus labios estaban a escasos centímetros, sus respiraciones comenzaban a chocar entre sí. Un «Ya, bésala» sonó del circulo de personas.

Fue el detonante de todo.

Yerin se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Abrió sus ojos ante la escena, iba a casi cometer una locura.

—Sinb, no. —Los labios de Sinb cayeron en su mejilla, causando un pequeño sobresalto y un gran tintineo interior en Yerin.

Los ojos de Eunbi viajaron a todas las personas presentes, detestaba ser interrumpida.

—Vámonos de aquí. —Tomó de nuevo la mano de Yerin sin esperar alguna respuesta y entrando al auto se dirigieron a otro lugar.

—Imaginaba que me traerías aquí. —Yerin se refería al Rio Han, un lugar donde ambas tenían muchos recuerdos juntas.

—Pues, adivinaste muy bien, Jung Yerin.

— ¿Por qué flores?

— ¿No lo recuerdas?

— ¿Qué cosa?

—La primera vez que te conocí te regale una rosa azul.

—Eunbi yo-

—Yerin, créeme, sé que aún no estas preparada. No te quiero obligar a hacer cosas que no quieres, te reconquistaré poco a poco.

—Eunbi, no vuelvas a ir a mi Universidad.

— ¿Ah? —La magia se estaba apagando lentamente en el corazón de Eunbi, hace unos momentos estuvo a centímetros de besarla y ahora no podía ir.

—Si quieres verme solo llámame.

Una sonrisa de oreja a oreja se mostró en el rostro de Eunbi. Tenía ganas de abrazarla, de besarla, pero esperaría por ella.

—Salgamos del auto, Yerin. —Esta asintió y salió del auto junto a Eunbi. Se acercaron al borde del Rio Han.

Era como si el tiempo no hubiera pasado, en la mente de Yerin divagaron los recuerdos de la linda relación que mantuvo con Eunbi. Las veces en las cuales venían a mandar a la mierda al mundo y ser ellas.

Extrañaba esos momentos.

—Mira esa flor. —Eunbi señaló unas flores que destacaban entre otras plantas.

—Es bonita.

—Te tiene envidia.

— ¿Qué?

—Jung Yerin, eres la envidia de las flores. Tú eres más bonita, más hermosa y más preciosa que todas ellas. Mírate, tu belleza exterior las hace temblar de envidia y tu belleza interior las opaca completamente.

—Yo no sé qué decir.

—No digas nada, que tu hermosa voz les provoca ganas de matarte. Eres la perfección hecha en vida.

—E-Eunbi, para. —Un leve sonrojo se hizo presente en las mejillas de Yerin. Eunbi amaba ver aquel rojizo en ella.

No dijo nada más, solo se acercó a su lado tomando su mano. Su pulgar viajaba de norte a sur sobre su piel transmitiendo tranquilidad en la mayor.

La mirada de ambas estaba puestas en el agua, aunque por ocasiones, los ojos de Eunbi buscaran el rostro de Yerin.

— ¡Yerin! ¡Te amoooooooooooooooo! —Gritó, esperando que sus palabras volaran junto a las aguas cristalinas del río.

Estaba expresando sus sentimientos y la sonrisa en el rostro de Yerin confirmaban todo lo que sentía.




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Treinta días para recuperarte | SinrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora