2. Sanador de heridas

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Cuando desperté al siguiente día, me encontré con un cupcake de chocolate sobre la mesita junto a mi cama. 

Antes de analizar tanto la sorpresa, con las pestañas aún pegadas impidiéndome tener una vista clara, me emocioné muchísimo.

Julian podía ser un hombre de poca demostración afectiva, pero con un despertar así, me provocó un cierto grado de esperanza. Quizás, nuestra relación aún no estaba del todo perdida.

Me froté los ojos para admirar el cupcake, que estaba decorado con pedacitos de frambuesas frescas dentro de un empaque rojo. Sin embargo, me llamó la atención ver que se encontraba sobre una servilleta de papel, que fue arrancada como a cualquier cosa. Al costado, había una vela amarilla, de mi pastel del año pasado, y un encendedor encima de una nota dentro de un sobre sin cerrar.

Qué extraño.

Al abrirla y aún sin leer la nota, ya me había decepcionado.

"Feliz cumpleaños, Lana. Tuve que irme a Maine con urgencia. Sé que lo pasarás bien.

Julian.

PD: Ten en cuenta las recomendaciones de siempre."

Excelente.

No debería estar tan sorprendida.

Y en cuanto al posdata, ser la hija de Julian Bucranio tenía muchos pros y contras. Uno de ellos era, por ejemplo, que la policía encubierta jamás me dejaba en paz. Pero todavía no decidía si debía considerarlo como algo bueno o malo.

Vestidos como civiles, los policías estaban siguiéndome todos los días, incluso los festivos. Totalmente indiscretos, vigilaban mis pasos y tomaban fotografías hasta de las personas que se vinculaban conmigo.

A veces me hacían alucinar siendo una famosa celebridad y ellos, los paparazzi a mi acecho.

Es por eso que solo andaba con Svetlana, ya que cuando estábamos juntas, aprovechaban en matar a dos pájaros de un tiro. Sin embargo, la parte que me impedía satanizarlos, era saber que tenía suerte de tenerlos cerca. De esa forma, los reales enemigos de papá eran más precavidos en acercarse. Mucho mejores que mi verdadera seguridad.

Y Julian siempre decía que el enemigo de un enemigo, era un amigo.

Me senté sobre la cama y planté la vela en el pastelito, para cantarme feliz cumpleaños a solas.

Cuando era más joven me consideraba una persona amigable y estaba incluida en el círculo amistoso de muchas personas de mi edad. La inocencia de la juventud no me tenía considerada como una mala influencia entre la gente que pasaba el rato conmigo. Sin embargo, el tiempo fue pasando y las personas empezaron a evitarme. La normalidad en mi vida iba desapareciendo como mis amigos. Finalmente, la cereza que rebalsó el pastel, fue cuando mi padre fue a prisión.

La gente tenía miedo.

Ser amigo de Alana Bucranio significaba peligro inminente.

Dentro del sobre encontré una reservación para una cena en el Capriccio, un restaurante al que Julian y yo íbamos todas las fechas especiales.

La última vez que cenamos allí, fue cuando mi hermano regresó de California para ayudar con el juicio que sacaría a papá de la cárcel. Estábamos tan acostumbrados a estar envueltos en situaciones policiales y legales, que la celebración, más que ser por la libertad de Julian, fue por la visita de mi hermano.

Una vez más, di gracias al cielo por tener aquí a Sve. De otra forma, tendría que sonreír sola mientras los meseros del Capriccio me cantaban la canción de feliz cumpleaños entre a un mar de personas.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora