Capítulo 1: Los sueños parecen reales.

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Pudo oír la voz de Gabriel llamándolo desde la cocina:

- ¡José, el desayuno está listo!

José se levantó rápidamente de la cama y pudo percibir el olor a huevos revueltos que subía hasta su habitación. José amaba la hora de las comidas porque Gabriel tenía una sazón exquisita y, además, ¡toda la comida era para él!

Por alguna razón Gabriel jamás comía, sólo se sentaba a mirar a José y a tratar de entablar alguna conversación. Era extraño. Sin embargo, Gabriel no adelgazaba, seguía teniendo la misma contextura que cuando se habían conocido y su pelo rojizo no había perdido ni un poco de su color. Su apariencia siempre había sido la de un adulto joven, y no había cambiado en aquellos diez años.

Por otra parte, José envejecía bastante rápido. Tenía veinte y siete años, pero parecía tener unos cuarenta. Estaba demacrado por la enfermedad.

José apreciaba mucho a su amigo Gabriel, quien vivía con él. Gabriel era el único que se encargaba de José y lo acompañaba después de haber perdido a todos sus relativos. Ellos eran memorias borrosas, pero recordaba haber tenido una familia feliz, llena de amor. Qué lástima que se hubieran ido.

La tarea de Gabriel era una dura. Tenía que encargarse de él por una simple razón: este hombre de veinte y siete años no se podía cuidar sólo, él padecía de una enfermedad mental. José vivía con un serio caso de retraso mental.

Todo empezó cuando tenía alrededor de siete años. José no pensaba ni entendía como los demás niños de su edad, tampoco actuaba como ellos. Esto molestaba a la mayoría de sus compañeros de escuela, quienes terminaron haciéndole la vida imposible, y marcando su infancia como un recuerdo poco placentero. Su madre Melissa, preocupada por su hijo, llevó a José al doctor. Después de algunos exámenes de coeficiencia intelectual, el doctor diagnosticó retraso mental en el niño de siete años.

Aquello fue un gran golpe para los padres de José y su hermano de trece años, pero lograron controlarlo fácilmente. Ellos cuidaban muy bien de José y lo inscribían en colegios especiales para niños con su problema. Todo iba bien, hasta que un día la oscuridad se llevó a los familiares de José.

Era el 26 de febrero del 2004, el día del cumpleaños diez y siete de José. Sus padres y su hermano se habían ido a comprarle su regalo de cumpleaños, o por lo menos eso había pensado José, quien se había quedado ansioso en casa, pero se quedó esperando. En el camino, el auto de la familia Wright se había topado con una volqueta en contravía. Esta volqueta chocó violentamente con el auto y acabó con aquellas tres vidas.

José jamás recibió muchos detalles de estas muertes, pues este conocimiento podía ser peligroso para alguien con su problema.

Cuando José se enteró, no lo entendió, puesto que todavía no conocía muy bien el significado de la muerte. Sólo entendía que sus seres queridos no volverían y que ahora estaría sólo. Esto lo destruyó.

O más bien, para ser sinceros, José suponía que esto lo había destruido. Aquella memoria era extraña, parecía algo... incierta. Era difícil para su mente procesar todo ese dolor.

Al acontecerse esto, la vida de José se volvió un infierno. No le quedaba nadie con quien hablar, así que terminó haciéndolo consigo mismo. José se sentía patético.

De esta manera, su vida continuó por lo que parecieron años, hasta que dos semanas después, tras casi haber muerto unas cuatro veces, un ángel apareció en el cuarto de la casa que José había heredado y le cambió la vida.

Apenas había visto su rostro, había confiado en él. Lo había recibido en su hogar con el mayor de los gustos. En lo profundo de su cabeza, algo le decía que podía ser un ladrón, o alguien peor. A José no le pudo importar menos, había algo en sus ojos verdes que le resultaba fantástico y misterioso.

Su nombre era Gabriel.




















Mi Hermano Imaginario [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora