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-El sueño me hace ver visiones.... -pensó de inmediato y apagó el velador, dispuesto a descansar.

-Todas las cortinas de esa casa están corridas- se dijo, antes de caer profundamente dormido.

Y esa madrugada soñó con sus padres y se sintió pequeño y mimado como cuando los dos vivían y le decían "Lari".

Se despertó de buen humor.

Se estaba vistiendo para salir a hacer su acostumbrada caminata de los sábados, cuando recordó el asunto de la cortina del cuadro.

Se volvió hacia el óleo y  sonreía por lo que -en ese momento- consideraba una visión producto del cansancio nocturno, pero vio que la cortina del primer piso de la casa pintada estaba -realmente-  descorrida.

Se inquietó. Y más aún cuando una nena que aparentaba pedir auxilio se asomó a esa ventana y le hizo señas desesperadas. Enseguida, y por detrás de la niña, una mujer, que se le parecía notablemente, hizo lo mismo.

Hilario creyó que se estaba volviendo loco.

-Esto me pasa por pasar tantas horas mirando le cuadro de mamá -supuso-. Estoy sugestionado como una criatura -y muy molesto consigo mismo, terminó de abrocharse las zapatillas y abandonó su cuarto, sin volver a mirar el óleo.

Esa noche -ya de regreso a su casa- decidió que dormiría en la sala. Se ubicó -entonces- en un sofá, prometiéndose que no volvería a mirar el cuadro hasta la mañana siguiente.

Sin embargo, cerca de la madrugada se despertó de 

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora