-Trata de recordar- me dijo la psicoanalista.
-No puedo -dije con una rotunda negativa que no daba cuartada a alguna posibilidad.
-Tienes qué hacerlo -añadió la especialista, mientras observaba fijamente mi rostro que se desorbitaba por la molestia que sentía de ser terriblemente interrogado-. Es necesario que lo hagas ahora. Entiendo tu pesar, pero si no pones nada de tu parte las pesadillas no desaparecerán, trata de hacerlo.
Recargué mi encorvado cuerpo hacia una ventana y comencé a retroceder con la memoria. Era diciembre de 2003, Nelson, Esteban, Armando y yo, nos comportábamos de un modo irónico, traíamos un racha de rebeldía incontrolable que desbocaba en conflictos con cada uno de los maestros de la preparatoria. Nuestros padres ya habían sido convocados cinco veces, pero nunca llegamos a nada que no fuera una promesa absurda de cambiar nuestro comportamiento.
Recuerdo que en el centro comercial empezaron a colocar los adornos navideños, mis amigos y yo fuimos a burlarnos del personal que debía, además de hacer su trabajo,limpiar esferas y poner un sitio estratégico, junto a las escaleras eléctricas, un par de Santa Claus que bailaban al ritmo de un villancico estúpido. José, un chico de quince años, quien debía trabajar medio tiempo para poder solventar los gastos de la escuela, trabajaban ahí, nosotros en cambio, gozábamos de una mesada que nuestros padres holgadamente nos daban; incluso, Nelson, que era el más rico, tenía la "difícil" tarea de darle uso a los cinco mil pesos que su abogado padre le facilitaba, más lo que sumara de una tarjeta ilimitada de crédito.
Aquella tarde entramos con la intención de comer una hamburguesa, pero acabamos, como muchos otros días entre semana, en el billar que estaba a dos cuadras y media del centro comercial.
Bebimos hasta hartarnos, y por si fuera poco ,nos invitaron a probar una nueva droga de moda, no sé muy bien qué era, pero estábamos realmente felices por la energía que desbordaba de nuestro ser. Hasta me atreví a romperle el taco a Nelson, a quien no pareció importarle, pues a pesar de salir con una descalabrada en la cabeza, se encontró con unas chicas que sobradamente sabíamos que se prostituían. ¡Esa era nuestra vida!
Conforme el calendario transcurría, José, no sé porque, se fue interesando en nuestros gustos, a leguas se le veía que quería diversión, así que un día, sin más ni más, nos dijo:
-Ustedes si saben vivir. No se preocupan de nada, todo lo tienen, y por si fuera poco, nunca se han preocupado por ganar dinero.
-Haber, haber - respondió exaltado e irónico Nelson-, pues ¿qué te hace falta ?,¿por qué nos vienes con ese sermón?
-No es sermón -insistió- , sólo que me gustaría saber que es no preocuparse.
-Pues faltaba más - dijo Esteban-, a tí lo que te hace falta es juntarte con nosotros, hacer cosas de adolescente -le tomó entre sus brazos-. Deja de ir a ese centro comercial como empleado, hazlo como nuestro amigo. Dime ¿cuánto te pagan?
-Ochocientos pesos semanales -respondió.
-No más, de ahora en adelante te juntarás con nosotros.
Y cerramos el pacto con una risa estruendosa que irrumpió en los pasillos. Ese mismo día fuimos al bar a iniciar a José, para comenzar le dimos un tarro de cerveza, una cuba de lata y unas cuantas aspirinas con coca para que fuera tomando camino. Así,al cabo de una semana, José ya era tan parecido a nosotros que para festejar le dimos una de esas drogas. Tan amigos que ya éramos.
Antes de las vacaciones decembrinas, decidimos hacer una reunión, nada ostentoso, sólo amigos, amigas con derecho y unas cuantas botellas.
Fue en la casa de Nelson, sus padres estaban en un brindis y no volverían hasta el día siguiente, así que la casa incluyendo la piscina, estaban libres para una bola de jovencitos que lo único que deseaban era divertirse.
La velada comenzó con las bebidas y un poco de rock alternativo, después vinieron las caricias tipo orgía, y finalmente Nelson tuvo la brillante idea de ir a comprar drogas. Ya en el pase, se nos hizo fácil ir a la alberca haber si se nos bajaba la mareada, y estábamos listos para un segundo tiempo. José se veía muy mareado, hablaba cosas extrañas, apenas audibles para mis sentidos que estaban verdaderamente bloqueados. Aún así, Nelson insistió en que entrara a la alberca,y como no lo consiguió, nos incitó a Esteban y a mí a que lo tomáramos a la fuerza y lo echáramos la agua. ¡Fue muy divertido!, todavía recuerdo su cara al caer al agua, parecía un ratón asustado. Entre risas, canciones y bromas, nos olvidamos de José y para cuando lo buscamos, yacía flotando boca abajo en el centro de la piscina. ¡ Fue algo realmente impactante!, como pudimos lo llevamos hasta la orilla, y por más que intentamos darle respiración de boca a boca, él ya estaba muerto, ya no había nada que hacer. Las chicas se soltaron a llorar, Nelson se jalaba los pelos en señal de desesperación, Esteban sólo se inclinó en un rincón, y yo sinceramente no sabía cómo reaccionar, todavía estaba bajo el efecto de las drogas, Armando fue el único capáz de llamar a una ambulancia.
-Para que llamas a la ambulancia - le dije- ¡que no ves que está muerto!, será mejor que le hablemos a las autoridades. Como por arte de magia, el influjo del alcohol y las drogas desapareció, se esfumó, pero la culpa apenas empezaba.
Hubo una gran movilización en las calles, la gente curiosa se asomaba, y todos fuimos trasladados al Ministerio Público. Ya en el SEMEFO, los padres de José decidieron no levantar cargos en nuestra contra,a pesar de que muchos les aconsejaban de culparnos de asesinato imprudencial, pero aunque de eso salimos bien librados, la verdad es que una gran secuela se quedó y hasta ahora no he podido olvidar que por mi culpa, mi amigo no tuvo un mañana.
La doctora se me quedó mirando fijamente, esperaba un rechazo de su parte, pero nada de eso, tuvo la amabilidad de decirme:
-Si duda ha sido un trago muy amargo, pero estamos aquí para enfrentarlo, juntos vamos a superar esas culpas, aceptándolas, para poder continuar el sendero de la vida...
Como un bálsamo de alivio, sus palabras me hicieron tanto bien, mi mirada permanecía fija porque en ella vi más que una solución a mis problemas, una oportunidad de reivindicarme con la vida y una forma de pedirle perdón a un gran joven que en vida respondía al nombre de Marcos José.