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Entre otros detalles que no le interesaban en absoluto supo -por ejemplo- que esa casa había pertenecido -cincuenta años atrás- a una tal familia Dubatti... que sus cuatro integrantes habían muertos asesinados... que nunca se había descubierto al criminal.... que la finca había permanecido cerrada durante mucho tiempo.. y que ella era la encargada desde el mes en que se había inaugurado el Jardín de infantes, hacía once años.

La viejita seguía hablando y hablando cuando Hilario pensó que ya tenía datos suficientes como para empezar a comprender el secreto que el cuadro encerraba.

Casi sin despedirse de la anciana, llamó a un taxi y volvió a su casa, hecho un relámpago.

Corrió a su cuarto y tomó el cuadro. Lo observó con atención.

El medio le picoteó el corazón: ¡Las cortinas del primer piso de la casa pintada continuaban descorridas pero ningún rostro desesperado volvió a dibujarse detrás de ellas! Aunque lo más impresionante era que ......

¡la silueta del jardinero había desaparecido del óleo!

Fuera de control, Hilario arrojó el cuadro al aire.

Al estrellarse contra el suelo, el marco quedó por un lado, el óleo por otro y el cartón que lo protegía por detrás fue a parar abajo de su cama.

Cuando -dolorido por su actitud de haber intentado romper una pintura de su madre- Hilario se empezó a recomponer y a recoger las partes dispersas del cuadro, encontró aquel papel doblado en varios cuadraditos.

Era un papel de carta fino, tipo biblia y -sin 

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora