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Un grito arañó la garganta de Hilario.

-¡El jardinero! ¡El jardinero fue el asesino de la familia Dubatti!

En el mismo instante en que pronunciaba aquellas palabras, recordó que ya no estaba en el óleo. ¿Dónde entonces?

Hilario se lanzó sobre el teléfono. Comenzaba a discar el número de la policía -por más que se le antojaba absurdo todo lo que le estaba ocurriendo- cuando la sombra de una hoz -proyectada sobre la pared que tenía al frente- lo paralizó.

¡El jardinero del cuadro!

Se dio vuelta con el tiempo justo como para ver lo que mejor no: erguido a sus espaldas y barajando la hoz, un viejo.

Durante un instante, Hilario creyó que estaba a salvo. ¡El jardinero del cuadro era un muchacho y no ese hombre de barba y pelos blancos!

Durante el instante siguiente, Hilario entendió que estaba perdido.

¡Ese hombre era el jardinero, con cincuenta años más sobre su piel!

-¡Piedad -por favor- no me mate! -aulló entonces.

El viejo seguía haciendo bailar su hoz mientras le decía:

-Ja. Yo no cometo dos veces el mismo error. Voy a degollarte como tendría que haberlo hecho con Irenita, tu estúpida madre...

-¡Le ruego; déjeme vivir y juro que no voy a delatarlo! ¡Mire, mire lo que hago con este mensaje de 

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora