9. El hipogrifo

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Estaba dispuesta a escribir aquella carta, pero ni su habitación, ni la biblioteca, ni ninguna de las aulas eran fuente suficiente de inspiración. En ese momento pensó que si iba a enfrentar a su madre por respuestas por medio de una carta tenían que ser las palabras correctas y aquello no iba  a lograrlo si la escribía en un lugar cerrado, por lo que decidió que el aire fresco de los jardines de Hogwarts serían el lugar perfecto para ello.

Salió a caminar a lo largo de los terrenos y aún sin saber qué hacer, decidió dar una vuelta más larga de la que solía tomar con la esperanza de tener suerte y encontrarse de nuevo a Canuto, aquel perro precioso que se había encontrado en uno de sus malos momentos, hacía mucho tiempo que no lo veía y pensaba que en ese momento podría necesitarlo para contarle todo lo que había pasado, pero lejos de reencontrarse con su peludo amigo, se topó con algo más.

Sentimiento indescriptible fue lo que la invadió en ese momento, tal vez fue miedo por ver una criatura tan grande o admiración por apreciarla y llegar a la conclusión de que era majestuosa; dudó un poco, pero al final supo que quería verlo más de cerca, no sabía lo que era, pero quería averiguarlo. Cuando se acercó notó algo, estaba amarrado, aquello no le gustó, ¿por qué una criatura tan bella estaría privada de su libertad? Se acercó con cautela extendiendo el brazo para que su mano lograra tocar en algún momento el plumaje del animal, este pareció querer picotearla por lo que se alejó rápidamente, pero no había vuelta atrás, quería conocerlo.

—Siento mucho que estés así —dijo y el animal pareció sentir curiosidad con su voz pues su cabeza se puso de lado para escucharla con mayor claridad— soy Isabelle, puedo ser tu amiga.

El animal volvió a poner de lado la cabeza y quiso levantarse para acercarse a ella, pero pronto su amarre se lo impidió. Isabelle suspiró del susto, no por ella sino porque ese movimiento pudo haber sido doloroso, se sentó de nuevo y bajó la cabeza, Izzy sabía que aquello significaba tristeza y se acercó a él. Esta vez la criatura no se mostró raída ante ella y su mano por fin tocó el pico del animal.

La lágrima que este soltó le hizo entender que hacía mucho que no le habían dado cariño o estaba tan triste de ser prisionero que aquello era una de las mejores cosas de su día.

—Voy a ponerte Markian —acarició esta vez su lomo— vendré a verte todos los días y entonces no estarás solo.

Aquella palabra la cumplió y no faltó ni una sola tarde por la siguiente semana y media, incluso había pasado la víspera de navidad con él puesto que no había regresado a casa para las vacaciones como había acordado con su madre antes de entrar a la escuela, cabe aclarar que en la primera tarde olvidó por completo redactar la carta y en las siguientes sucedió lo mismo hasta el día de navidad que fue cuando se decidió a escribirla.

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La nula comunicación que Isabelle tuvo los últimos días fue algo que preocupó de manera colosal a Carina, ella solía mandarle una carta cada semana y aquello se detuvo de manera abrupta. Pensó que tal vez era porque quería un poco de privacidad, pero aquella emoción con la que primeramente se comunicaba con ella desapareció de una manera que no era acorde a su personalidad.

La única manera de saber con plenitud lo que sucedía era preguntarle a Remus, pero en esas fechas del mes de diciembre daba lugar a otra de las doce transformaciones que el profesor Lupin sufría durante el año, por lo que tuvo que abstenerse de ir de manera personal al castillo para preguntar sobre su niña. Sirius se había mudado con ella a la pequeña choza que había transformado, logrando convencerlo de que entrar al castillo después del acto descuidado que tuvo la última vez sería una causa definitiva de un inminente arresto por parte del ministerio y un seguro castigo, que según rumores, sería el beso del dementor.

Harry tiene una hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora