Capítulo 23. Dificultad

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Narrado por Nicolás.

Siempre he creído que la felicidad es sólo momentánea. Jamás vas a ser feliz por siempre y esa es una de las razones por las que odio el clásico“…y vivieron felices por siempre” que todos escuchamos siendo niños. Es sólo una mentira hecha para los niños y no es nada más que eso. No hay por qué seguir creyéndolo cuando crecemos.

Por ahora, puedo decir que soy momentáneamente feliz y voy a seguir siendo feliz el mismo tiempo que él siga conmigo. Sé que no será para siempre, nada dura para siempre, ni siquiera el amor y esto es sólo una etapa de nuestras vidas. No tendré a Edgar junto a mí siempre, así que hoy más que nunca aprovecho cada segundo a su lado.

Él se irá y mi felicidad también se irá, puede que eso pase mañana, en dos meses, en tres años o en 50 años más, jamás voy a estar seguro y es que tener a alguien como Edgar en mi vida es como tener oro, oro puro que todos quieren robar.

Soy un hombre muy afortunado, el más afortunado que conozco.  Edgar está aquí, en mi vida, nos tocó vivir en los mismos tiempos y no puedo tener más suerte, lo tengo aquí, resolviéndome el siglo, la existencia, los días, cada segundo que pasa, cada respiración que doy, todo es más sencillo gracias a él y a la calma que me transmite.

Con él todo tiene respuesta y nada importa, simplemente miro las cosas de forma distinta, vivo cada día como si fuera el último, siempre beso sus labios como si fuera la última vez, no puedo evitarlo, tengo tanto miedo de que se vaya.

Estamos en un día cualquiera, Edgar y yo estamos sentados juntos, muy juntos, compartiendo un escritorio, que tiene un computador encima, no tengo ni idea de qué estamos haciendo, él lo está haciendo todo, a nuestro alrededor están todos nuestros compañeros en parejas, haciendo exactamente lo mismo.

Me gusta este salón, es donde hacemos las prácticas… Creo que hoy estamos programando algo, no lo sé. Me gusta este lugar porque en vez de pupitres tenemos escritorios grandes, separados simétricamente entre ellos, cada escritorio tiene dos sillas destinadas a dos personas y Edgar es mi equipo en esta clase como lo es en todas las malditas clases y eso me encanta, pues simplemente puedo estar junto a él, más de lo normal que en cualquier otra clase.

Hace frío y siento su calor. Él está tan concentrado, escuchando al maestro, siguiendo órdenes, anotando lo que considera importante, o sea todo. Mi pequeño nerd, es tan adorable verlo tan atento a la clases, me siento muy orgulloso de él por ser tan dedicado.

Miro su cuello y ya no tiene rastro alguno, han pasado dos semanas desde aquella vez y cada día me odio más por ser un precoz de mierda, a él le sigue pareciendo gracioso esa situación, cada que se acuerda se ríe, entonces yo me rio también porque su risa me resulta muy contagiosa.

Eran buenos los días de clases en los que volteaba a ver su cuello y ahí seguía la evidencia, fresca los primeros días, las marcas moradas adornaban su pálida piel a la perfección, después sólo eran rastros de lo que habíamos hecho. Ahora ya ni siquiera rastros quedan por lo que tengo más ganas que nunca por volver a hacerlo.

Aunque desde el día que Edgar llegó con el cuello lleno de marcas moradas las chicas de la universidad se han vuelto tan ridículas, es como volver a tener quince años otra vez. Todo el asunto de su cuello se volvió en una maldita cacería de brujas, saben que tiene a alguien más, saben que alguien estuvo con él, creyeron que había vuelto con Daniela, pero hasta la misma Daniela era parte de la cacería de brujas, todas querían saber quién era la chica culpable de esas marcas.

Desde que terminé con Brenda y desde que su orgullo no le permite llamarme más pues yo he ignorado todas sus llamadas he tenido muchas libertades, lo único malo de ya no estar con ella es que no tengo quién me cuente los chismes de las chicas, bueno, para eso está Facebook.

Vaso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora