Habían pasado cinco años yo estaba en una choza de paja y adobe con otro compañero omega de quince años llamado Kevin Sanders a quien le faltaba la mano.
Ya no era el niño gordo ahora pesaba menos de cincuenta kilos.
Nos hacían trabajar desde la seis de la mañana hasta las ocho de la noche.
Trabajábamos cortando leña, podando arboles, sembrando o cosechando frutas, verduras y oleaginosas. No nos daban casi nada de comer. Nunca había vuelto a ver a mi mama.
Yo me asome por el hueco de la puerta inexistente para ver al centinela de la garita que custodiaba todo ese campo este estaba viendo un partido de futbol.
Tenia una idea para escaparme de ahí. Los omegas eran tan sumisos y obedecían la voz del alfa que nunca se rebelaban aceptaban todo. Los alfas sabían que aun sin ponerle puerta a las chozas nosotros si nos ordenaban quedarnos dentro de la choza y no salir obedecíamos.
Habia tomado un poco de algodón de la cosecha y cuando me dejaron solo para ir al baño me lo puse en las orejas asi cuando dieran la orden de quedarnos en las chozas yo no oiria nada. Funciono. Cuando sonara las campanadas de la iglesia del pueblo a eso de las diez de la noche saldría de la choza y correría hasta el cerco del lado norte que no estaba electrificado.
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La venganza del omega
Hombres LoboSu alfa lo rechaza por ser gordo lo envian a un campo de concentracion para omegas rebeldes y delincuentes pero el no era rebelde ni cometio un delito. Logra escapar y planea su venganza.