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Azariel había construido allí una cabaña y era común que las mujeres tuvieran que entrar para despertarlo, dormido como se quedaba -aguardándolas- después de tomar unas cuantas copitas de ginebra.

Pero en esa oportunidad no lo encontraron: tan tarde llegaron a la cabaña..... La tormenta les había dificultado la marcha por el bosque.

A pesar de la nieve que bajaba biombos y de la correntada que agitaba las aguas, Romi pudo ver que el bote del señor Azariel ya estaba amarrado del otro lado del río.

No les quedaba más remedio que buscar refugio en la cabaña y confiar en que las condiciones del tiempo mejoraran pronto.

Se cobijaron -entonces- dentro de la cabaña.

El único cuarto del que constaba la construcción estaba helado. No había ningún alimento, ni bebida, ni siquiera un brasero con el que aliviar el intenso frío.

Apenas un camastro y una botella con restos de ginebra.

Romi tuvo que insistir mucho para que la viejita usara el camastro.

Bondadosa como era Gudelia y tanto como quería a la niña, fue después de un rato de:

-Usted.

-No, usted.

-Insisto en que usted.

-Digo que usted.

-usted

....que Romi consiguió convencerla de que fuera ella quien se acostara en ese precario lecho.


¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora