5. Un acertijo

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Los hombres me arrastraron por todo el suelo de la autopista, lastimándome la piel de las piernas. Los disparos se oían tan cerca, que creí que la sangre también salía por mis oídos. Intenté soltarme, pero fallaba cada vez.

Mis ojos se abrieron de golpe y me incorporé muy pronto tomando bocanadas de aire, sin saber si fue una pesadilla o fue real.

El repentino mareo de haberme movido rápido me contuvo de gritar. Vi mis manos temblorosas y el ruido de los disparos todavía seguía escuchándose dentro de mi cabeza, como si estuviera acechándome. Mis manos todavía estaban llenas de sangre, mi cama todavía estaba llena de sangre. Apreté los ojos tan fuerte como pude, luego los abrí en busca de calma. Estaba viva. Estaba bien.

Al perder parte de la desorientación que aquel sueño me había producido, giré la cabeza para ver si Roman aún estaba allí, en el sillón, durmiendo. 

De repente, me topé cara a cara con la respuesta. Efectivamente, él estaba allí, pero despierto, sentado, mirándome petrificado con el teléfono en la mano.

No tenía duda que esa postura era un indicador seguro de problemas.

— ¿Y ahora qué? — le pregunté en forma de buenos días.

Roman tomó una gran bocanada de aire y sin mover ningún músculo, separó los labios para hablar. Temía por cualquier cosa que saliera de allí.

— Es Julian. — dijo muy serio.

Lo que faltaba.

— ¿Le pasó algo a Julian? — mis ojos se esforzaron por no lagrimear, ya que de tanto llorar anoche, habían empezado a doler mucho.

Roman negó con la cabeza.

— Tenemos que irnos de aquí pronto. — soltó.

— ¿Irnos? ¿A dónde?

—No lo sé. — se pasó los dedos por el cabello despeinado demostrando su preocupación. — Ya veremos luego... Vamos, alista tus cosas, lo necesario. — se puso de pie. — Te espero abajo.

Se fue muy rápido, sin dejarme opción a hacer preguntas.

Inmediatamente, regresó para terminar su oración: — Date prisa, Alana, ellos podrían llegar en cualquier momento.

Dicho eso, una señal de miedo descendió por mi espalda con la forma de una gota fantasmal congelada. Me dio escalofríos y a la vez, me empujó a saltar fuera de la cama para poner en marcha el improvisado plan.

Buscando entre las cosas de mi clóset, encontré un bolso lo suficientemente grande para meter allí todo tipo de cosas. Solo lo necesario como había pedido Roman. ¿Pero qué era realmente necesario si no sabíamos a dónde íbamos? La clave de los viajes fugaces era viajar ligero. 

Me despedí de mi cómodo colchón con una mirada triste. Probablemente, estaba a punto de adentrarme a lo desconocido.

Me aseguré de guardar todas las tarjetas de crédito que me había dado mi padre y el dinero que acostumbraba guardar en todos los bolsillos de la ropa. En cualquier ocasión, nos serviría.

Me di una ducha rápida y me vestí con unos simples jeans, una camiseta negra de mangas largas y unas botas que pudieran servirme como los zapatos todo terreno. Jamás había hecho estas cosas, quién sabe, tal vez tendría que correr o saltar por mi vida. Antes de abandonar mi habitación, le eché un último y nostálgico vistazo.

Roman me estaba esperando en la entrada de la gran casa, vistiendo el traje que usó ayer, que escondía debajo la camiseta de Star Wars. Recordé que su camisa resultó hecha añicos por los disparos y terminó arrojándola a la basura. Se acercó para brindarme su ayuda con el bolso, y nos subimos al auto. Por ahora nuestro destino es salir del área de la casa.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora