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Nunca había sido persona de cometer locuras, ni siquiera por amor. Claro que había tenido comportamientos dudosos o había hecho cosas pensando más en Ana que en los demás, pero lo que iba a hacer ahora, creo que ya sí entraría dentro de las locuras. No porque fuera peligroso, obviamente, sino porque era una idea salida de la nada, sin planeamiento previo; y aquello no era mi forma habitual de actuar.

Con la bolsa del gimnasio abierta encima de mi cama y sacando frenéticamente ropa del armario a la vez que iba metiendo los objetos necesarios dentro del neceser, tenía una sonrisa imborrable en la cara. Era una combinación difícil, la de ir con prisas y la de intentar no hacer ruido, pero al final me salió bastante bien. También tengo que decir que mi padre tenía el sueño profundo, y mi madre estaría tan cansada de toda la semana que estaría en las mismas.

Me abalancé sobre el móvil, al lado de la bolsa, en cuanto la pantalla se iluminó; me daba miedo que Ana cambiase de opinión o no lo viera claro. Al final, la morena no sabía nada, ni dónde quería ir ni qué quería hacer, aparte de pasar rato con ella. Pero es que esa era la única motivación, en realidad. Su mensaje, pero, era todo lo que quería leer.


Ana

Cuando quieras Miri, te espero fuera 💜


Cerré la bolsa con la cremallera y bajé al piso de abajo. Metí un par de botellas de agua en la bolsa y luego tomé lápiz y papel para dejar una nota en la nevera. ¿Qué se suponía que tenía que escribir?


"Mamá, papá,

Voy a pasar el fin de semana fuera. 

Siento no haberos avisado antes, todo ha sido muy improvisado.

Mañana por la mañana os llamo,

Miriam  🦁"


Siendo plenamente consciente de que mañana a primera hora tendría una llamada de mi madre preguntándome que si me había vuelto loca y que dónde estaba, y sabiendo que algo tendría que pensar para justificarme, cogí mis cosas, unas llaves que iba a necesitar, y salí por la puerta en busca de Ana. 

Me paré con el coche justo delante del porche de casa de Noe, dónde la morena me esperaba abrigada con media cara escondida dentro del cuello de su chaqueta y con una pequeña maleta violeta. En cuanto vio el coche, se acercó al maletero y, después de abrirlo, puso su maleta dentro y caminó hacia la puerta del copiloto.

—Hola —dijo sonriente, subiéndose al coche y dejándome un beso cerca de los labios.

Me reí al ver sus mejillas sonrojadas y sus ojos algo brillantes, expresivos pero claramente afectados por el alcohol que había estado ingiriendo durante el rato anterior a nuestro encuentro.

—Espero que cuando se te pase esta cogorza no te arrepientas de haberte venido conmigo.

—Eso nunca —rió ella. —No voy tan mal como para no saber con quién me fugo. Y eso solo lo haría contigo.

Me acerqué a ella nuevamente, para darle un beso en condiciones; y luego, notando su mano en mi muslo, arranqué el coche dejando aquél pueblecito atrás.


🦋🦋🦋


Cinco horas después, y habiendo parado una vez para ir al baño y tomarnos un RedBull y unas patatas de marca ni te fijes en una área de servicio, mi coche rojo entró en la calle de casitas blancas dónde Aitana y mis tíos pasaban todos los veranos; aquella casa en la que Ana y yo nos habíamos reencontrado después de meses sin vernos, unos años atrás, cuando mi tía decidió organizarle una fiesta sorpresa a Aitana, para sus dieciocho.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora