P R Ó L O G O

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—Oh ¡Maldición!— exclamé cuando mi vista se fijó en el reloj de pared blanco, eran las 11:32 p

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—Oh ¡Maldición!— exclamé cuando mi vista se fijó en el reloj de pared blanco, eran las 11:32 p.m.

Empecé a buscar desesperadamente mi bolso por el cuarto, por mi desorden tarde unos 15 minutos en encontrarlo, saqué mi celular para poder llamar a mis padres, a esta hora era muy peligroso ir caminando del instituto a mi casa. Al tercer tono la impotente voz de mi padre me respondió.

—¿Qué mierda es lo que quieres a esta hora?, se supone que ibas a pasar buscando a tu hermana cuando salieras del colegio— su voz ronca me hizo dar cuenta, lo más probable es que lo había despertado de su sueño.

—¿Si? Bueno sí, eso es cierto, pero me castigaron por hac...— intente defenderme.

—¡Otra vez con lo mismo!, ya ni tu madre ni yo te creemos, de seguro andas en una fiesta con esos drogadictos a los que tú llamas amigos— me corto, antes de poder explicar.

—¿Qué? Papá no los insultes así, son los únicos que si me entienden— ya me estaba enojando, aunque siempre era lo mismo —¡Ese no era el punto!, te llamaba para saber si me podías buscar en el instituto— dije cerrando los ojos con fuerza, esperando no escuchar la respuesta que estoy pensando.

—¡Ja!— una carcajada burlona fue todo lo que se escucho durante un tiempo —¿Te golpeaste la cabeza muy duro? O ¿Fumaste tanto que te volviste loca?, ni que me regalen un millón de dólares saldré a esta hora por ti, resuelve como regresas.— no me dio chance a contestar, me había cortado.

Ahora sí, las ganas de llorar, la angustia, el miedo y el enojo brotaron en mí como un huracán, empecé a recoger todas mis cosas rápidamente, mientras más rápido llegara a casa, esta pesadilla terminaría.

Cuando me aseguré de no dejar absolutamente nada, me encaminé hacia la salida del instituto, nunca me había puesto a pensar como sería este cuando no había nadie, era espeluznante, una ventisca helada fue lo primero que recibí al abrir la puerta, tragué grueso, esto parecía un cuento de terror, las calles poco iluminadas y sin rastros de vida por ningún lugar, no podía creer que de verdad mi padre me podía hacer esto ¿Qué había hecho mal?, antes esto no hubiese sucedido, todo empezó cuando se enteraron del nacimiento de mi hermana, "la luz de sus ojos".

Por andar absorta en mis pensamientos no me di cuenta en qué momento había recorrido una cuadra entera, me sentía extraña, esta calle aun cuando es de día es muy solitaria, una sola luz iluminaba el camino y los enormes edificios no dejaban pasar la luz que proporcionaba la luna, un mal presentimiento se me vino a la mente haciéndome apresurar el paso, al avanzar un poco más en la calle, me di cuenta que no estaba sola, habían tres personas, específicamente hombres, el primero como de unos veintiocho, el segundo era un poco más viejo aparentaba tener no más de cuarenta y el mayor de los tres, un anciano de setenta. Ninguno hablaba solo se miraban, cuando el sonido de mis pasos llegó a sus oídos, todos se voltearon como el exorcista mirando en mi dirección.

Aquella mirada que me dedicaron los hombres, me hizo saber que algo andaba mal, quedé paralizada cuando el más viejo me señaló y pronunció.

—Es ella, nos divertiremos mucho con ella— sonrió como un lunático, esa fue mi señal, empecé a correr en dirección opuesta a los hombres —¡Síganla! ¡La quiero ahora!— mis pasos se vieron acompañados por otros dos, seguramente los dos jóvenes.

No pude contener más las lágrimas, estas brotaban de mis ojos como cascadas, sin detenerse en ningún punto, me estaba congelando, con las mejillas mojadas y sin mi abrigo, el cual deje caer cuando empecé a correr.

—¡¡Ayuda!! ¡¡Alguien por favor!! ¡¡Me están persiguiendo!!— grité inútilmente, no había ni una sola alma por el lugar, sin contar la de los hombres de atrás.

Una mano en mi espalda, me hizo ir de boca contra el piso, intenté levantarme, pero el peso de algo me lo impidió, también el dolor provocado por la caída. Mi boca, nariz, brazos y seguramente mis rodillas estaban sangrando, un golpe fue dado en la parte posterior de mi cabeza, haciéndome perder la consciencia.

Silent WomenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora