Otra Taza de Té.

768 91 19
                                    

Durante las últimas dos semanas, quizás había hablado con la Red Daughter media docena de veces y con gran ilusión, advertí que tenía mucho que decir, y mucho que escuchar. Así que mi primera impresión de que se trataba de una persona ambiciosa, de indefinida esperanza se confirmó gradualmente.

Y entonces no tuvo lugar la duda, desconcertantemente comenze a esperar el final de los días para verla llegar solemnemente a mi balcón. Hice todo lo posible por hacerla sentir cómoda, pues al primer día de su regreso, serví exactamente el mismo té y me mantuve serena.

Al acercarnos a los sofás abandonabamos la ceremoniosidad, y conversábamos durante horas con radiante vitalidad.

En las últimas ocasiones, decidimos incluso abandonar aquella sala y alocarnos con ceñidos platos que terminábamos devorando con el mayor gusto en el comedor junto a una botella de vino.

Siempre reía ruidosamente, para que mi compañera no se sintiera cohibida por mi apariencia de ejecutiva sin alma, o quizás, solo lo hacía, para provocar la sonrisa en ella, no era algo para asombrarse demasiado, pero esa magnífica risa, se había convertido en la protagonista de mis sueños.

Estaba completamente entregada a una sonámbula atracción, y comencé a idealizar nuevas formas para compartir el tiempo con ella.

Esa noche en particular, le pedí que me acompañará a la parte superior de edificio, donde se encontraba la piscina, ella aceptó a regañadientes pues no sabía muy bien el objetivo de una piscina, a lo que solo respondí, "es por diversión".

Yo llevaba una falda nueva que hacía juego con la capa de Red Daughter que se ondeaba en los altos vientos cada vez que se despedía,  había abandonado ya ese molesto bastón, había descubierto que esa mujer representaba otra vida y, otro mundo paralelo al mío que deseaba conocer, y la conmoción me había provocado una mejora física casi milagrosa.

La noche estaba estrellada y completamente despejada, y rodeamos con ánimo la piscina hasta estar frente al orillo del mundo, tenía más que una sana confíanza hacia esa mujer, aún no sabía exactamente de qué se trataba pero quería pasar con ella el tiempo que fuese necesario hasta averiguarlo.

-Sabes Red Daughter, que desde que llegue aquí no utilice la piscina. - me volví hacia ella con la más amplia sonrisa.

-Podemos usarla hoy. - fue su corta respuesta antes de caminar alejándose de mi.

Había un débil, escasamente perceptible, movimiento en el agua, la corriente se abría camino de un lado a otro guiada seguramente por el viento, que pronto se veria interrumpida por una nueva ráfaga producida por los pies danzantes de la Red Daughter.

Se había desprovisto de sus botas y de su capa, sentándose en el orillo de la piscina, poco después me dirigí hacia ella, tomando el lugar a su lado, imitando además sus acciones.

El toque del agua era encantador, no demasiado fría, no demasiado caliente; cruce mi mirada con irresistible atracción hacia el interior de mi acompañante, en una última prueba de tacto.

En su rostro se dibujaban las más diversas emociones, como imágenes de una película que se proyectan a cámara lenta, su expresión era curiosamente familiar como la de una niña pequeña.

-Me gustan las noches de verano. - murmure finalmente para romper el silencio entre las dos.

-A mi también, de donde vengo, solo la fría nieve cae del cielo durante las noches.

-Kaznia parece un lugar terrible. - me sorprendí incluso de recordar de donde venía pues solo me lo había comentado en una ocasión.

-Kaznia es mi madre y mi padre. - sonrió delicadamente para mi.

El Error De Eros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora