1. El comienzo

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Alrep estaba decidida, si hallar el único objeto que reclamaba el pueblo era la manera de lograr que su familia pudiera vivir en paz, lo haría

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Alrep estaba decidida, si hallar el único objeto que reclamaba el pueblo era la manera de lograr que su familia pudiera vivir en paz, lo haría. Costase, lo que costase.

Ya lo había hablado con su madre, por su puesto, sin embargo, Galretine era una mujer necia y firme en sus ideas. Existían historias, vagos rumores y grandes discrepancias sobre la finalidad del juego de los blancos. Según se decía, de los pocos jugadores que regresaban, ninguno seguía siendo el mismo. Solo el ganador obtenía riquezas, lujos y respeto. Sus problemas se solucionaban, sin embargo, ninguno de los anteriores Grandes Blancos, apodo por el que eran recordados los que conseguían volver con un trozo de la Perla, había hablado nunca con nadie sobre la experiencia. Nadie decía como fue, ni que había.

Se decía incluso que algunos no volvían a decir palabra en toda su vida.

Alrep lo sabía. Había pasado el tiempo suficiente reuniéndose en las entradas de los campos de tulipanes junto a familiares de los anteriores Grandes Blancos, pero todos daban cuentas de la misma historia, una y otra vez. En las bibliotecas de Urbe Margarita tampoco había gran información, todos los datos que con tanto esfuerzo le había costado reunir de viejos manuscritos en el casi olvidado idioma de su país no le habían revelado gran cosa, únicamente las medidas del lugar empleado para el juego, las clásicas encrucijadas y trampas que se debían sortear y la básica información sobre el objetivo principal: Encontrar todos los trozos posibles de la mística Perla del Dragón y salvar al pueblo de una antigua maldición.

Una maldición que su abuelo había lanzado hacía 94 años y que llevaba al pueblo a padecer periódicas hambrunas, malas cosechas, sequías y otros castigos infernales que continuamente desembocan en el rechazo y violencia hacía su familia.

Alrep no tenía la culpa, ella lo sabía, y de no ser por la tonta carta que había encontrado en su puerta días antes, no se habría ofrecido voluntaria para el juego de los Blancos.

La joven, que rondaba los veintitantos años, había decidido aventurarse al mundo desde sus cortos dieciséis. Su familia entera se opuso al principio, ellos habían vivido por generaciones escondidos y cambiando constantemente de hogar, sin salir de Urbe Margarita, la maldición no lo permitía. La única salida que conocían era esconderse, no obstante, Alrep nunca lo creyó así. La negativa familiar era enorme, pero con unos pocos preparativos improvisados y un plan inacabado, Alrep escapó de casa en el solsticio de primavera y trató de mantener el contacto con sus parientes mediante cartas anónimas que les hacía llegar gracias a los grandes conocimientos de hechizos que aprendió al hacerse pasar como una huérfana aprendiz en la Colmena de las Intrusas. Al cumplir los dieciocho siguió su camino y continuó aprendiendo magia por su cuenta, aún sin revelar sus verdaderos orígenes.

Tantos años había pasado ocultando a sus parientes y enviando cartas incendiarias, que la rutina se había vuelto habitual para ella. Muchos en Urbe Margarita la conocían, ella les había prestado múltiples servicios medicinales que aprendió en su estadía en la Colmena de las Intrusas, sin embargo y al mismo tiempo, nadie, absolutamente nadie, era consciente de quien era ella realmente. Para Alrep, era como vivir escondida y al mismo tiempo, en total libertad.

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora