Una visitante

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Cansados y con más que suficiente acción por aquel día, decidieron volver al puesto avanzado junto a su salvadora.

Anlimoth no dejaba de mirarla furtivamente, dando lo mejor de sí para hablar sin tartamudear cuando Goldmi preguntaba. Y Jarlia estaba más cerca de Glidran que de costumbre. Había estado a punto de perderlo, así que necesitaba sentir su contacto, lo que hacía que éste se sintiera algo avergonzado, pero ni mucho menos incómodo. Quizás incluso lo contrario.

Los cinco miraban intranquilos hacia todos lados, temiendo una nueva emboscada, por lo que ella usó Detección de Vida.

–No hay nada cerca– informó Goldmi.

–No podemos estar seguros. Los generales son indetectables, y pueden llamar refuerzos– la contradijo Omny, levantándose para iniciar la marcha.

–¿Generales?– preguntó ésta.

–Son espíritus del bosque que han sido corrompidos. Comandan a los perdidos, las bestias corrompidas– aclaró Anlimtha.

–¡Ah! No creo que tengáis que preocuparos, está muerto. Si es que sólo había uno– aseguró Goldmi.

Los demás la miraron incrédulos. Era cierto que los había salvado y demostrado un gran número de habilidades, pero lo que afirmaba era imposible, estaba más allá del sentido común. Se sabía que sólo las hadas podían verlos y combatirlos directamente.

–Creo que te confundes. Nadie puede verlos, igual que nadie puede ver a los espíritus del bosque. Así que dañarlos es casi imposible– la contradijo Glidran.

–¿¡Eeeh!? Pero yo puedo ver a los espíritus del bosque. Pikgro es amigo mío– se extrañó la arquera druida, inclinando ligeramente el cuello hacia un lado y con un dedo sobre sus labios, pensativa.

–¿Pikgro?– preguntó Jarlia.

–Es un espíritu del bosque. Lo he dejado hace un rato, debe de estar esperando en la selva.

La miraron sin decidir si creérsela o no. Aquello era demasiado extraordinario como para ser verdad. Pero no querían dudar de quien los había salvado por sí sola, junto a su compañera felina.

–Esto... ¿Cómo puedes hacer tantas cosas? Puedes curar, detectar, disparar flechas desde muy lejos, y hasta mágicas. Y tu nivel no es tan alto. ¿Cuántas habilidades tienes?– preguntó Anlimtha, realmente curiosa, rompiendo el incómodo silencio y cambiando un poco de tema.

–Mmmm. Debo tener unos treinta habilidades y otros treinta hechizos, más o menos– respondió la elfa.

–––––¿¡Cómo!?––––– exclamaron todos a la vez.

–Eeeh... ¿Son muy pocos?– se sintió Goldmi algo incómoda.

–¡¡Cómo van a ser pocos!! ¡¡Es imposible!! ¿¡Cómo puedes tener tantos!? ¿¡Qué eres tú!?– alzó la voz Jarlia, totalmente fuera de sí, mientras el resto la miraban boquiabiertos.

Tenían sus ojos fijos en su salvadora sin saber muy bien que creer, planteándose si tal vez se estaba riendo de ellos, Sin embargo, no había el menor indicio de burla en su rostro, tan sólo confusión.

–Eeeh... Soy una elfa... ¿no? Bueno, y el Oráculo dijo que para vosotros era una visitante– explicó.

Aquellas palabras sorprendieron aún más al grupo, pero también explicaba muchas cosas. Los visitantes estaban más allá del sentido común.

–¿Pasa algo?– preguntó Goldmi, extrañada ante la mirada patidifusa del resto.

–¿De verdad eres una visitante? ¿Y has hablado con un Oráculo?– preguntó Omny.

–Sí... ¿Es tan raro?

–Bueno, no sé. Nunca he visto ninguno– reconoció Jarlia, mirándola fijamente.

–La verdad es que sólo pareces una elfa. Y bastante atractiva, ¿verdad Limoth?– provocó la arquera a su hermano.

Éste fue incapaz de responder, mirando hacia otro lado para ocultar su embarazo, y maldiciendo por dentro a su hermana. Mientras que los otros intentaban no reírse, pues también se había dado cuenta de la actitud de su compañero. Todos excepto Goldmi, ligeramente sonrosada ante los elogios y ajena a dichos sentimientos. Y la lince, que simplemente ignoraba ese tipo de interacción.

Volvieron al campamento, decidiendo no hablar sobre la identidad de su salvadora, excepto a los altos mandos. No sabían si era prudente que se supiera quién era, pero alguien capaz de acabar con los generales, como ella afirmaba, era demasiado importante como para mantenerlo totalmente en secreto.

También les sorprendió que hiciera tan poco que estuviera entre ellos, o que hubiera subido a nivel 30 en ese tiempo, y más aún que dijera que desbloquearía otras habilidades cuando subiera de nivel. Sin duda, Goldmi no era consciente de que aquello iba contra el sentido común de aquel mundo, aunque se sintieron algo aliviados cuando les explicó que más bien estaban recuperando su poder, no obteniéndolo de la nada. Algo aliviados, pero no mucho.

No obstante, un ser capaz de tener más de cien hechizos y habilidades aún les costaba de creer. Aunque dejaron de preocuparse en cuanto ésta les ofreció algunos tentempiés que encontraron deliciosos. Y era bastante gracioso ver como la enorme felina iba también comiéndolos de la mano de la elfa, con evidente glotonería. Si bien no acaban de entender de dónde la sacaba, prefirieron no preguntar. Se sentían psicológicamente agotados.

Pero fue cuando cruzaron el río cuando finalmente aceptaron que lo que les había dicho su salvadora era verdad. La vieron abrir los brazos y recibir una figura extremadamente borrosa y transparente, que hubieran sido incapaces de distinguir si no fuera por el gesto de bienvenida de ésta.

Sabían perfectamente lo que era, un espíritu del bosque, el mismo que la visitante había asegurado que la debía de estar esperando. Y si bien parecía imposible, la realidad estaba ante sus ojos. Algo difusa, pero ahí estaba.

Aquello fue suficiente para despejar sus dudas. La de su identidad como visitante. La de que era capaz de ver a los espíritus. Incluso no dudaron de que podía acabar con los generales. E, innegablemente, aquello era lo más importante. Podía ser un punto de inflexión en aquella guerra contra lo que amenazaba su hogar.

Incluso percibieron que el vínculo de la elfa y la felina era mucho más estrecho de lo que creían, pues, sin mirarla y ocupada con el cariñoso espíritu, sacó otro bocado de la nada para ésta justo cuando acabó con el anterior. Si bien no era excepcional, no había tantos que pudieran tener un vínculo así con otros seres.

Aquello sin duda era un alivio, pues demostraba que el corazón de la visitante era tan amable y cálido como aparentaba. De no ser así, no sería posible un vínculo tan estrecho.

Y eso hizo que Anlimoth aún la mirara más intensamente, totalmente cautivado por la belleza y aptitudes de la elfa.

No tardaron en reanudar el camino, con Pikshbxgro revoloteando y mirando con curiosidad a los cinco jóvenes aventureros, incluso tocándolos, para sorpresa de estos. Era una extraña sensación, muy vaga, pero en absoluto desagradable. Se podría decir que tenía una similitud a la brisa acariciando el rostro, mientras llevaba consigo el aroma del bosque.

Pronto estuvo a la vista el campamento amurallado, el puesto avanzado del que había salido el grupo unas horas antes.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora