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Él no es un fanático de la navidad. De hecho no es fanático de ninguna celebración en particular. Ni siquiera le gusta celebrar su cumpleaños.

Tiene amigos, sí. Y también disfruta de las celebraciones que ellos hacen para fechas "especiales", no lo va a negar.

Sin embargo, no decora su casa con calabazas para Halloween, no llena de globos ni hay confeti el día de su cumpleaños, y mucho menos hay un árbol con luces parpadeantes en la víspera de navidad.

Y él está verdaderamente bien con aquello. Nadie le ha recriminado sobre lo aburrido que es, y si lo hicieran, realmente no le importaría.

Tampoco es que sea completamente reacio a las celebraciones temáticas. Si sus amigos deciden tener una cena o algo parecido, él con gusto irá.

Tampoco es que le moleste salir a pasear y encontrarse con las calles blancas por la nieve, y los escaparates de las tiendas iluminadas y decoradas con objetos navideños. Si es sincero, le parece lindo. Pero no al extremo como para hacer compras hasta quedar pobre solo para adornar su casa por unas cuantas semanas.

Ese día, es uno de esos en donde simplemente va a pasear y observa a la gente hacer sus compras de navidad y los escaparates con decoraciones cursis. Le gusta el clima frío así que simplemente camina sin rumbo alguno.

Su lobo está tranquilo, como la mayoría del tiempo. Y convive en paz con el animal como siempre lo ha hecho; bajo su control.

Es por eso que Dazai Osamu se extraña cuando de repente, siente al animal inquieto. Como si quisiera salir y tomar el control de su cuerpo. Cosa que poco a poco comienza a hacer a la fuerza, y la parte humana de Dazai puede notar cómo sus sentidos se agudizan; su visión se vuelve más rápida y meticulosa, su audición escucha a un nivel demasiado molesto a todas las personas que caminan cerca y lejos de él, su olfato... dios, se vuelve insoportable. Porque a Dazai nunca le ha gustado oler demasiado a los Omegas porque odia sentir qué tan cerca están de sus celos, sus aromas dulces y empalagosos lo marean y le hacen querer oler el café más amargo de la vida. Por otro lado, oler a otros Alfas, definitivamente no está dentro de sus actividades favoritas.

Sin embargo allí está, con su olfato demasiado sensible y sintiendo que su cuerpo avanza por sí solo, en busca de algo.

— Te estás volviendo demasiado molesto — susurra con una sonrisa torcida y sudando por lo difícil que se le está haciendo contener a su lobo.

Entonces de repente, lo huele. Y lo entiende. Entiende el por qué su lobo se descontroló. Y entre todos los olores, sus sentidos finalmente se centran en uno solo.

Huele a azúcar caramelizada recientemente.

Como cuando esta comienza a calentarse y a derretirse, dejando un aroma cálido y dulce a la vez. 

También huele a vainillas.

Y Dazai sigue el rastro hipnotizado. Llegando a una pastelería en donde los aromas de los ingredientes intentan mezclarse con el aroma que él ha estado rastreando, pero no lo consiguen. Porque él puede lograr separar la gran cantidad de aromas y encontrar el que está buscando.

Mira a su alrededor, y entonces ve a quien obviamente es un Omega, retorciéndose en uno de los puestos más alejados del lugar.

Se acerca, y con delicadeza toca su hombro. Y todos sus vellos se erizan, y su lobo en su interior se ha vuelto loco.

El chico pelirrojo se voltea a mirarlo con esfuerzo, por lo que Dazai cree que es por contener a su lobo que también quiere salir.

— Te encontré — afirma Dazai. Sintiendo por primera vez en su vida, que aquel vacío que siempre sintió, es llenado por la dificultosa y nerviosa risa que lanza su, ahora, Omega.

The Perfect Present • Soukoku Oneshot •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora