Dos personas.
Dos mundos opuestos.
Una relación falsa.
Una noche de fiesta ha bastado para dar un giro impredecible en la vida de Nicole Carson y Maximiliano Dimitriou, una estudiante universitaria y un magnate hotelero.
Uno nunca se ha enamorado y...
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Narrando Nicole Carson.
Termino de ajustar las botas negras y pego un brinco del sillón para ver que tal se ve el vestuario. En ese mismo instante, entra Becca haciendo algunos movimientos de superhéroe.
—¿Qué tal me veo? —pregunta, dándose una vuelta.
—Genial —lo pronuncio pausado seguido de un largo silbido.
—Tú también te ves genial. Definitivamente vamos a opacar a los demás.
—Anda ven. Vamos a tomarnos una foto.
Becca se acerca pronto, acomodando su cabello trenzado por un hombro.
Las dos nos terminamos tomando la típica fotografía frente al espejo. Algunas con caras chistosas y otras con poses de supermodelo. De las quince fotos que tomamos, terminamos decidiendo subir solo una y dejar las demás como recuerdo.
Posteriormente, cada una agarra sus cosas y partimos al carro.
Pese a que Maximiliano no ha contestado mis mensajes, a este punto de mi día me siento bien, emocionada por ir a una fiesta. Lo cierto es que estoy emocionada por asistir con los vestuarios, no tanto por la fiesta donde de seguro estarán Daniela y sus amigas.
Por lo menos la anfitriona tuvo el gusto de invitarnos con amabilidad.
Para cuando llegamos, no hay donde estacionarse hasta tres cuadras de la casa. Eso sí, desde lo lejos se escucha la fuerte música y el alboroto de los invitados, al igual que la casa llama la atención con su decoración de Halloween y sus millones de luces.
Si fuera el vecino, de seguro estaría molesta, pero como no lo soy, entro en compañía de Becca, saludando uno que otro que es conocido de mi mejor amiga.
Al meternos a un pasillo donde las paredes apaciguan el ruido y no se encuentra repleto de gente, nos topamos con Daniela y Gabby vestidas de ángel y dominio. Las dos están tomando un shot con sus brazos intercalados. Al darle fondo, los amigos empiezan hacer un escándalo.
Justo cuando estamos por meternos a otro pasillo, Daniela se acerca a las dos con una cuestionable sonrisa en los labios. Algo trae entre manos, lo puedo percibir.
—Bienvenidas, señoritas —se balancea un poco extraño, seña de que ya trae varias copas encima.
Algo pronto para ser las nueve de la noche, pues la celebración acaba de iniciar hace una hora atrás.
