VII

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—¿Quieres explicarme qué fue lo que pasó? —me dijo Lizeth al aparcar su auto afuera de mi casa.

Yo no había articulado palabra todo el camino de regreso y ella no había hecho nada por preguntármelo. Me conocía tan bien que sabía cuando era prudente hablar conmigo y era claro que, en ése momento, yo no me encontraba en condiciones de hablar.

Una punzada de dolor me recorrió el cuerpo al recordar a detalle lo que había sentido cuando los labios de Joel se unieron a los míos. Sin duda, había sido un beso completamente diferente a los que nadie me había dado. Aquel beso me había movido el mundo entero.

No fui capaz de responder.

—¿_______?, ¿Me puedes decir qué está pasando?, antes me contabas todo y de repente, de un segundo a otro, me entero que existe un chico que es ciego que se llama Joel; que casualmente es el mismo Joel del que ya te había hablado. Aquel que había estado en aquel accidente con el chico con el que salgo. Explícame, por favor; que no sé en qué momento dejé de ser tu mejor amiga. —me dijo Lizeth severamente con sus ojos increíblemente castaños clavados en mi.

Yo era incapaz de mirarla. Sabía que si lo hacía iba a echarme a llorar.

—Joel es hijo de Patricia, una amiga que mi mamá hizo hace poco —comencé con voz ronca y entrecortada. —. Lo conocí cuando me ofrecí a ayudarle a moverse sin ver. Es ciego reciente, como ya sabes —el nudo que sentía en mi garganta comenzó a hacerme difícil hablar —. No sé porqué no te comenté nada acerca de él..., simplemente, cuando estoy con él, el mundo es ajeno a mí. Sólo estamos él y yo y... —cerré los ojos con fuerza —, es perfecto.

—¿Cuánto tiempo tienes conociéndolo? —inquirió Lizeth suavizando el tono de su voz.

—No lo sé —acepté. —. Un mes..., creo. No estoy segura.

El silencio se extendió entre nosotras y la miré.

Tenía la mirada fija al frente. Sabía que estaba furiosa conmigo, pero era Lizeth, y ella nunca me abandonaba así fuera la más imbécil de todas.

—¿Te gusta? —preguntó.

El corazón me dio un vuelco. Mi pulso se aceleró notablemente y sentí un extraño mareo que me provocó unas extrañas náuseas.

Comencé a negar con la cabeza pero entonces, me di cuenta...

—No lo sé —admití. Despegué la mirada de ella y bajé la vista hacia mis manos. Estaba tan nerviosa que retorcía mis dedos sobre mi regazo.

—¿Qué pasó entre ustedes hoy? —dijo con la voz comprensiva que siempre utilizaba cuando estaba mal.

Aspiré aire entrecortadamente incapaz de detener mis lágrimas. Sequé rápidamente mis mejillas intentando verme más valiente de lo que en realidad me sentía.

—Me besó... —dije. —, lo besé... —me corregí. Y entonces me di cuenta de que no sabía quién había iniciado todo. —, ¿Nos besamos? —pregunté más para mi, que para ella.

—¡¿Qué!? —chilló Lizeth asombrada. —, pero _______, ¡Éso es fantástico!, ¿no?

Comencé a negar con la cabeza enérgicamente.

—¡No lo entiendes! —gimoteé rindiéndome a mis lágrimas. Caían espesas sobre mi rostro. Los sollozos eran increíblemente desgarradores. Tenía mucho tiempo sin llorar de ésta forma. —, me dijo que había sido un error besarnos. Que no debió suceder; que no siente, ni sentirá nada por mí.

Me llevé las manos a la cara mientras volvía a mi llanto. Era incapaz de seguir hablando. Unos brazos cálidos me rodearon y mis lágrimas aumentaron.

Though I can't see you- Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora