Capítulo 1

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Hospital Central, Ciudad Domino, Sábado 31 de Octubre de 2019.


- Siento darle malas noticias, pero...

- No se preocupe doc. Lo entiendo –un suspiro amenazó con escaparse de su pecho mientras volvía a colocarse la ropa que había traído puesta a su cita médica. Miró a su médico, un hombre ya de avanzada edad, de pelo blanco y mirada amable de color parda- Entiendo también que no es fácil dar este tipo de noticias.

- No lo es. Escuche, si consiguiese el dinero podría intervenirle, aún estamos a tiempo para... -una negación de cabeza de su joven paciente cortó toda su argumentación al momento.

- Olvídelo... Ni dejando la prepa y consiguiendo un curro a tiempo completo podría permitírmelo... Incluso las pruebas de hoy no habría podido si no fuese por usted –le miró con el agradecimiento pintado en sus ojos teñidos de una tristeza que trataba de simular en su voz- Muchas gracias por esto... no se aún como pagárselo doc.

- No te preocupes –los formalismos quedaron atrás en cuanto el hombre se quitó los lentes, sabiendo que la confianza que había entre él y aquel chico de apenas 17 años al que conocía desde aquella tarde, con apenas 9 años, en que había tenido que poner su brazo en cabestrillo tras su "caída" en casa y que uno de sus maestros lo llevara al haberse dado cuenta en la escuela- Sabes que puedes acudir a mí en cualquier momento. Solo lamento el no poder ayudarte con lo de la operación.

El muchacho se levantó de la camilla y se acercó hasta su doctor y confidente. Sin exagerar, era el único adulto al que le tenía confianza. Todos los demás le habían defraudado de una forma o de otra. El Doctor Daniels se había ganado su respeto hacía ya muchos años cuando lo ayudaba a escondidas de su padre cuando le curaba las heridas y hematomas que su padre le causaba en sus noches de borracheras. Y por más que había insistido en avisar a Asuntos Sociales, nunca lo había hecho porque el chiquillo se lo había suplicado, si, suplicado, mientras lloraba, alegando que si lo hacía se lo llevarían a un Orfanato, por lo que no podría volver a ver a su hermana porque lo más seguro es que se lo llevarían muy lejos. El doctor se había sentido tan conmovido por aquella declaración... No le quedó más remedio que aceptar el no hablar con las autoridades siempre y cuando le prometiera que siempre acudiría a él cuando necesitase ayuda. Habían pasado ya ocho años de aquello y el joven no había faltado a su palabra. Siempre que había tenido problemas "familiares" había acudido a su casa o a su consulta.

- Bueno doc, tengo que irme –mientras se colocaba la mochila al hombro miraba su reloj, comprobando que apenas eran aún las tres de la tarde- Si me doy prisa aún puedo llegar a mi turno vespertino en el Pub.

- Espera un momento –se acercó a su mesa para coger los informes de las pruebas que acababan de terminar de hacerle a su joven paciente y los metió en un sobre antes de entregárselos- Ten, y recuerda que debes guardar tanto reposo como puedas... Sinceramente, me tienes preocupado. Tendrías que dejar alguno de tus trabajos, tanto esfuerzo no te hará nada bien.

- Sabe bien que no puedo. Ya me han despedido de uno esta semana, y aún no encuentro un reemplazo... Y aún no se lo he comentado a mi padre... Es una suerte que me hayan dejado buenas propinas en el restaurante la semana pasada con aquella celebración de bodas de oro

El hombre mayor solo pudo rodar sus ojos mirando con evidente enojo a aquel chico que le sonreía de una forma cálida a pesar de las nefastas noticias que acababa de darle. Generalmente, cuando daba una noticia, aquel que se la da se vuelve un manojo de nervios o se deshace en lágrimas, suplicando por una solución. Sin embargo, el rubio estaba demostrando una entereza que uno no esperaba encontrar en un chaval de apenas 17 años si apenas la veía en un adulto hecho y derecho. Pero ese niño ya había vivido lo que la mayoría de las personas no llegaban ni a imaginarse si no fuese porque de vez en cuando salían ese tipo de casos en las noticias.

TERMINALWhere stories live. Discover now