Epílogo

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La noche del atentado.

En el camino hacia la ciudad Ian no dejaba de pensar en las cosas que pasaban a su alrededor. Las cosas estaban saliendo como lo tenía planeado.

La mano de Thomas a su lado le hizo volver a la realidad cuando le pasó un saco y una camisa. Ian se la colocó dejando aún lado la remera que tenía.

En poco tiempo el carro fue emboscado por unos dos carros y a los pocos segundos los disparos comenzaron a escucharse por todos lados. Las personas que estaban disparando lanzaron disparos por todos lados hasta las armas se quedaron sin balas y nadie salió del lugar.

Antes de que pudiese hacer algo para verificar que las personas estaban muertas a los lejos se escucharon las sirenas de la policía al igual que las ambulancias.

— ¿Quién diablos los llamó? — preguntó el jefe de la emboscada.

— No lo sé, pero de algo estoy seguro es que no están vivos — dijo otro, de ellos corriendo hacia su carro — ¡Debemos irnos de aquí!

El hombre bufó pero hizo lo pedido por el otro y fue hacia su carro para salir disparado hacia su carro.

Cada carro salió por su lado dejando el carro del presidente con dos cuerpos dentro y antes de que la policía llegara el vehículo fue encendido en llamas por alguien que no quería dejar rastros.

Pero, antes de que eso pasara, o mejor dicho de que el carro se incendiara, una hermosa mujer de cabello negro salió de entre las sombras con el cuerpo de una primera dama del país arrastrándola como si fuese un saco de basura el cual tirar.

— Con un demonio, ya salgan de allí. Esta perra pesa — gruñó la chica — No es fácil tener que cargar a alguien que me cae mal.

Thomas y Ian salieron del carro por puertas diferentes, quitándose el chaleco antibalas y se acercaron a ella rápidamente para tomar el cuerpo de Jessica y entrarla en el vehículo. Ian se acercó al chofer que tenía una herida en el brazo, y por suerte solo era esa.

— Ven, tenemos que llevarte a un hospital — abrió la puerta del conductor — Tenemos una nueva documentación para ti y también dinero para que salgas del país lo antes posible.

— Gracias, señor — asintió el hombre, y luego hizo una mueca — Lamento que tenga que hacer esto por mi..., no pude ocultar mi brazo a tiempo cuando empezó todo.

— Era de esperarse — se encogió de hombros — Alguno de los tres debió salir herido, aunque no lo quisiéramos y tú fuiste el que salió afectado.

— Allí viene el amor de mi vida — chilló la chica, y Thomas rodó los ojos — Tú nunca serás el amor de mi vida y eso quedaba claro cuando dejamos de tener sexo.

— No tienes por qué decir eso conmigo aquí, Camila — se cruzó de brazos — Era suficiente que dijeras que allí viene tu alma gemela.

— Lamento que el sexo contigo no sea el mejor del mundo, pero es que no me parabas el clítoris y él si — Thomas abrió la boca para decir algo, pero miró hacia donde estaba Ian y su chofer soltando pequeñas carcajadas que de un momento a otro fueron más fuertes a medida que pasaban los segundos — Si, ellos también lo saben.

— No tenías que decir algo como eso.

— No podía dejar que me marcaras esa noche, Thomas, si no hubiese sido por Ian tú ahora estarías cometiendo una locura porque le harías daño a tu omega, el cual está en cinta y espera a tu primer hijo — sonrió, sin mostrar los dientes — No soy estúpida, Thomas. Gracias a Dios detuve todo, y ahora tengo la hermosa marca de mi alfa con el cual voy a tener a mi hijo.

El Dictador {Gay} Sin correcciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora