El pesar se puede compartir

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No tenía idea de que lo había impulsado a actuar de esa forma, ni siquiera pensó en los riesgos o el posible castigo que le esperaría por irse sin supervisión. Su mañana no inició de forma alentadora, ni siquiera había planeado llegar hasta ahí, tampoco recordaba haberse preguntado si lo lograría.

El día no fue muy diferente a cualquiera recientemente, agradeció en silencio su desayuno y subió al auto para ser llevado a su clase, todo iba según lo ordinario, hasta que, Gorila; su chofer, recibió una llamada que le dio la oportunidad que deseaba. Las flores para la tumba de su madre no podrían ser entregadas hoy, todo por un desperfecto en el transporte de la florería.

Adrien, fingiendo estar distraído con el ruido de la ventana, escuchó como su chofer se ofrecía a pasar por ellas para llevarlas personalmente al cementerio, el resto de la historia culminó con él fingiendo entrar a clase y escabulléndose en el asiento trasero con cuidado de no ser descubierto.

Y ahora, en ese preciso instante, sentado en el frío pasto y a tan solo unos centímetros de esa losa blanca y fría, pudo encontrar su momento de alivio.

—Hola... —comenzó a decir nervioso —Y-yo no sé qué decir... tengo tanto que contarte y no sé si... ¿puedas escucharme?, aunque... cumpliste mi deseo de cumpleaños... —sonrió forzado mientras sus dedos se movían intranquilos—bueno, al menos una parte.

No sabía porque sus manos sudaban y su corazón se estrujaba oprimiendo su pecho, no al menos hasta que finalmente se armo de valor para leer el grabado frente a el: Emilie Agreste. Amada esposa y madre. 26/09/1987 - 28/09/2016. 

En ese instante, con esa ultima fecha haciendo eco, fue cuando se dio cuenta del tiempo que había pasado, y de que a pesar de que parecía no ser tanto, para el era como otra vida, una muy lejana que ya casi no recordaba. Con los nervios galopando en él, soltó el aire dándose valor para decir lo que por tanto tiempo había estado reteniendo.

Papá está triste desde que no estás, ¿sabes..? Él trata de no decirlo, pero... ya no sonríe como antes... o al menos no como en las fotos que veo... —aclaró dolorosamente al no poder acordarse.

¿Así será siempre..?, ¿voy a olvidarte? ¿Olvidar a nuestra familia? —interrogó en espera de una respuesta.

Expectante espero sin dejar de ver el grabado sobre la piedra. El silencio con el paso del tiempo se volvió ensordecedor, a cada segundo terminaba por decaer más su postura y esperanza.

—Creí... —cerró sus ojos con fuerza para recomponerse —En verdad, creí que podría verte... pero es obvio que ya no aparecerás, ¿cierto? —exclamó con la rabia haciendo tronar sus nudillos y la tristeza invadiendo su pecho —. Papá tenía razón, —canturreo con la amargura tiñendo sus palabras—debo dejar de seguir fantaseando.

Con el corazón y sentimientos lastimados se incorporó dispuesto a marcharse, sin embargo algo llamó su atención; una mariposa blanca siguió su camino delante de sí y su mirada marchita se abstrajo en el vuelo de sus alas, hasta que un color llameante en el horizonte inundó su campo de visión.

Con curiosidad fue caminando lentamente. A medida que se acercaba pudo notar como varios pétalos naranjas cubrían una tumba por completo, y como unas veladoras apagadas la adornaban a su alrededor, estaba tan pasmado con la extrañeza de lo que veía que no notó una bolsa con objetos en el suelo hasta que crujieron bajos sus tenis verdes.

—¡NO! —Exclamó fuerte una voz aguda.

Ante eso Adrien giró rápidamente en la dirección del reclamo, a paso veloz apareció una niña de ojos azules con cabello azabache en dos colectas, ella lo observaba molesta mientras se acercaba y él se apartaba rápido viendo como sobresalen unos cristales y migajas de pan de la bolsa.

El camino hacia ti. (MINI HISTORIA - MLB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora