Dalia

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Un solitario joven se encontraba en su pequeña habitación observando a la gente que festejaba alegre en las calles la llegada de la Primavera, por aquella época del año la aldea se encontraba repleta de forasteros que venían a ver sus grandes festivales. Pero él no tenía permitido salir de aquella habitación a no ser que alguien lo pidiera. Cerró sus cansados ojos para poder concentrarse en el vivo bullicio que podía escuchar y en las risas de la gente celebrando con sus familias, amigos, amados...

El crujir de su puerta al ser abierta lo trajo de vuelta a la realidad, abrió sus ojos y delicadamente giró su cara para ver quién había venido a hacerle compañía aquella noche, otro hombre sin cara al que abrazar entre sus piernas, otra larga noche pidiéndole a la luna ser llevado lejos de allí.

Todas las noches eran iguales, tenía que abandonar su cuerpo a otra persona, su cuerpo no era suyo para protestar, la única cosa que realmente le pertenecía era su nombre y era algo que atesoraba con cariño, era algo que no compartía con nadie pero con la luna que lo observaba cada noche y cuidaba de él en sus peores noches. Ni siquiera sus amigos sabían su verdadero nombre, solo una persona lo conocía pero aquel chico hacía años que desapareció.

Segundos se convirtieron en horas y enseguida volvía a encontrarse solo en su prisión, cubrió su sucio y desvergonzado cuerpo con la fina sábana y una vez más dirigió su mirada hacia afuera con una amarga sonrisa, solo por una vez en su vida quería encontrarse entre el gentío, ser otro extraño sin rostro con su infinita libertad. Pero ya sabía que no debía de soñar con lo imposible, había nacido como una prostituta y moriría como tal.

La puerta volvió a abrirse pero esta vez no era otro cliente el que entraba en su pequeña estancia, sino su querido amigo que venía a ayudarlo a limpiarse para poder recibir al siguiente cliente. Su amigo venía desde muy lejos, lejos de aquella aldea y amaba escucharlo hablar de su tierra, deseando poder visitarla junto a él, pero eso no era más que un mero deseo caprichoso de su parte.

El joven se arrodilló frente al mayor con una cubeta con agua caliente y un trapo limpio, y aún después de haber estado allí trabajando durante años como limpiador todavía le costaba mirar a su amigo cuando estaba en aquel estado "Lino" su voz era un mero susurro, asustado de alzar su voz.
"Jeongin, estoy bien" había perdido la cuenta de cuántas veces había pronunciado aquellas palabras sin saber su verdadero significado "Ya lo hago yo" estiro el brazo para alcanzar el trapo.
Pero Jeongin apartó su mano con delicadeza y negó con la cabeza, le dolía ver a Minho en aquel estado, pero no sentía repulsión por la escena presentada frente a él, lo que le causaba real repulsión eran los hombres que se atrevían a ir allí a mancillar a ese joven chico "Es mi trabajo" y delicadamente empezó a limpiar todos los fluidos y la sangre del cuerpo ajeno.

En silencio empezó a limpiar el sucio cuerpo con la mayor delicadeza y sin soltar palabra alguna restregó su mano furiosamente sobre sus ojos en un intento por contener sus lágrimas de rabia, se sentía tan impotente sin poder ayudar a su amigo. Hubo una vez en el pasado que lo intento, había estado tan harto con la situación que cogió a Minho e intentó llevarlo a su tierra, donde sabía que podrían ser libres, pero desgraciadamente no consiguieron llegar muy lejos y el castigo que recibieron después les hizo creer que morirían allí, y quizás aquello fue lo que aplastó cualquier pequeña esperanza que tuvieron de ser libres.

Minho observaba a su joven amigo en silencio con una pequeña sonrisa de gratitud, el joven había sido el único que había luchado tan vehementemente por él cuando Minho ya hacía mucho que se había rendido, pero no deseaba decirle eso al inocente joven que todavía creía que los finales felices existen, y puede que lo hicieran pero no eran para gente como él. Por ello siempre le seguía la corriente y escuchaba encantado todas sus historias, porque era en esos breves instantes donde se olvidaba donde estaba y quién era él realmente.

Dalia - [b.c x l.mh]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora