La pequeña casamentera.

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Hola papi. Por si no lo has notado, el invierno ya ha llegado y no queda prado libre de nieve, el aire se siente frio y las salidas de casa cada vez son más lejanas, mi nana Luna ya es muy mayor para sacarme de paseo y a ti ya llevo casi un mes sin poder verte. Te extraño. Hace una semana se llevó a cabo la posada de mi aula y pensé que allí te vería, pero tú nunca apareciste, supongo que no recibiste mi mensaje en tu correo ni leíste la invitación que deje sobre tu laptop. Si no es así, déjame pensarlo de ese modo. No quiero sentirme triste en estas fechas, además, Pensar así me hace más fácil la enorme carga que es vivir como hija del famoso escritor Darien Chiba, pues es una tarea difícil, y nada agradable, pero no me mal entiendas papá... yo te amo y admiro tu trabajo por ello me esfuerzo por sobre llevarlo. Aun así... ¿Sabes? En las últimas fechas, el hecho de que casi tuviera que consternar una cita para poder verte me hizo darme cuenta de lo mal que estamos. Yo tengo 7 años, y lo sé, seguro pensaras que mis palabras no pueden ser útiles en nada, es difícil tomar en cuenta lo que dice una niña, pero quizás si lo intentas podrías entenderme. Papá yo soy consciente de que desde que mi madre murió, nuestro mundo se vino abajo, los paseos se archivaron, las cenas y lecturas de cuentos, desaparecieron, incluso las fiestas de cumple años y las navidades parecen ahora temas inmencionables para esta casa. Y de alguna manera te aseguro que lo había intentado entender y aceptar, pero la verdad es que ya estoy harta, no soporto más esta situación. Definitivamente este año no quiero que me dejes sola en navidad, no señor, no dejare que lo hagas nunca más. Y se cómo conseguirlo, lo que tú y yo necesitamos es a alguien más en nuestra casa. Pero descuida papá, sé que tú tienes mucho trabajo así que deja todo en mis manos. Yo voy a buscarme una mamá.

Por favor no te preocupes por mí.

Tu hija que te quiere, Rini.

—Pero nana, ¿Cómo pudo haberse ido sin que tu no lo notaras? Duermes en la recamara de enfrente—Apresurado y descuidadamente Darien trata de ponerse el abrigo al tiempo que las botas. Solo unos minutos atrás se había despertado con la sensación de angustia en el cuerpo y se había dicho que todo era solo causado por la historia de suspenso que había estado escribiendo hasta altas horas de la madrugada, más pronto se dio cuenta que no era eso, si no su instinto paterno en alerta total pues, llorosa y pálida, Luna Suzuki; quien fue la nana de su esposa y después de su hija, entro en su alcoba diciendo entre sollozos, que su pequeña hija se había ido de casa.

—Lo se mi niño, pero es que no me he sentido bien y tomé un medicamento que me hizo dormir de más... perdóname.


"Por dios, soy un imbécil"

Con un resoplido el hombre se acerca a la anciana y le abraza.

—Perdóname tú nana, no ha sido tu culpa si no mía, yo no he sabido ser un buen padre. Por favor ya no llores, toma algo y tranquilízate y apenas puedas trata de llamar a sus amigos para saber si saben algo, yo iré a buscar por los alrededores. Quizás no esté lejos.

Con la mirada borrosa por las lágrimas, la anciana asiente y ve la silueta de Darien salir por la puerta principal. Tal como la niña a dicho en su carta, las calles están rebosantes de nieve y la respiración hace vaho con cada aliento.

—Oh Rini, ¿Por qué tenías que ser como tu madre? —Aún bajo el frio que le quema la piel, sus mejillas logran percibir de pronto la calidez de sus lágrimas, pues de sus viejos recuerdos surge la memoria de cuando Setsuna se marchó de casa luego de que él olvidase la fecha de su primer beso. —Setsuna amor, esta vez no podre arreglar las cosas con una caja de chocolates, nuestra hija es aún más difícil que tú y yo juntos. Ella quiere algo que no puedo darle.

¿Oh sí? Escucha de pronto en su cabeza, como si alguien adentro se lo dijera, más sacudiendo la cabeza alejando aquella idea irracional. Él no tiene tiempo para alguien más. Eso era obvio con el modo en que había descuidado a su propia hija.

Estación de tren Keihin.

Sentada en una de las bancas, abrigadoramente vestida y preparada con una surtida maleta rellena con chocolates, galletas, jugos y un par de manzanas, Rini Chiba mira por tercera vez en media hora su reloj de pulsera. Cada vez falta menos para que el tren llegue y ella pueda comenzar a ver las personas que anoto en su pequeña lista de posibles mamis. Las cuales cumplían con ciertos requisitos como; Ser buenas cocineras, querer a los niños, disfrutar de las lecturas y actividades al aire libre.

La pequeña casamenteraWhere stories live. Discover now