ᴘʀɪsɪᴏɴᴇʀᴏ

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ᴛʜᴇʏ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴇ ғᴏʀᴄᴇ

⌠ᴛʜᴇʏ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴇ ғᴏʀᴄᴇ⌡

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No solía hablar de nada, según ella recordaba. Si no había de comentar algo de suma importancia, entonces el silencio era el mejor aliado. Entre menos palabras, más podría escuchar a su maestro recordándole la razón de su existencia.

Pero había otra voz que la agobiaba, Talon.

Tenia indicaciones claras y precisas, esperando a que su plan saliera a la perfección, pero sabia que esos planes serían frustrados por ella misma.

Era una gran base. Todos los hombres de Karrde en esos momentos se encargaban de la seguridad del lugar, aunque ese no fuera su puesto, se necesitaba toda la ayuda posible. Ambos bajaron de la nave, uno junto al otro, con muchos mas hombres detrás de ellos. Todos de diferentes razas y planetas, que vivían su vida de contrabandistas siguiendo ordenes de un solo hombre.

Talon había conseguido una conveniente ubicación para su base rodeado de una zona boscosa donde predominaban árboles con una peculiaridad curiosa: un alto contenido de metal, hecho que dificultaba las comunicaciones y reducía considerablemente la eficacia de los escáneres y sensores. Al ser uno de los contrabandistas mas temidos, aunque quisieran, ningún ladrón se atrevería a adentrarse a su propiedad, pues seria un suicidio.

Las dificultades con las comunicaciones hizo al planeta un lugar muy atractivo para los maleantes y contrabandistas, que establecieron aquí sus bases, entre ellos Talon, uno de los mas respetados en sus alrededores.

Si podía definir en una palabra cada vez que viajaba a Myrkr, seria impresionada, no negaba la majestuosidad y belleza de ese planeta, pues a causa de que poseía una atmósfera rica en oxígeno y un clima templado este planeta contaba con una gran cantidad de vegetación.

Entre esa vegetación se encontraban los ysalmiri unas criaturas delgadas y cubiertas de una piel amarilla grisácea. Resulta que Mara había escuchado hablar de estos, pero ante semejante descripción acerca de repeler la fuerza, se imaginaba una civilización de alguna especie pensante. Fue grande su sorpresa al enterarse que estos nativos, no eran nada mas y nada menos que una especie de lagartos que vivían en los árboles de la región que utilizaban esta impresionante habilidad para protegerse sus depredadores sensibles a la fuerza: los abominables vornkrs.

A ellos si los conocía, ya que Talon conservaba dos de estos como mascota, sabia que eran bestias caninas salvajes y feroces que tenían la inusual habilidad de cazar usando la fuerza, al principio utilizaban este instinto para cazar ysalmiri, pero con el tiempo fueron evolucionando y estaba consciente que su alimento favorito eran las personas sensibles a la fuerza. No era que les tuviera especialmente miedo, pero les mantenía una precaución considerable, ya que Karrde no ignoraba la curiosidad de que cuando se encontraban frente a Mara se querían abalanzar contra ella, claro que su amo resultaba ser mas dominante y lograba controlar sus instintos animales. Sturm y Drang, era el nombre que les había puesto, y los colocaba en la entrada principal de su base como efectivos guardianes, a veces ella pensaba que los trataba como los hijos que nunca tuvo.

El contrabandista había descubierto que cortar sus colas era similar a la castración, pues les quitaba la mayoría de su agresividad cazadora, lo cual comprendía que era lo mas lógico, ya que usaban sus colas levemente venenosas con forma de látigo para atontar a las presas antes de matarlas con sus dientes. No negaba la grande brillantes de su jefe, pues a ningún otro se le habría ocurrido semejante genialidad.

Cada detalle era imprescindible, trataba de memorizar cada salida y entrada, cada guardia y cada punto ciego. Sería demasiado fácil si decidía matar al Jedi dentro de su prisión, y si llegaban a venderlo a un lucrativo precio se lo llevarían sin haber logrado su cometido. No podía permitirse fallar de nuevo, sabia que si tenía éxito, las voces al fin se irían. Seria libre.

¿Libre? ¿Pero en que estaba pensando? la voz de su maestro no era una carga de la que quisiera despojarse, era un privilegio y debía sentirse honrada por ello. Así que quitó esos pensamientos de su mente para concentrarse en lo importante.

—Abran las puertas —ordenó Talon a los guardias que resguardaban la entrada a las celdas. Al abrirse, justo al fondo, divisaba una silueta masculina tras las rejas. Pasaron el gran pasillo y se situaron frente a esta, solo los separaban una enorme puerta de metal cerrada únicamente por llaves y candados, sin sensores ni mecanismos, ninguno de esos funcionaria siquiera.

—¡Skywalker! —gritó Karrde, no llamándolo ni dando ordenes. Sonó como un grito triunfante para que todos se enterasen que tenía encerrado al último Jedi de toda la galaxia. Entonces la silueta se movió, lentamente hacia adelante, hasta quedar frente a frente al contrabandista recargando ambas manos sobre los barrotes, sin preocupación- Ya no eres tan poderoso sin la fuerza ¿eh? -agregó para luego a reírse cínicamente.

Mara al fin pudo ver su rostro, sabia que era él, recordaba cada detalle de sus facciones... Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando este volteó a mirarla y sus ojos chocaron por un momento. Entonces una intuición cruzó por su cuerpo, de esas que tienen voz propia pero no las puedes escuchar. Algo le decía que ese hombre cambiaría su destino, pero ella jamás se imaginaria de que manera.

—Mara Jade, te presento a Luke Skywalker —dijo Talon para luego reír nuevamente al notar que nadie emitía palabra y lo único que hacían eran mirarse entre si.

Mara se dispuso a retirarse de aquel lugar, no sin antes dar un vistazo rápido ante su siguiente víctima, apretó los labios y proclamo el principio de su plan iniciado.

Mara Jade ▷Luke SkywalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora