Cuando se dio cuenta de la obsesión que tenía por el menor, se sintió asqueado. Después de tantos años en servicio haciendo su trabajo de manera correcta, sin ningún escandalo, manteniendo a raya cualquier estorbo. Y ahora, aquél maldito mocoso lo había arruinado. Pero no podía odiarlo, quizás eso hubiera sido lo mejor, odiarlo, despreciarlo, quererlo lejos de él.
—Sensei, ¿ira al partido del viernes? — ahh, tan dulce y angélical voz. Acompañada de unos ojos celestes, tan hermosos como un zafiro azul, y esos labios, a la vista tan suaves y delicados, probablemente aún vírgenes. El pensamiento de su miembro siendo abrazado por ellos, mientras sus caderas empujaban buscando una mayor profundidad... Ahh...
—Tengo que hacerlo, es el protocolo. — su voz, profunda y carente de sentimiento ayudaban a enmascarar su deseo. Tenía que ser frío, cortante, y de ser nesesario también grosero. Por mucho que lo deseara, lo último que quería era hacerle daño. Aunque estos pensamientos eran contradictorios a sus deseos.
—¡Genial! Espero al menos poder saludarlo. — maldecia lo amable que llegaba a ser el menor.
—Espero que no... — ¡ah! Cuando vio el rostro del pequeño Matsuno reflejando el dolor de su respuesta, le fue casi imposible retener el deseo de decirle que era mentira, que nada lo haría más feliz que saludarlo ese día. Lo deseaba tanto.
Aunque el menor siguió intentando entablar una conversación con el menor, este continuó mostrándose cortante y sin darse cuenta la hora de que finalmente se fuera llegó. Matsuno se disculpo con el mayor por tener que disculparse, siendo ignorado por este. Sin recibir respuesta, tomo sus cosas y se retiro.
—Maldito mocoso. — aunque lo maldecia, realmente esperaba que este viniera al día siguiente a verlo. Quedaba tan solo una hora de su jornada, al menos podría relajarse un poco. Comenzó estirando sus brazos, sin embargo algo sobre la cama llamó su atención: la sudadera del chico. El deseo de aspirar su aroma no tardo en aparecer, ya había perdido la cuenta de cuantas veces había deseado que algo así pasará, y justo ahora había ocurrido. En su mente se repetía las razones para no hacerlo. Sin embargo, sus manos fueron más rápidas. El embriagante olor del pequeño lo invadió, era delicioso. Era mil, no, un millón de veces mejor de lo que había imaginado.
—Mierda. —exclamó al ver el bulto que se había formado en sus pantalones. Lo pensó un momento, ya habían pasado diez minutos desde la partida del menor, era poco probable que regresará, y nadie más que él estaba en la escuela en ese momento y el velador llegaría en media hora. Era la oportunidad perfecta.
Comenzó acariciando su miembro por encima de sus pantalones, imaginandose que era menor quién lo estimulaba. Después lo sacó de sus pantalones, pasando su pulgar por la punta. Inhalando cada tanto el aroma del menor. Finalmente tenía su miembro cubierto por su mano, presionandolo. Sintiendose cada vez más cerca del clímax. Dejandose llevar, comenzó a repetir el nombre del menor. Su imaginación lo ayudó, recordando cada vez que este lo llamaba, se imagino a sí mismo empujandose en su interior. Llegando finalmente al clímax.
—Sensei, ¿puedo pasar? — su sangre se heló por unos segundos, rápidamente le respondio pidiéndole un momento. Arrojó la sudadera a la cama y subió su pantalón. Con ayuda de la bata de limpio las manos y la arrojo a un lado, para después indicarle al menor que podía pasar. Este se disculpo, explicándole sobre su sudadera. El mayor le indicó donde estaba, lamentandose in poco el no poder continuar inhalando su aroma.
El menor volvió a despedirse. Cosa que de cierto modo entristecio al mayor. Sin embargo este se detuvo antes de salir y susurro unas palabra que el mayor escucho perfectamente: "Me gusta".
Por momento sintió su alma salirse de su cuerpo, pero el azotar de la puerta lo trajo a la relidad, no era un sueño, ni una alucinación, pues el sueter ya no estaba allí. Su rostro no tardo en teñirse de rojo.
Mañana sería un día difícil.