MÁS QUE AMIGOS

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Llevo una hora tirado en la cama intentando entender que fue lo que sucedió en la casa de Usagi. Aún no puedo creer que por pedirle ayuda, toda nuestra amistad de años se viera afectada de esta manera. ¿Podremos mirarnos a la casa mañana? Mis mejillas arden como si fuera un niño y sigo sin creer lo que sucedió.

Conocí a Usagi cuando llegamos a vivir a su misma calle, justo en frente de su casa. Al comienzo ni siquiera nos hablábamos, claro, éramos niños pequeños que recién se conocían. Sin embargo, nos fue imposible no relacionarnos, cuando íbamos en el mismo autobús a la misma escuela. Ella es menor que yo dos años, así es que al menos no estábamos en el mismo curso... eso ya habría sido demasiado.

Cuando cumplí diez años nos hicimos inseparables. Yo no tenía hermanas y ella no tenía hermanos, así es que nos volvimos lo que nos faltaba. Cuando tenía problemas, la llamaba y ella me ayudaba en lo que podía, así mismo lo hacía yo. Llegamos al punto de hacer un pacto de hermandad, intercambiando unas pulseras bastante infantiles.

Sin embargo, comenzamos a crecer e, inevitablemente, nos volvimos diferentes. Debo reconocer que siempre he sido muy aburrido, ya que me gusta mucho estudiar y leer, hasta el punto de parecer un nerd. En cambio, ella prefere reír, leyendo mangas, escuchando música popular y vistiendo a la moda. Somos verdaderos polos opuestos y siempre parece que nos llevamos pésimo, pero así son los hermanos, ¿no?

—¡Ey! ¡Cabeza de chorlito! ¿Te quedaste dormida otra vez?
—Tan lindo como siempre, Mamoru —me dijo en tono de burla—. ¿Cuándo cambiarás tus horribles anteojos?
—Sabes que los necesito —respondí ofendido, pues ella sabe que me molesta que se burle de eso—. Además, ¿no crees que tu ropa es muy reveladora?

Pensé eso desde que la vi salir de su casa, ya que la falda plisada que llevaba apenas cubría sus muslos, dejando expuestas sus largas piernas. A Usagi le encanta llamar la atención, pero después es a mi a quien golpean por defenderla de sus acosadores, cuando se esconde tras mi espalda.

—La última persona que me puede hablar de ropa eres tú. ¡Mírate! —me dice, señalándome entero. Al menos yo no le veo nada malo a mi ropa...

En realidad, soy bastante monótono para vestirme, una camisa blanca y un jeans azul es todo mi atuendo, sin nada que llame la atención.

—Eres una hermana muy molesta, Usagi.
—Tú también —habló, sacándome la lengua—. Ya vamos, o llegaremos tarde.
—Por tu culpa —solté ya indignado.

El viaje en el autobús fue distante, ya que cada uno tiene sus gustos y ella prefierió escuchar música en sus audífonos, mientras yo leía mi libro favorito. Aún así, nos gusta estar juntos, sentados uno al lado del otro. Al llegar, cada uno toma su camino, hasta la hora de almuerzo, cuando comemos juntos. La gente ha llegado a creer que somos hermanos de verdad, ya que siempre nos han visto compartiendo.

Después del receso, Motoki se acercó a Usagi y vi como ella se sonrojaba cuando él tomó su largo cabello rubio entre sus dedos, mientras le sonreía como boba. Me causó gracia verla justo es ese momento, ya que lleva encaprichada de él desde que comenzamos este semestre y no le daba la hora justo hasta esta mañana. Espero que no sea sólo por la falda, porque no dejaré que nadie esté a su lado sólo por querer aprovecharse de ella, ese es mi deber de hermano.

Por increíble que parezca, justo en ese mismo momento se me acercó Ami, una chica muy dulce que es compañera de Usagi y que ha llamado mi atención desde que participamos en el concurso de ajedrez. Parece que tenemos intereses muy similares. Me invitó a una exposición de arte en el Museo y yo acepté feliz de tener un momento con ella a solas. Ami se sonrojó tiernamente ante mi respuesta positiva y luego se marchó hacia su salón.

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