1- No Todos Los Pájaros En Celdas Cantan

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El cielo... Es digno de admiración. Es tan hermoso. Parece otro océano pero hecho de cristal. Nunca se caerá. Nunca se romperá. Y estar en el, debe ser más hermoso todavía.

—¿Hermanito?— Jellybean, mi hermana de seis años, preguntó. Sentada en mi regazo cerca de la fogata que teníamos en nuestro refugio de madera en el campo.

—¿Sí, Jellybean?

—¿Dónde están papi y mami?

El día en que nuestros padres desaparecieron en nuestra propia casa fue un día como cualquier otro: Yo me estaba encargando de la lavandería en el balcón. Entré a la casa y ellos (nuestros padres) se habían esfumado de la cocina. Sus ropas en el suelo.

Busqué en su cuarto, el baño, los cuartos de los niños... No había rastro de ellos. Para hacerlo peor, cuando me asomé por el balcón, el auto de ellos estaba todavía estacionado afuera.

Todavía no sé qué decirle a los niños.

—Mamá y papá vendrán algún día pronto.

Es todo lo que les digo formando mucho valor para no llorar.

—¿Jugamos a espadas?

Entonces, tomamos palos de madera para combatir entre nosotros como verdaderos espadachi--- ya me mataron de nuevo.

—¡Toma!

Ambos me apuñalaron en el abdomen. Siguiéndoles el juego hice un respingo exagerado y caí en mi hombro con mi lengua afuera.

—¡Hermano! ¡Eres muy débil! ¡Siempre mueres!

Dave se quejó con un puchero. Mis padres lo adoptaron por lo que él es mi pequeño hermanastro. Su tez morena brilla cerca de la fogata al igual sus ojos verdes.

—¡Más vale que no nos estés dejando ganar!

Jellybean discutió.

—Chicos~, yo jamás dejaría a unos mocosos como ustedes pisotear mi dignidad.

—¡ERES CRUEL!— Los niños lloriquean. Como todo hermano mayor maduro, les muestro mi lengua.

La puerta se abre y Chuck está entrando, cargando un venado muerto en una de sus manos.

—Ya llegaste.— Yo camino hacia él con una sonrisa. Chuck ríe. Él es mucho más alto que yo, moreno, calvo pero súper guapo.

—¿Cómo te fue?— Le pregunté al abrazarlo. Los niños gritan su nombre y lo abrazan también.

—¡Niños! ¿Qué? ¿Jug los estaba molestando otra vez?

—¡SÍ! ¡HAZ ALGO POR NOSOTROS!

—Oh, ya le daré su merecido. Creanme.

Chuck me guiño el ojo. Yo reí en bajo.

Pronto me tenía contra el escritorio de nuestro cuarto, dándome duro por atrás. Tan y tan duro que se podía sentir dulce. Y tan y tan dulce que se podía sentir asfixiante. Nuestras pieles desnudas chocaban. El escritorio casi y estaba brincando también.

Escalera Al Cielo • JarchieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora