Después del momento del pabellón con la aplastante victoria, llegó lo más esperado, ¡la celebración!
Nos reservaron un restaurante para la celebración, era el típico restaurante japonés en el que te tenías que sentar en el suelo, y como se puede imaginar, no terminamos sentados en el suelo.
A medianoche, los entrenadores se marcharon, tenían que terminar de rellenar actas y preparar los próximos entrenamientos siguiendo la dinámica de errores que habíamos tenido en el partido.
Como capitana quedé a cargo de tal desmadre, ya que cuando ellos se fueron todo estaba normal, pero cómo no, al irse los adultos, se convirtió en un desmadre.
Una fiesta llena de borrachos, en la que se dedicaron a cantar subidos a las mesas, algo nunca antes visto en deportistas de élite, el nivel de locura de ese local era algo inimaginable e inexplicable.
Tuve que quedarme la última para poder controlar a todos y cada uno de los lobos ya que no quería tener que pagar destrozos materiales. Odiaba tener que encargarme de gente en tal estado de embriaguez.Miré por todo el establecimiento para asegurarme de que no quedaba ninguno escondido por cualquier tontería. Al terminar mi inspección pagué al amable señor que había accedido a aguantarnos hasta estas horas.
Salí esperando encontrarme una manada de ebrios, pero no había nadie. ¡Se habían ido sin mí!
-Malditos lobos.- Pensó mi mente.
Una fría brisa sacudió mi cuerpo, se empezaban a notar los resquicios de otoño, pero no tenía mi sudadera porque se la había prestado a la latina. Iba a maldecir en voz alta cuando otra sudadera se posó en mis hombros proporcionándome un reconfortante calor.
-Tenías que habérsela pedido de vuelta.- Sus susurros en mi oído mandaban impulsos eléctricos a todas las zonas de mi cuerpo, hacía que me olvidara de todo.
Cerré los ojos y apoyé mi espalda en su cuidado torso, acto seguido me abrazó y puso cara en el hueco de mi cuello. Podía notar cada respiración y palpitación de su cuerpo, cada mínimo movimiento que hacía, me encantaba estar arropada en sus brazos de esa forma, y él lo sabía.
-Silva, deberíamos volver al internado si no queremos que esos lobos despierten a todo el mundo con su fiesta jajaja.- Sonrió y me besó el cuello antes de separar su cara de mi piel. Me giró y antes de que pudiera imaginarme lo que iba a suceder sus labios se posaron sobre los míos. Otra vez esa sensación de estar completa, volví a ver que mi lugar era ese, que sus labios encajaban perfectos con los míos, que yo era suya, y él era mío.
Nos separamos con nuestras respiraciones agitadas. En ese momento juro haber muerto, la sonrisa que me mostraba era radiante y preciosa, era la sonrisa más cálida que había visto nunca, y era para mí, era sólo mía.
Una lágrima descendió por mi mejilla al acordarme de todo el daño que nos habíamos hecho estos años por un simple malentendido, los momentos de estar juntos que perdimos simplemente por ser indecisos, y no atrevernos a preguntar nada.
-¡Ese día te vi con la guarra de Evelyn!- Mis lágrimas parecían un torrente, no cesaban, pero no eran de tristeza, eran de rabia e impotencia, de sentirme traicionada y utilizada.
-¡Eso es mentira! Yo nunca tuve nada con Evelyn, ese día me llegó una nota de que tenía que ir allí, que necesitaba hablar conmigo, ¡era mi mejor amiga! No la podía dejar plantada.- Silva tampoco aguantaba más las lágrimas, en su cara reflejaba decepción porque no le creía. Y era cierto no le creía, le había visto besándola, y no me lo podía negar.
-¡Pero ese no es motivo para que aceptaras gustosamente que se te tirara encima!- Mis piernas ya no eran capaces de aguantar mi peso, caí al suelo y lloré como nunca lo hice antes. Acababa de soltar aquello que siempre me había estado atormentando, el objetivo de todo mi odio, esa maldita escena que me destrozo la vida.
-¡Yo nunca me besé con Evelyn! ¿Por qué motivo lo haría si estaba contigo?- Se agachó para ofrecerme ayuda, pero le di un manotazo a la ayuda que me ofrecía.
-No quiero tu compasión no pienso dejar que vuelvas a jugar conmigo como ese día, el maldito último día de la concentración, detrás del gimnasio, me dijo Evelyn que descubriría la verdad, que no me querías, no confiaba en ella, pero sabía que no mentía nunca sobre ti, y eso fue lo que me encontré, ni siquiera me quedé a verlo, me fui tan rápido como llegué.- Me tapé la cara con las manos, no quería que me viera llorar más, me sentía débil y odiaba sentirme débil, inferior.
-Así que llegaste en ese momento.- Soltó un gran suspiro y continuó.- Evelyn se me confesó, y yo la rechacé porque solo te quería a ti, y aún lo sigo pensando, pero la rechacé, y me dijo que no ibas a estar segura si la rechazaba sin darle nada a cambio, me pidió un beso en la mejilla y un abrazo, pero desde la zona donde tú lo viste, es posible que pareciera que la estaba besando, pero créeme, no lo hice.- Su cara mostraba más calma, comprensión y compasión.- Te hice pasar por mucho por un malentendido que yo mismo creé, no debí haber aceptado esas condiciones, lo siento mucho.
Se agachó y me abrazó demostrando su arrepentimiento. De tanto llorar no tenía si quiera fuerzas para alzar la cabeza, por ello fue él quien la levantó por mí y se unió conmigo gracias a la conexión de nuestros labios.
-Nada volverá a separarnos, ¿vale?- Asentí como pude, y sucumbí ante el cansancio en su cómodo pecho.
-Has vuelto a recordar el momento de la reconciliación.- Otra vez esa sonrisa, iba a acabar conmigo un día de estos. Asentí, además de que mi cara debía de ser de duda ya que respondió.- Porque yo también lo he recordado.- Me limpió la lágrima que corría por la mejilla, y nos encaminamos hacía el instituto.Encontramos a los demás lobos de camino, y cómo no, tuvimos que conducirles como si fueran un rebaño, ni siquiera parecían lobos.
Al llegar, en la puerta estaban los entrenadores esperando que llegáramos. Probablemente sabían lo que iba a pasar y fueron precavidos.
-Uceda, Silva, ya habéis hecho demasiado, llevaos a los dos de vuestra habitación, del resto no os preocupéis, ya los llevamos nosotros.- El entrenador Kakeru nos abrió la puerta y pasamos, Silva con Reynolds en el hombro, y yo casi arrastrando a García. Entramos en la habitación a duras penas, encendí la luz y vi a Pau tumbada en una de las camas ¿qué estaba haciendo Pau aquí? Acto seguido vi otras dos camas ocupadas, Reynolds y García habían tomado posesión de las camas, y se habían quedado dormidos, resultado, una sola cama, dos personas, Silva y yo.
Tenía una larga noche por delante...
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¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)
Novela JuvenilEsta historia esta siendo editada desde el comienzo y antes de continuar con el final, debido a los fallos que había encontrado y al cambio de forma de escribir que se ha dado en mí durante la escritura de esta. Amaia, una chica de 16 años jugadora...