Había tenido un día horrible en el trabajo. Sabía que discutir con mi jefe no era la mejor idea para ascender en la compañía pero que le jodan. Yo escribía artículos de cosas importantes, de cosas que merecían la pena. Sin embargo, a él le importaban más las columnas sobre paparazzis pillando a no sé qué pobre celebridad desnuda o desnudo en su propia casa.
—Ponme un chupito de lo más fuerte que tengas, por favor —le dije al camarero del primer bar que había visto mientras me sentaba en la banqueta y apoyaba mis codos en la barra.
Sería capullo mi jefe. Aunque tampoco tenía toda la culpa. Mucha gente consumía ese tipo de noticias por ser muy... ¿morbosas? Estaba sumida en esos pensamientos, seguro que con una cara de querer matar a alguien cuando oí una voz familiar a mi lado.
—¿Lo más fuerte? ¿Estás segura de que quieres probar eso?
Miré hacia mi derecha y allí estaba con esos impresionantes ojos azules y esa sonrisa... esos labios tan carnosos y apetecibles.
—Brad... —dije su nombre, teniendo que parpadear un par de veces hasta poder reaccionar de una forma normal.
Si es que eso existía.
—¿Q-qué haces aquí?
—Incluso los sargentos tenemos algunos días libres del trabajo —rió.
A pesar de serlo, no parecía un sargento. Parecía un modelo. Un actor. No, un dios. Eso era lo que parecía. Y yo era una simple mortal que había tenido la suerte de estar ahí en ese preciso momento. En ese preciso instante. Brad entonces puso su mano con suavidad sobre mi antebrazo.
—¿Estás bien? —preguntó, juntando las cejas.
Yo tuve que carraspear y pestañear varias veces. Claro, llevaba cinco mil años esperando a que yo dijera algo y sin embargo lo único que había hecho había sido mirarlo y babear. Muy apropiado, Baby, muy apropiado.
—Sí, lo siento, es solo que no esperaba encontrarte aquí —asentí como una idiota, dándome cuenta de que él no había retirado su mano de mi brazo.
—Si te soy sincero, yo tampoco esperaba verte en un bar así —miró cómo el camarero me servía ese chupito—. No me encajaba contigo.
—¿A no? —enarqué una ceja—¿Y qué encajaría conmigo, sargento? Le recuerdo que soy mayor de edad —jugué con él mientras le daba vueltas al vaso con la bebida entre mis dedos.
Él pareció divertirse ante mí respuesta.
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