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Novahome es la capital —y quizá única ciudad— del destruido planeta de Tarkus: una enorme nave cuyo aterrizaje forzoso hizo perecer a toda su tripulación. Los restos sirvieron muy bien a los Raskvel que, como se sabe, aprovechan cualquier desecho espacial como ninguna otra raza puede hacerlo.

El capitán se encontraba ahora mismo dentro, recorriendo las extensas galerías repletas de tienduchas y bazares hasta llegar a una plaza enorme y cerrada. El techo se hallaba a unos cuantos metros, Steele tenía la sensación de que se encontraba muy lejano: el espacio suficiente como para que los aliens rellenaran todo con una montaña de casuchas que dominaban el paisaje hasta tal punto, que era imposible no encontrarse con una allá donde se mirase.

Un río de Raskvel salía de un túnel que horada una construcción fabricada con planchas de aluminio mal puestas. Encima, unas palabras de neón se dejan leer "MESS", decoradas con varias caricaturas de sándwiches y hasta el dibujo de un cuenco de sopa. Cada uno se iba iluminando con colores, intermitentemente.

Se giró, y entonces encontró otro edificio que le llamó mucho la atención: se trataba de una tienda con su mismo nombre. "STEELE". La "e" iluminada parpadea cada momento, y cuando se acerca, detecta un ruido continuo y molesto como el de un motor estropeado. Steele sabía que es una de las muchas tiendas de su padre que hay repartidas por la galaxia, las cuales, si consigue superar la prueba de este, serán suyas. Esta debería ser una de las que recibía el peor mantenimiento, se dijo para sí mismo. Un cristal al lado de la puerta disponía de un par de armas y piezas de máquinas recuperadas de los desechos del planeta con el precio holográfico flotando por debajo.

Con ese pensamiento rebotando una y otra vez en su mente entró en el lugar esperando encontrarlo abandonado, pero para su sorpresa la estancia se encontraba iluminada. Paneles grandes y blancos dispuestos de forma simétrica cubrían el suelo, los costados del edificio. Lo más llamativo eran los grandes grupos de material oxidado, antiguas partes de tecnología desconocida, apilados en un lado y otro de la tienda, llenando el ambiente de un olor a acre muy intenso. Entre toda aquella basura se movía una figura femenina de cabello blanco con un portapapeles probablemente catalogando todo el material, embutida por completo en un uniforme que el capitán conocía muy bien: demarcaba muy bien todas las curvas de su cuerpo, una abertura justo por encima de sus bien formadas nalgas dejaba paso a una tupida cola de color blanco.

Steele da un paso hacia delante y carraspea su garganta para llamar la atención de la mujer, que rápidamente se gira hacia él.

—Buenas tardes, Mr. Steele. ¿Alguna cosa en que pueda ayudarle?

Su reacción no pudo sorprenderle más: —¿Sabes quién soy?

—¡Claro que lo sé! Victor hablaba sobre tí todo el tiempo! Además, puedo oler tu parecido al él —respondió la mujer, la nariz crispada.

La mujer guardó el portapapeles entre su brazo y la cadera y le puso la mano contraria encima del hombro. Tenía el brazo cubierto de suave y tupido pelo blanco desde los dedos hasta el codo. Los ojos eran grandes y azules, un cabello tan blanco como la nieve y largo que le llegaba más allá de los hombros. No sobra mencionar que el uniforme había tomado perfectamente la forma de una epicúrea delantera.

—Siento lo de tu padre. El universo es un lugar triste sin él. Mi nombre es Anno, por cierto —le extiende una mano—. Anno Dorna, la gerente de la compañía aquí en Tarkus.

El capitán contrajo su mano, sintiendo el extraño calor que emanaba la Ausar.

—Entonces, ¿Conocías a mi padre?

—Sí. Lo conocí en una conferencia de Física teórica. Estaba presentando un trabajo sobre teletransporte, él estaba entre la audiencia y, al acabar, me llevó fuera de la sala y me preguntó personalmente si quería el trabajo. Desde entonces trabajé en I+D hasta que, poco antes de morir, me mandaron aquí, a Tarkus. No lo conocí durante largo tiempo, pero era un hombre bueno, muy amable.

Trials in Tainted SpaceWhere stories live. Discover now