Unidas por el fuego

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27 de julio de 1909, Las Ramblas, Barcelona

Una niña de unos 6 años recorría un tramo de Las Ramblas intentando vender el periódico del día con una gran noticia. La arquitectura de los edificios tenía un aspecto modernista. El sol se iba a dormir en el horizonte y ella, cansada, se sentó en un banco de piedra contiguo a un puesto de flores mientras pensaba en su padre. Lo echaba mucho de menos. Hacía unos días, el barco del puerto se lo había llevado a Marruecos, su madre le dijo que a una guerra horrible.

Los pies no le llegaban al suelo y los balanceaba inquieta hasta que de un salto se puso de pie y empezó a correr. Había divisado un animal extraño que solo había visto en el dibujo del cartel del circo. El enorme animal levantó las orejas al ver aproximarse a la pequeña. Ella tocó la nariz enorme de aquella criatura gris con su mano, que le envolvió la cabeza con su trompa. Entonces, lo olió. Olía como a cuando el propietario del quiosco quemaba los periódicos viejos. Al girarse vio mucho humo a lo lejos. Se llevó una mano a la boca abierta y miró a la criatura que la acompañaba en busca de consuelo. La elefanta cogió a la niña con la trompa y la subió a su lomo dispuesta a huir con ella. Decidió llamarla Fum.

Un gritó inmovilizó al animal. La pequeña vio un señor con traje y una corbata roja. No le gustaba su bigote y además parecía enfadado, como cuando hacía alguna travesura y su padre venía con el cinturón en mano. El hombre sacó un látigo mientras murmuraba algo como: «Dichoso animal». La niña se estremeció y se aferró a las orejas del animal anhelando su apoyo. Sin embargo, Fum parecía más asustada que ella, se removía inquieta levantando sus patas. Cuando alzó el látigo, un grito ahogado y unos pasos apresurados se oyeron.

Una mujer porteando un bebé y cargando una bolsa llena de periódicos se acercaba corriendo. Llevaba un lazo blanco símbolo de protesta ante la situación. El último batallón de reservistas enviado a la guerra de Melilla estaba formado casi íntegramente por jóvenes catalanes ya casados y con hijos, como su marido, que ya habían sido enviados hacía 6 años. A pesar de que Cataluña no quiso intervenir en esa guerra, Madrid mandaba. Lo que más la indignaba era la injusticia de que los ricos pudieran pagar una exempción por 1.500 pesetas, por eso los revolucionarios habían quemado el circo, era para gente de bien.

La madre bajó a su hija y cogiendo su mano caminó hacia el Raval. Le advirtió a su hija Montserrat que no debía hablar con extraños y que se acercaban días duros, no podría salir a la calle. Ella solo asintió apretando su mano y mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla miró por encima de su hombro a Fum, quien levantó la trompa en forma de despedida.

Semana Trágica: Inocente visiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora