2. La decisión.

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El pequeño viaje viendo a las personas que no extrañaría fue más molesto. Al llegar a su parada su cartera estaba debidamente colgada en su hombro, incluso quería amarrarla a su cuello para que la reconocieran a través de sus documentos personales.

Con una muy lenta caminata en tacones hasta el centro del puente a través de la nieve, apenas habían personas caminando también a lo lejos. Se acercó al mirador, y se sentó en el asiento más húmedo que otra cosa.

Al sentarse podía sentir su cuerpo pesado, sus ojos martillando para cerrarse, incluso podía sentir su corazón palpitando con mucha lentitud. Pronto le pondría fin a esa vida sin sentido.

— Es hora. — Observó que su reloj marcaba la hora exacta en que sabía que ningún barco pasaría cerca. Ni aunque ella misma gritará por ayuda. Se acercó a la baranda de seguridad del mirador e intentó empujarla para moverla.

— Esta bien atornillada y soldada. — Ni siquiera le prestó atención a la voz grave que la llamaba a sus espaldas.

— No tendré otra opción. — Murmuró para sí misma, pero luego volteo a ver al dueño de la voz, no correría el riesgo de que alguien la salvara. — ¿Podrías irte? — Preguntó de manera amable, pero el tipo alcanzó a sonreír.

— ¿Para qué? ¿Eres la dueña del lugar? Lo dudo. — Ella apenas sonrió ligeramente.

— Necesito estar un momento a solas. — Él estaba recostado en una de las barandas del mirador.

— De todas maneras no es una buena vista. — El tipo de traje rodó los ojos caminando en otra dirección.

— Gracias. — Agradeció ella. Cuando estaba segura que él ya no estaba cerca decidió hacerlo, por fin poner un final a su vida. Se quitó los abrigos dejándole en una muda de ropa delgada, así si no moría por la caída, el frío se encargaría.

Con calma subió sobre la baranda sentándose sobre ella y luego subiendo los pies lentamente.

— ¡Disculpa...! — Ella volteó a la voz y era el mismo tipo con ojos azules viéndola confundido. — Creo que estás confundida. —

— No te metas en esto. Por favor. — Pidió y luego se fijó que el tipo llevaba un traje. — ¿No vas tarde al trabajo? —

— Nunca llegó tarde. — Murmuró él para sí mismo. — Pero deberías pensarlo una vez más, no pienso entrometerme, pero tampoco consideró que esa se una solu... —

— Sigue caminando porque yo ya tomé mi decisión. — Le sonrió casi amablemente otra vez.

El tipo de traje subió sus hombros restándole importancia, e ignorandola. Monique se desconcentro tanto que casi se deslizó antes de tiempo, causándole una herida en la mano.

— Demonios. — Murmuró molesta. Volteó a ver la pequeña herida que goteaba unas cuantas gotas de sangre, pero que ardía como el infierno.

Los pasos del tipo se detuvieron, sintiendo extrañas motas en el aire de un postre muy delicioso de esos que existían pocos, uno que no había olfateado antes, pero que seguro quería probar e iba a probarlo. Pero cuando se volteó a la ridícula chica con intentos de suicidio, ella ya no estaba ahí.

Se volteó con rapidez a ver a enorme río que pasaba bajo El puente, era enorme y seguro estaba congelado. Se acercó al mirador para voltear hacía abajo y saber si verdaderamente se había lanzado.

Ahí estaba, alcanzó a verla sobre el hielo que parecía quebrarse por su peso, por un momento desistió... Estaba muerta, pero luego se concentró en el cuerpo de la chica. Se movía.

Más motas del olor de su sangre se esparcieron en el aire, con ello seguramente llamaría la atención sin querer de muchos inmortales en la ciudad.

Pensó seriamente en salvarla, pero sus palabras tan decididas le ponían un alto, ella verdaderamente quería morir. ¿Quién era el para negarle lo que quería?

Volteó a verla una vez más, cuando notó que ella estaba acostada en el hielo viendo hacía el puente. Viéndolo a él con una pequeña sonrisa de satisfacción y un par de lágrimas escapando de sus ojos, porque estaba agonizando.

¿Valdría la pena si salvaba su vida? Iván hizo una mueca. Nadie valía la pena en este mundo, y quizá la pobre criatura con ganas de suicidarse lo había averiguado mucho antes. Decidió ignorarlo.

Dar la vuelta y seguir con su camino a la empresa. Quizá fue el sonido del hielo quebrándose el que lo detuvo, o el de su garganta susurrando un pequeño

— "Ayudame" — Que se ahogaba en amargas lágrimas de realidad porque no quería seguir viviendo.

O tal vez había sido su último aliento mientras su pequeño cuerpo se hundía en la miseria y la muerte a través del agua en invierno.

El tipo enorme de ojos azules con traje volteó, y él tomó la decisión por ambos.

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora