Capítulo 9: Seis días desaparecida

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Hora desconocida

Abrí los ojos un poco y respiré profundamente. No podía estar pasando esto, no podía ser real.

¿Cómo narices me había encontrado? Era algo imposible. 

Nunca le di mi dirección ni le vi cerca de mi casa. 

Esto tenía que ser una horrible pesadilla. 

El día anterior...

—Esto no me puede estar pasando... —murmuré—. ¿Por qué? — pregunté minutos después sin poder salir aún del shock.

—¿No te alegras, Maddie?

—Si esto ha sido una especie de broma, no ha tenido ninguna gracia tartamudeé—. ¿Cómo se te ocurre?

¿Por qué iba a ser una broma, Maddie? Estoy tan feliz de tenerte aquí. Se pasó la mano por el pelo y volvió a sonreír—. Realmente me tranquiliza saber que no me has olvidado. Por fin podemos estar juntos. 

¡Basta ya! ¡Deja de decir eso! grité y dio un paso hacia mí—. No te acerques a mí. Nunca estaré contigo.

Sin embargo, siguió caminando hacia mí y se detuvo a pocos centímetros de mi cara.

Maddie, Maddie, Maddie. Acercó su mano a mi mejilla y la acarició suavemente—. No estás en condiciones de dar órdenes. Tú harás todo lo que quiera.

No... susurré.

Acercó sus labios y los rozó con los míos.

Cómete todo.

Y ahora...

Me incorporé un poco y me senté apoyando la espalda en la pared. ¿Por qué me está pasando esto a mí? ¿Por qué me hacía esto? 

Si casi ni le conocía y mucho menos había pasado nada entre nosotros. 

¿Cuánto tiempo me va a tener aquí encerrada? Si le doy lo que quiere, ¿me matará?

Mi cabeza estaba a punto de estallar. 

Escuché el cerrojo un día más, pero esta vez no me moví del sitio. Apareció segundos después, pero esta vez solo traía un vaso de agua.

—¿Hoy no toca desayuno? ¿No he sido lo suficientemente buena? —pregunté con sarcasmo.

—Después de nuestra conversación de ayer, creo que funcionas mejor con el estómago vacío.

Me dio el vaso de agua antes de sentarse en la silla y me miró fijamente. Le miré dubitativa antes de darle un sorbo.

—¿No tienes nada mejor que hacer? —le pregunté molesta, pero no recibí respuesta—. ¿Por qué no te vas? No quiero que estés aquí —insistí, pero él solo me miraba sonriente—. ¿Ahora no me vas a hablar? —pregunté intentando mantener la compostura, pero el hecho de tenerle ahí delante sin decir nada me iba enfadando cada vez más—. ¡Te estoy hablando! — exclamé enfadada, pero nada—. ¡Imbécil! 

—Maddie, Maddie, Maddie —habló por fin—. Una mujer como tú no debería hablar así. ¿No te han enseñado modales en casa?

—¡Eres un desgraciado! —grité enfurecida—. ¡Lárgate de aquí ya!

Cruzó una pierna por encima de la otra y apoyó las manos sobre sus rodillas.

—Creo que puedo estar donde yo quiera —dijo sonriente—. Además, solo quiero esperar.

Salir con vida (EDICIÓN 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora