Te esperaba

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Hiro siente que el corazón late fuertemente dentro de su pecho mientras las palabras de Miguel resuenan contra su oído.

— ¿Qué... qué dijiste? —pregunta para confirmar. No puede ser cierto, tiene que ser un sueño.

Pero no, no lo es. La voz de Miguel suena empequeñecida al otro lado de la línea. Arrepentida, cobarde.

—Lo siento, Hiro, pero no puedo...

Hiro se despierta en medio de la noche y mira desoriento a su alrededor. Está solo en su habitación, entre las penumbras y los ruidos suaves de la noche. Se toma un momento para regular su respiración agitada mientras estruja con fuerza las sábanas entre sus puños.

Otro de esos malditos sueños.

Cuando consigue tranquilizarse, busca el reloj de pared con la mirada. Son las 3:00 de la madrugada, tres en punto. La hora de las brujas, piensa. No sabe de dónde sacó eso, pero siente que no es algo suyo. Alguien se lo dijo en alguna ocasión, aunque no está seguro de quién ni de cuándo. Es normal que tengas pesadillas a esta hora, insiste la voz de sus recuerdos. A esta hora pasan tantas cosas que te sentirías abrumado si intentara siquiera explicártelo.

A Hiro le importa poco que se la hora de las brujas y toda esa mierda. Él no cree en esas cosas de cualquier modo. Lo que le importa justo ahora es que aquel sueño le ha dejado tan abrumado que siente que la poca felicidad que tenía el día anterior se le escapa con cada lento latido de su corazón.

Aparta las cobijas de la cama con resignación y se pone de pie. Sale de su habitación en busca de un vaso de agua. Sus hermanos aun duermen, así que Hiro intenta hacer el menor ruido posible mientras se sirve un poco de agua. Luego, se dirige al pequeño balcón que tienen con un poco de prisa. Siente que se ahoga. El aire fresco de la noche lo golpea con fuerza tan pronto como corre la puerta. El aire casi helado del invierno entra en sus pulmones. Es doloroso, pero de alguna manera consigue relajarlo.

Las pesadillas comenzaron hace apenas un par de meses. No las tiene todos los días, pero las tiene con la suficiente frecuencia como para que realmente le afecten. Siempre es lo mismo con cada una de ellas. Siempre está con un chico llamado Miguel al que quiere tanto que el pecho le duele al pensar en él incluso ahora. Y siempre es el mismo chico moreno de ojos oscuros y cabello negro. Siempre es el mismo, incluso si nunca luce exactamente igual. Y siempre que se despierta tiene ganas de echarse a llorar a mares porque la soledad de no tener a Miguel es tanta que lo ahoga. Siempre se siente vacío y sin objetivos porque Miguel lo rechaza de una u otra manera en cada sueño.

Pero Miguel no existe. Hiro tiene que recordarse en cada maldita ocasión que Miguel no es real. Que no lo ama tanto que duele. Que no lo va a dejar solo y destrozado después de haberlo esperanzado con todo ese cariño acogedor.

Con un suspiro cansado, Hiro regresa al interior del departamento cerrando la puerta tras de sí. Cuando se da la vuelta para encaminarse a hacia su habitación, descubre que Karmi lo observa en silencio desde la puerta de su propia habitación.

—Tuviste otra pesadilla—lo acusa sin reparos.

Hiro, que de por sí se siente pequeño e insignificante en ese momento, se siente aún más diminuto ante la mirada enfada de su hermana.

—No importa—musita incluso si sabe que sus palabras no convencen a nadie—, es solo un sueño—incluso si ni siquiera él mismo cree en ello.

Incluso si no puede dejar de escuchar la voz de Miguel contra su oído, distorsionada con la estática que según las películas tienen los celulares más viejos, diciendo las palabras que le han dejado destrozado esa noche.

Te esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora