Prólogo

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Imaginadlo todo... sin excepción o algo que se pueda quedar por imaginar. Que por un segundo puedas verlo correr todo frente a tus ojos... que puedas darle vida sin límites, que puedas tocarlo. Nosotros -a eso que para otros es soñar- le llamamos "Estado": el aura que llena de materia lo que pase por nuestra cabeza cuando queramos y en el momento que queramos.
Nadie sabe porque vinimos a este mundo, ni a que se debe nuestro poder, pues sí, no somos como el resto de seres. Partimos de una raza distinta, en otro lado del universo, de ahí que nuestras características en general sean diferentes, ah sin olvidar llevar siempre, nuestro distintivo: esa marca que -como espinas negras- vendrán tatuadas en nuestro pecho.
Nuestro objetivo, nunca se nos fue planteado, cabe decir que el orden, ante todo, era nuestra prioridad y cumplir la palabra de nuestro Padre, siempre fue el honor de un Setra; pero un día despertamos y éramos parte de una sociedad llamada Humanos.
Ver desde un punto de vista que fuimos mandados a este planeta contar de esparcir nuestra especie, lo vi lógico pues esos humanos apenas si conocían el calor de las brasas la primera vez que los vimos. Ahora han pasado millones de años y han crecido. Con nuestra ayuda pudimos encaminarlos y por fin su mentalidad ha cambiado. Solo que... algo pasaba con esta sociedad, su subconsciente era impenetrable, cada llaga, brecha o momento que hallábamos, más preciso incluso que el anterior para colonizarlo, nos era imposible. Era como lanzar una roca al sol pensando en destruirlo. Y por lo que nunca hallamos la manera decidimos que: si no podíamos colonizar en masa la mente humana, pues formaríamos parte de ella y educaríamos como nuestro padre había hecho una vez, quizás algún día alcanzarían el límite del desarrollo para ser como nosotros.
Nuestra raza no tiene orientación sexual, somos un cuerpo homogéneo, provenientes de una semilla que, al abrirse como capullo, daba cualidades orgánicas a las partículas que traía dentro formando nuestro cuerpo ilimitado de materia. La vieja lengua Setra llamaba a esto Semilla Mental o Sueño de Dios.
Ya éramos uña y carne, incluso cuando sabían que proveníamos de otro planeta, no nos temían ni odiaban. Habían creado un lugar para nosotros, para que la convivencia fuese más fácil de llevar.
Los Setras no comemos, ni siquiera tenemos órganos, absorbíamos la energía de la naturaleza que, en parte, aumentaba nuestro Estado, y habiendo adaptado nuestros cuerpos al hábitat de este planeta, aumentaba aún más.
No pendiente al descanso y el constante crecimiento del subconsciente humano, hubo una persona. Un dotado que buscó la manera de interrelacionar ambas especies tras haberse enamorado de un Setra. Finalmente, después de darse cuenta de los secretos escondidos tras los cuerpos brillantes, logró crear una conexión espiritual a escondidas. Para el riesgo de ambos, unirse a la mente del Setra, creó una Distorsión para dar pasó a la creación de una nueva semilla.
Aquel espectáculo de luces se escondió en los más bajos y oscuros lugares, terminando en las manos de un anciano que vestía una larga bata blanca, deslizado desde su cabeza hasta la espalda, una coleta plateada. En su rostro dos anteojos que reflejaban las luces y lágrimas cayendo por sus ojos escondidos.
Era pequeña y podían verse sus ojos azules celestes tapados por el bello cabello rubio, casi blanco. –Entonces tu eres su joya –afirmaba el anciano derramado en lágrimas, sosteniendo con sus manos gruesas la delicada cabecita rubia que se metía las dedillos en la boca delineando una sonrisa rosada- ¿eh... Sethria?

Semilla de un SueñoWhere stories live. Discover now