Capítulo IX: ¿Fiesta o un error? parte dos.

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—No entiendo el porqué de tu empeño de verme sufrir, porque insistes en eso. Por lo de esta tarde, tranquilo no me importa -perdí mi punto de vista entre la multitud.

— ¿Hablas de Maya? ella no es nada solo una pequeña distracción si sabes lo que quiero decir -sonrió de soslayo.

— ¿Y lo de nosotros?

            Pregunte sin nada que perder, se suponía que estaba ebria, pero no tanto para no entender lo que sucedía, claro estaba consciente de lo que pasaba.

—Tú y yo somos solo placer –sorbio un trago de la botella-, en eso acordamos. Además no debes de estar celosa, tú eres la principal -me guiño un ojo.

—Eres un sucio Ross, además amigo, no estaba celosa -mentí.

—Claro ¿Quieres tomar algo? Pide lo que quieras.

—Smirnoff.

—Dos smirnoff por favor -le ordenó al bartender.

—Gracias –tomé la botella y bebí un gran trago.

        Quería probar a Ross a ver qué tan imbécil era y a ver si sería capaz de estar conmigo en mi supuesto estado de embriaguez, se podría decir que solamente estaba algo mareada. Comencé a insinuármele a ver qué tan bajo caía.

—Quiero pasar un momento de distracción, olvidarme por un momento de mis problemas, ser solo una persona con otra ¿Entiendes?

— ¿Podrías aclarármelo? –arqueo una ceja.

       El rubio ya había captado la insinuación solo que él era un poco idiota y quería que yo se lo pidiera directamente.

—Quiero pasar una noche alocada... contigo.

—Ohm estás ebria –miro a la barra-, tendré que ayudarte a saciar esas ganas.

             Me tomó por la cintura, me atrajó hacia él y me besó, ambos con desesperación, era una guerra de lenguas, por lo pronto me alzó y me condujo a la salida a su auto sin parar de besarme, luego me sentó en el asiento del copiloto.

— ¿A dónde vamos?

            Ya había caído el muy petulante rubio, solo lo dejaría avanzar y justo en el momento preciso me iría y lo dejaría solo, para que no se aproveche de mí en mi supuesto estado.

—A mi casa... tu solo sígueme que de lo demás me encargaré yo.

            Llegamos a su casa, pareciese que estuviese sola, entramos a hurtadillas, no podía creer lo que Ross estaba haciendo de inmediato mis grandes esperanzas se desvanecieron. Tomándome por la cintura y con sus dedos enredándolos en mi enmarañado cabello me condujo hasta lo que parecía su habitación, muy espaciosa, se le veía muy cómoda y masculina. El rubio se alejó de mí por unos instantes para cerrar la puerta y después se abalanzó a mí para besarme como si mis labios fuesen agua y hubiese pasado días en un caluroso desierto. Tomó mis muslos y me alzó, yo seguía su juego aunque yo misma sabía que lo que hacía era de una completa idiotez, pero ese estúpido rubio tiene un no sé qué, que me ceda. Chocamos con varias cosas de la habitación por tratar de llegar a la cama, cuando por fin llegamos a nuestra meta me deje caer en esas sabanas azules de seda a ver qué tan lejos de llegaría, él me miro con satisfacción y quito su camisa para luego caer encima de mi sin aplastarme y volver a juntar nuestros labios... Justo cuando ya había avanzado demasiado todo quizás fui muy débil y solo quería que pasará todo de una vez aunque debía considerar mi más grande consecuencia.

—Por favor, hazlo ahora - le susurre al oído.

        Él estaba a punto de continuar pero se detuvo, se levantó de golpe, apretó sus ojos, tensó su mandíbula mientras me daba la espalda y metía sus dedos en su enmarañado nido rubio. Avanzó unos pasos y se giró a verme.

Odisea |RAURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora