Afuera estaba nevando, mientras John veía por la ventana como el sol se reflejaba en los cristales de hielo que se iban acumulando en su ventana, excluyéndolo del exterior y protegiéndolo del frío invierno. Le gustaba la nieve, como esta parecía tan frágil, pero a la vez era tan poderosa como para crear ventiscas. Extrañamente hoy no era un día de esos. Hoy era diferente en comparación a cómo iba su semana. Sus dedos subieron a sus labios y medio los tocaron recordando el calor que sintieron ayer, la presión ejercida sobre ellos y el hambre de más.
Lo recordaba bien, ayer Alex lo había besado. Y al mismo tiempo había dicho que no había significado nada.
—Eso no es verdad y tú lo sabes, John —tal vez se estaba volviendo loco al hablar solo.
Siempre se repetía que no podía dejar a todo mundo entrar en su corazón, sin embargo, Alex había derrumbado por completo el muro que había construido alrededor. Se había aprovechado de la situación y luego lo negaba. Su corazón estaba latiendo a mil por hora, a pesar del frío, sus manos estaban sudando y ni siquiera había encendido la calefacción, el único calor que necesitaba estaba en su recuerdo.
Y por más que fuera pasajero, siempre lo tendría en mente.
En eso, un golpe en su puerta lo sacó de su ensoñación y se obligó a apartar sus dedos de sus labios para abrirla. Cuando su mano tocó el pomo, sintió una extraña corriente, no podía levantar sus esperanzas, no cuando ayer Alex había sido claro.
—Buenas tardes.
No se lo podía creer, en realidad, era Alex. En bufanda y guantes, tiritando y con el aliento congelado, seguía siendo él y estaba parado en la puerta de su casa.
—Hola. No te esperaba aquí. De hecho, no te esperaba nunca más —colocó su cuerpo de modo que bloqueara por completo la entrada.
No obstante, Alex tenía otros planes y lo demostró cuando se lanzó a abrazarlo, sintió su cálida mejilla contra su pecho, sus brazos alrededor de su tronco y su respiración que hacía sacudir por completo su cuerpo.
—Generalmente no me arrepiento de nada, no soy de esas personas, John —el sonido de su voz era únicamente para sus oídos, si otra persona deseaba saber de qué hablaban, tendría que estar en la posición de John.
—¿Estás bien? Vamos pasa...
—No quiero que me hagas entrar por pena, John. Ayer... fui un tonto y, de hecho, perdí la apuesta. Laff sí se le declaró a Adrienne.
John inclinó su cabeza para que esta quedara sobre la de Alex. Él quería pasar sus manos por su cabello azabache, quería decirle que fue cuestión de suerte encontrarlo ahí, quería volverlo a besar hasta que el mundo se acabara. John quería, mas necesitaba terminar de escuchar a Alex.
—Entonces dime lo que viniste a hacer aquí.
—A decirte la verdad —Alex se separó un poco, observando los ojos avellana de John, él podía jurar perderse en aquellos irises y nunca querer salir—. No te vayas, no quiero perderte. ¿Has visto lo que les pasa a los soldados en la guerra?
—Ayer me dijiste que solo querías ser mi amigo —tragó saliva como si la necesitara para no decir nada más.
John no quería darse esperanzas, no podía creer en palabras vacías, tenía que ser fuerte. Respiró con pesadez y se mantuvo en la misma posición, con los dientes apretados y recibiendo el frío del invierno de frente, únicamente protegido por el cuerpo de Alex, quien lo continuaba abrazando como si su vida dependiera de ello.
—Ayer fue ayer, John. Hoy es otro día y me di cuenta de lo equivocado que estaba. ¿Recuerdas el día que fuimos a la feria? ¿Recuerdas los dulces que compramos? ¿Recuerdas qué decía el mío?
El dulce de la feria. John rio para sus adentros, esas palabras lo habían dejado sin habla ese día, no había sabido qué responder y solo había asentido y sonreído mientras los fuegos artificiales habían cubierto el cielo.
—Me dijiste que los fuegos artificiales parecían mis pecas —mencionó, John, en un tono neutral que estaba haciendo dudar a Alex de la razón de su visita.
Él a diferencia del mayor, sí tenía esperanzas. Ayer, luego del beso, se había dado cuenta: no podía estar separado de John, no esta vez.
—El dulce, John. El dulce decía que te amaba. Y es verdad, ayer lo supe, hoy te lo digo —él se negaba a soltarlo, si eso significaba que iba a ser escuchado, no le importaba el frío que podía hacer.
—Y salías con Eliza ese mismo día, Alex. ¿Es tan difícil solo elegirme a mí? ¿Por qué tiene que haber otra persona de por medio?
Finalmente, John lo apartó y dio un paso atrás. Le habían dicho toda la vida que el amor no era tan sencillo como las películas te lo mostraban. Esto no podía estar pasando, Alex no era el que estaba parado en su puerta, él no era quien se la había abierto. La cuestión es que sí lo era y lo sentía en sus huesos, porque el frío se lo decía.
—John ya no hay nadie de por medio. Solo somos tú y yo, Ja... Y sé lo que estás haciendo, te andas armando todos los escenarios posibles porque no te puedes creer que esté aquí, pero lo estoy. Mírame —él se señaló—, tócame, soy real —Alex, quitándose el guante, le agarró la mano a John.
Estaba caliente.
—¿Quieres entrar? —le ofreció estirando la otra mano hacia la sala y dejando el camino libre.
—Solo si me respondes. ¿Por qué te quieres ir?
—¡No quiero irme! Me estoy obligando a ir, Alex, así no salgo lastimado porque parece que no merezco amor —había dado otro paso hacia atrás.
—No digas eso, John.
—¿Entonces me explicas? No entiendo, Alex. No... no entiendo —la picazón en los ojos de John solo crecía, no iba a llorar, no frente a Alex— ¿Vas... vas a entrar?
—No te vayas.
La cabeza de John tenía varias dudas y preguntas sin respuestas, entre esas había una sola que podía ser contestada en ese mismo instante.
—¿Podrías besarme de verdad? Sin ninguna excusa, si dices que me amas, bésame, ahora y aquí.
Alex no tuvo que escuchar más, fue como si sus manos ya no le pertenecieran o sus pies hubieran dejado de funcionar a orden de su cerebro. Él dio los dos pasos que faltaban para alcanzar el rostro de John, sus labios se juntaron como si fueran dos piezas de un rompecabezas que había esperado tanto tiempo para ser armado. Y estos encajaron perfectamente, a la vez que sus manos se enterraban en los rizos de John. Ahora lo estaba haciendo porque se lo habían permitido, porque él se lo había pedido, porque lo amaba y no iba a dejar que se le escapara.
Cuando se separaron, sus pechos subían y bajaban recobrando el aliento, las manos de John estaban alrededor del cuello de Alex y las de este continuaban en el cabello del otro. Sus ojos estaban conectados y parecían hablar, en un idioma nunca inventado, entre sí.
—Entra.
La sonrisa de John se estaba extendiendo en su rostro sin su permiso, pero tampoco le importaba.
—No tienes que repetirlo dos veces, Jack.
Y, esta vez, los pies de Alex se movieron seguros sabiendo que, de aquí en adelante, solo serían ellos dos contra el mundo.
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N/A Los tres primeros días del Lams Month, ¿que si existe eso? Al parecer sí. Bueno aquí está mi contribución fruto de una playlist media indecisa en Spotify. Intentaré bajarle al nivel de angst, ¿okay? Oh y si tienen alguna petición para el Lams, pueden comentarlo y veré qué escribo. Actualmente, estoy que preparo un shot Solangelo.
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In the Winter's Trail - one shots lams
AcakEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...