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Narra Renata

Una semana había pasado desde la muerte de mi hermano. La tristeza era un manto oscuro que me cubría, y aunque la vida continuaba a mi alrededor, cada día se sentía como una eternidad. La ausencia de Joaquín dejaba un vacío imposible de llenar, y me debatía entre la desesperación y la esperanza de encontrar respuestas. Sabía que había una razón detrás de su decisión, y la necesidad de desenterrar esa verdad se había convertido en una obsesión, un fuego interno que no se apagaba.

Mientras exploraba el cuarto que Joaquín había habitado, cada objeto se convertía en un recordatorio de su risa, de las conversaciones que solíamos tener, de los secretos que compartíamos. Diego y Text0s estaban a mi lado, intentando ofrecerme consuelo, pero su presencia apenas lograba ahogar el eco de su ausencia.

—¿Ren, qué haces? —me preguntó Diego, su voz sonando suave, casi como si temiera que un tono más alto pudiera romperme en mil pedazos.

—Solo busco… —respondí, dejando que mis ojos recorrieran la habitación en busca de pistas. Pero no encontré nada; todo se sentía vacío, como si Joaquín se hubiera llevado consigo cualquier indicio de lo que había sucedido.

—¿No crees que esto es muy exagerado, Ren? —inquirió Text0s, observando mis movimientos con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—La verdad es que sí, pero no sé… —suspiré, sintiendo cómo la desesperanza se apoderaba de mí. No quería admitir que en mi mente comenzaban a formarse imágenes aterradoras de lo que pudo haber pasado—. Solo quiero saber por qué mi hermano se mató —dije, sintiendo que las lágrimas comenzaban a brotar.

—Calma, Ren, estamos contigo —me dijo Diego, apoyando su mano en mi hombro. Era un gesto amable, pero no podía evitar sentir que la tristeza me aplastaba, como si el peso del mundo cayera sobre mí.

Después de un momento de silencio, Text0s sugirió que era hora de ir al cementerio, donde Joaquín había sido enterrado. Era un lugar que había evitado en los últimos días; la idea de estar frente a su tumba me llenaba de ansiedad. Pero, en un impulso, acepté. Quizás allí encontraría alguna respuesta o, al menos, podría sentir su presencia de alguna manera.

Al llegar, el aire parecía más frío, y el cementerio se presentaba ante mí como un laberinto de piedra y silencio. La vista de su tumba me golpeó con fuerza. Las palabras grabadas en la piedra eran un recordatorio doloroso: "Fue un buen amigo y hermano. Se te va a extrañar mucho." Sentí cómo el nudo en mi garganta se apretaba aún más.

—Bueno, Ren, dile a Joaquín cuánto lo extrañas —dijo Text0s, pero en ese momento, las palabras se desvanecieron en mi mente. No sabía por dónde empezar, el dolor nublaba mi capacidad de hablar.

—Por dónde empezar… —repetí, sintiendo cómo el llanto se acumulaba en mi pecho—. Joaquín, te extraño tanto. Me dieron un papel para "La Rosa de Guadalupe" —intenté sonreír, pero la risa se convirtió en un suspiro quebrado.

—Estos días han pasado cosas buenas… —comencé, pero mi voz se quebró al recordar su ausencia—. Sin embargo, así como hay cosas buenas, hay malas. Niurka siente tu falta como todos nosotros. El señor Juan Osorio sigue viendo "Mi marido tiene más familia". Tus fans te extrañan, pero sobre todo yo, te extraño… —las lágrimas comenzaron a caer incontrolables, mi voz se ahogaba en el llanto—. Joaquín, no entiendo por qué te fuiste. No puedo explicarme por qué me dejaste sola. La vida sin ti es un desierto, una eternidad de desolación.

Me acerqué a su tumba, sintiendo cómo el frío del mármol se transfería a mis manos. La incertidumbre y la tristeza se entrelazaban, alimentando mi desesperación. Mi mente comenzaba a jugar trucos, recordando momentos que quizás no había valorado lo suficiente. Las risas compartidas, los abrazos de consuelo, los sueños que ahora parecían tan lejanos.

—No lo sé, pero pronto sabré la verdad de todo esto. No descansaré hasta averiguarlo —prometí, limpiando mis lágrimas con la mano, como si pudiera borrar el dolor que me ahogaba. Sabía que la respuesta no vendría fácil, que el camino hacia la verdad estaría lleno de espinas y sombras.

Coloqué las flores que le había traído, delicadas y frescas, en el lugar donde solía descansar su cabeza. Eran rosas blancas, símbolo de la pureza de su alma, y también un tributo a la belleza que había aportado a mi vida. Junto a las flores, dejé sus pingüinos favoritos, pequeños guardianes de su memoria. Cada objeto era un pedazo de mi amor por él, un intento de mantenerlo vivo, aunque solo fuera en recuerdos.

—Joaquín, te extrañamos. Nikolas y Elaine no pudieron venir, pero me pidieron que te dijera que te extrañan mucho —dijo Text0s, su voz temblaba mientras hablaba. A veces me preguntaba si él también se sentía atrapado en esta red de emociones, sin poder liberarse del dolor.

—Te queremos, y mucho —agregó Diego, pero sus palabras se perdieron en el viento. Quería decirle más, pero su garganta se cerró. La lucha por encontrar las palabras adecuadas era una batalla que todos librábamos, temerosos de que cualquier cosa que dijéramos pudiera desatar más dolor.

—Joaquín, hermano, esto no es un adiós, es un hasta pronto —dije, sintiendo cómo el peso de la tristeza me oprimía el corazón. Nos giramos y comenzamos a alejarnos, pero en mi interior sabía que no podría dejarlo ir tan fácilmente. No hasta que conociera la verdad.

A medida que me alejaba, una sensación inquietante me envolvía. La idea de que Joaquín había dejado un secreto en su partida me atormentaba. Su risa, su luz, todo lo que representaba se había desvanecido en un instante, y la culpa se instaló en mí como un veneno. ¿Habría algo que hubiera podido hacer para evitarlo? Era una pregunta sin respuesta, un eco que resonaba en mi mente, y me prometí que no descansaré hasta descubrir la razón detrás de su oscuro final.

Cada paso que daba hacia la salida del cementerio era un recordatorio de lo efímero de la vida, de lo frágil que podía ser nuestra existencia. El viento susurraba entre los árboles, como si intentara consolarme, pero no podía ignorar la creciente determinación que se apoderaba de mí. Sabía que Joaquín había cargado con un dolor que yo no entendía, un sufrimiento que lo llevó a tomar una decisión irreversible.

 ❤🃏cartas🃏❤ {emiliaco} Editando Donde viven las historias. Descúbrelo ahora