Un pequeño niño de cuencas, estaba con sus amigos mientras veía que pasaba alrededor, todo estaba tranquilo mientras los demás estaban jugando ya que era recreo, entre sus manitas tenía el peluche que le había dado su madre, nunca entendió por qué tenía una uniceja en ves de ojos, aún así nunca se atrevió a preguntar el hecho de eso.Seguía viendo todo alrededor, hasta que veía a aquel niño de cuernos, llevaban una relación estable de una simple amistad, aveces veía los cuernitos que llevaba como peinado, aunque claro, él no era la gran excepción ya que tenía un peinado antigravedad aparentemente.
Aún así nunca le tomaba importancia, era un niño, inocente, puro, que veía la realidad en la forma más pura que a cómo la veían los adultos.
Siempre veía todo a su alrededor, aveces viendo su peluche mientras sus amigos estaban jugando, habían aceptado el hecho de que él casi no jugaba, pero aún así nunca lo excluyeron.
Lo que no sabían eran los problemas familiares del pequeño, estaba algo flaquito ya que aveces no le daban de comer, o simplemente el no quería comer, pero siempre se le veía alegre con los demás.
Hasta que regresaba a casa y dejaba a sus amigos, se quedaba sólo y con ese peluche que le habían dado, de todas formas nunca quería regresar a aquella casa que sólo le daba malos recuerdos. Sólo le hacían ver que era un monstruo, irónico, extrañas veces tenía un leve crecimiento de cuernos en su frente y una cola pequeña, color negro, se encerraba en su cuarto.
Para no molestar a sus padres.
Sea lo que sea que hiciera, siempre lo veían así, extraña vez quería ir a comer amenos que viera a su madre de buen humor.
Su padre no estaba, se había muerto y el pequeño tom había presenciado aquel terrible asesinato, del cual actualmente no recuerda nada, ni quien fue el causante de ello, aún así ya había superado aquella pérdida, no le importaba a su madre, el único que salió afectado era él, no pudo hacer nada para que no lo mataran.
Simplemente ver como le habían disparado y decir que se vengaría, fuera quien fuera aquel asesino.
Hoy no era la gran diferencia, el hecho de estar en el recreo podría ser la oportunidad de los bulleadores para molestar al pequeño.
El de cuernos se había acercado a él, con una gran sonrisa cálida, se sentó a lado de él y después lo abrazo haciendo que el menor le diera la espalda, apoyó su mentón en el hombro del británico para después sonreír un poco.
— Eres lindo. — Dijo sonriente.
— Digo lo mismo.
Habían pasado unos minutos en los cuales sólo estuvieron abrazandose tranquilamente, el de cuencas escuchó las habladurías de los demás compañeros; un abrazo, un simple abrazo entre ellos dos ¿Y era malo?, ¿No podía tener un poco de cariño como los demás?.
Se separó de Larsson para después notar que este también había escuchado todo lo que decían los demás, sólo que no le tomaba importancia a ello, no le importaba lo que decían los demás siempre y cuando él estuviera de buen humor.
Pasaban las horas, la hora de irse a casa ha la llegado, se despidió de sus amigos y fue directo a su casa, sin querer saber qué podría pasar al llegar a su casa, la sorpresa fue que estaba sólo, su madre no estaba, en parte sonrió, pero después esa sonrisa fue borrándose para después ir a su cuarto sin antes cerrar la puerta principal, claro está, y empezar a llorar desconsolado en su cama, abrazando una almohada con fuerza mientras enterrada su cabeza en esa almohada.
Seguía llorando, estaba sólo.
Completamente sólo.
—————————————————————————————— En la actualidad.
————————————————————— ¿Señor Thomas? ¿Me escuchó?.
— Si, si entendí.
Larsson se había dado por muerto, la última guerra la había perdido.
Estaba roto desde muy joven, y ahora lo estaba más.